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Tener miedo a tu propia mente no es algo extraño. Por muchos años, viví escapando de mi propia voz interna que me llevaba a las conclusiones mas oscuras que habría podido imaginar.

Sin embargo, me siento una persona con ciertos sentidos desbloqueados que me llevan a saber cosas mucho antes de que alguien más las sepa.

Desde muy pequeña, el tomar conciencia de mi alrededor fue algo inevitable, llevándome a no sentirme parte de un mundo donde cuestionaba cada pequeña norma que regía lo correcto e incorrecto. Siempre esperaba más. Siempre quería ver magia en la lluvia, ir volando a la luna o que los animales me llevaran a un mundo místico donde todo es posible.

También, vi lo oscuro de la conciencia. Donde no encuentras el sentido a nada que realices, donde todo parece no tener ningún sentido.

El recuerdo que más predominaba, era una nostalgia inexplicable. Como si en mi más tierna infancia cargara con el peso de haber tenido cien vidas. Añoraba momentos, personas y situaciones que probablemente jamás existieron.

Me volví amante de mirar los leves instantes que nadie se detenía a apreciar. Como las mariposas equivocándose de planta, las personas riendo en la calle o los rostros que me parecían peculiares. El amanecer, el atardecer y los faros de los autos. Me mantenía un poco más presente, me mantenía latente.

- ¿No haz hecho nada interesante en el pueblo cuando me voy? Tal vez tener algún enamorado-

Me preguntaba Ingrid, sentada del otro lado de la mesa mientras que yo notaba haber estado en otra parte nuevamente. Soñar despierta era parte de mi personalidad.

-No, no he salido-

Le dije acabando la cena, indicando que iba a recoger mi plato y tomando mi café. Ingrid no estaba de acuerdo con mi consumo de café en las noches, pero mi insomnio había empezado desde los doce años y definitivamente el café no había sido el causante inicial.

- Elisa, yo solamente quiero lo mejor para ti. Como tu terapeuta, solo puedo decirte que cada paso que das es una decisión plenamente tuya-

- Lo sé, lo entiendo-

Le dije subiendo las escaleras. La casa era, para mi sorpresa, bastante agradable. Las luces cálidas habían ido bien con ese ambiente boscoso que nos rodeaba.

De cierta forma, la falta de estruendos, bullicio, y caos me habían traído una parte de mí que no conocía. Una parte completamente nostálgica.

Me puse a dibujar en la pared de mi habitación. Mi lámpara de mesa me daba esa iluminación tenue amarilla que tanto me inspiraba. Tenía puesta música en mis audífonos, mientras maldecía en varias ocasiones por lidiar con mis cabellos atravesando mi rostro por momentos.

Caminé al baño y en un arrebato, tomé las tijeras del cajón. Corté mi cabello a la altura de mis hombros, sentí alivio y seguí con lo que estaba haciendo. Recordé al chico del incidente. Le atribuí el que ahora me encontrara tan fuera de control.

Sabía el descontento que vendría después por parte de Ingrid, pero ya estaba más que acostumbrada.

Sentí que estaba cayendo dormida. De inmediato, un sueño extraño empezó a aparecer. Estaba en medio del bosque, me veía distinta y podía sentir un peligro inminente. Escuchaba ruido, voces pero no reconocía ninguna.

Hasta que escuché, fuerte y claro, como si estuviera detrás de mí

"¡Elisa!"

Desperté temblando. Abrí los ojos buscando a quién me había llamado, pero no ví a nadie. Esa misma voz, la misma voz de todos mis sueños.

Pero esta vez había sido diferente. Estaba segura que ya había escuchado esa voz en persona. Me di un baño y me dispuse a seguir durmiendo si era posible, no sin antes notar que probablemente, era nuevamente un presentimiento. De esos que yo ya conocía muy bien.

- ¡Otra vez no, dios mío!-

Exclamó, una enojada y disgustada Ingrid. No se enojaba de gran manera conmigo, pero me parecía que le daba demasiada importancia a que yo modificara frecuentemente mi apariencia a mi antojo.

- Dijimos que no cortarías tu cabello de nuevo tu sola, no te queda parejo ni bien cortado-

Tomó su billetera, y fuimos con mi rostro visiblemente cansado a una peluquería. Mi cabello quedó parejo, pero Ingrid miraba con desdén mi decisión.

Estábamos en el auto cuando soltó un comentario

- Este pueblo, es muy antiguo, ¿Lo sabías?-

- No, no lo investigué-

- Pues, resulta que probablemente si nos quedamos, podremos obtener información sobre tu pasado-

Dijo, deteniendo el auto frente a la nueva casa.

- ¿Quién te dijo eso?-

Pregunté, ahora con demasiado interés.

- Pues, el gobierno nos mandó por algo. Los archivos son demasiado viejos, pero dale un tiempo. Te prometo que encontraré la información. No se exactamente qué tenga que ver contigo este lugar, pero lo sabremos-

Dijo para luego salir del auto con calma, pero mi corazón iba como caballo en trote. No sabía cómo esperaba que guardara la calma, ya que saber de mi pasado me intrigaba tanto como me asustaba.

Las preguntas se quedaron divagando, sin respuesta.

Solamente una se respondió segundos antes de quedarme dormida esa noche. La voz de mi sueño, era la misma que había escuchado en el chico del accidente.

Podría haberlo jurado con mi propia sangre.

El Círculo de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora