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Desperté por el sonido de la alarma, por la luz, por el ruido del aire en mi ventana y por la sensación de haber tenido la experiencia más extraña de mi vida. Miré a todas partes y mi normalidad ahí estaba. Había sido un sueño, dije para mí misma, pero una pequeña parte de mi estaba completamente segura de que era algo más.

El día estaba inusualmente tranquilo, me senté en el pórtico para solo no pensar en nada por un rato. La sensación de mis pies descalzos en la madera fría me relajaba. Ingrid al despertar me había dado la noticia de que iba a asistir a un colegio católico que no me interesaba en lo más mínimo. Su edificio era enorme y antiguo, pero todo parecía ser antiguo en ese lugar y olvidado en una esquina del mundo.

Algo llamó mi atención, estaba cayendo algo del cielo. Un miedo se apoderó de mí, era imposible. Nieve, estaba viendo nieve. Estaba nevando en julio, era imposible. Buscaba el sentido lógico pero en ese momento, al girar a la puerta el lugar estaba completamente distinto. El lugar estaba oscuro y solo ver dentro me enchinaba la piel.

- ¿Ingrid?-

Pregunté, pero nadie respondía, iba a entrar pero de pronto al dar unos cuantos pasos dentro empecé a ver el piso manchado de sangre. Me aumentaba el pulso y no podía moverme. Un sonido impactante y increíblemente real de disparo terminó por hacerme caer al piso y gritar sin parar.

Unas manos me tranquilizaban de pronto, era Ingrid.

- ¡Elisa por favor reacciona!-

Gritó, ya todo estaba normal, no supe si estaba alucinando. El piso estaba limpio y afuera estaba soleado. No supe qué estaba pasando conmigo.

- ¿Estás bien? ¿Hacemos algo para que estés más tranquila?-

Preguntó Ingrid, solo me senté en el sofá. Algo andaba muy mal.

Cuando cayó la noche me sentía un poco mejor pero empezaba a dudar de todo lo que veía o oía. Me estaba volviendo loca o algo parecido.

No sabía que estaba empezando apenas. Las pesadillas no pararon. Tampoco los sueños despierta, aunque menos intensos. En su desespero, Ingrid intentaba localizar a algún psiquiatra en esa localidad pero sus esfuerzos fueron en vano. Había empezado a dormir a puertas abiertas, y estaba siendo vigilada durante el día. La situación me tenía cansada, no me gustaba depender de vigilancia y mucho menos sentirme inestable a tal grado.

Al poco tiempo ya era frecuente. Ingrid me había pedido repasar la biblia para el inicio de clases, pero siempre me ha causado migraña leer la biblia. Nunca supe explicar el por qué, solamente pasaba. Me encontraba en uno de esos episodios de incapacidad para leerla cuando pasó.

Un extraño frío recorrió mi cuerpo, cerré mi ventana. Noté que algo no estaba normal de nuevo cuando empecé a escuchar un piano. Caminé lentamente a la puerta de mi habitación, el sonido venía de abajo. Era una pieza que ya conocía, pero a la vez no; la recordaba, la recordaba muy bien de alguna parte. Empecé a avanzar paso a paso. Cada paso era más cuidadoso que el anterior y el piano sonaba más fuerte. Cuando estaba a punto de bajar el último escalón, un grito femenino fuerte casi me causa un paro cardíaco. Salí despavorida al piso de arriba, caí en el pasillo camino a mi cuarto, grité en pánico y cuando abrí los ojos nuevamente, Ingrid había llegado de nuevo.

Como aquella vez, no había nada. Ingrid me miraba con preocupación.

- Elisa, tenemos que hablar-

Me dijo y asentí con las rodillas adoloridas.

Después de un rato, estábamos en la sala con unas bebidas y la luz tenue. A Ingrid le gustaba la luz cálida y hogareña.

- Elisa, yo nunca quise hablarte de tu diagnóstico, debido a que me pidieron no hablar de eso contigo hasta tu mayoría de edad-

Me dijo prendiendo unas velas.

- Elisa, te he cuidado todos estos años y fue mi elección pero creí jamás decirte esto o que fuera necesario. Pero no es la primera vez que tienes alucinaciones-

Jamás había visto a Ingrid hablarme tan directamente sobre algo, al menos no de esa forma.

- Cuando eras niña, cuando llegaste a nosotros, tuviste problemas con estas alucinaciones sobre cosas terribles que te pasaban por todo lo que viviste. No tocaremos el tema; nunca, si quieres. Esto es algo de hace mucho pero lo peor que puedo decirte es que no tengo explicación a qué te sucede-

Acarició mi hombro.

- Te hicimos todas las pruebas posibles, esto desaparecía por mucho tiempo. A veces años y de repente ahí estaba otra vez. Una vez nadie supo cómo pudiste decirle a un médico que iba a morir. No sabemos cómo supiste pero él murió en verdad. Las luces fallan a donde tú estás, cada pataleta tuya llevaba a alguien a tener un ataque de pánico porque se veían y se manifestaban cosas extrañas-

Me dijo con la voz cortada. Quise tomar su mano, pero nunca había sido una persona con comodidad por el afecto físico.

- Elisa, lo que tu tienes no puedo explicarlo. Cuando decidí cuidarte, cuando decidí volverme tu tutora mi madre te vio, me dijo que había algo muy extraño contigo pero yo no quise creer en esas cosas. Ella si sabe de eso, ella sabe demasiado, en Honduras ella aprendió muchas cosas que yo no. Lo tuyo es algo más, Elisa, algo muy fuerte-

Me dio mi expediente médico. Lo dejé a un lado y tomé aire. De pronto todo era tan confuso. Siempre tuve presente que cosas extrañas rodeaban mi caso, mi expediente y mi vida, pero jamás creí que afectara tanto a Ingrid.

- Elisa debes buscar ayuda, ayuda que yo no puedo darte. Yo creo en verdad en la medicina, en lo mucho que ayuda. Pero esto es distinto. Me da terror pensar que tiene algo que ver con tu pasado-

El ambiente se puso tenso. Ingrid sabía, ella sabía que no podía siquiera pensar en mi pasado. En todo lo que injustamente cargaba conmigo todos los días, como una cruz sobre mi espalda que jamás dejaba de pesar.

- Debes buscar las respuestas, Elisa-

Me dijo para luego darme un abrazo, después se fue a su habitación.

Jamás había sentido tanta incertidumbre como en ese momento. Mi pasado, esa cloaca de mi yo consciente que había evitado como un monstruo en el armario durante casi toda la vida que llevaba. No recordaba nada, absolutamente nada de esos años de mi vida. Agradecía mucho no hacerlo, pero también empecé a temer por ello. En algún lado, en alguna parte, los recuerdos estaban ahí. No quería acceder a ellos, pero lo necesitaba.

Tomé una decisión, que aunque fue la decisión más arriesgada que tomaría jamás en toda mi juventud, esperaba que fuera la correcta. Saqué mi chamarra de abajo de la cama, busqué en el bolsillo y ahí estaba. Era real, no había sido un sueño.

Era el número del "Dr. Grimm". Me di un momento de armar una maleta y guardar cosas importantes en una mochila. Respiré hondo y lo hice.

Llamé.

El Círculo de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora