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Los sueños han sido parte de mi vida diaria desde que era muy pequeña. Principalmente, las pesadillas.

Sueños irreales y extraños, cargados de imágenes apenas comprensibles, estrambóticas o difusas. Cada despertar era igual, abrir los ojos con pánico solo para verme acostada, luego respiro profundamente un par de veces y aspiro a algún día, sentirme más descansada al despertar.

Un paso al inicio de una nueva vida en ese lugar de aire frío por las noches. Ingrid, quien hasta ahora se había mantenido animada, estaba acomodando muebles y sus decoraciones en cada lugar que quedara vacío con mucho estrés, pues decía que el feng shui que usaba en todas nuestras otras viviendas, no estaba funcionando en esta.

Aunque el día estuviera en paz, mi mente no lo estaba realmente. Como si de algún sueño despierta se tratase, estaba pensando en el chico del día anterior cada que soñaba despierta. Quería recurrir a mi pensamiento lógico, pensar que quizás el quedar paralizada en ese momento me había llevado a recordar el único instante claro del accidente, sin embargo, por mis antecedentes, sabía que no se trataba de eso, era algo más.

Me considero una persona con un ojo distinto, me refiero, que suelo tener fijación en instantes o objetos, cosas, imágenes, que por alguna razón los demás algunas veces prefieren no mirar o simplemente ignoran. El chico del día anterior, era como algo o alguien, algo que reconocía de algún sitio, escondido entre mis sentimientos más que en mi mente.

Así pasaron dos semanas, aunque Ingrid había prometido que asistiría a la escuela, esa promesa se veía lejana pues ella era renuente a decirme que debía acostumbrarme al pueblo antes de mandarme todos los días a estudiar. Había soñado un par de veces con el chico del accidente. Lo dibujé unas cuantas, para al final dejar todo eso en el buró y no verlo de nuevo. Los sentimentalismos no iban conmigo, decidí atribuir todo a una casualidad y que fue mi mente jugando conmigo aquel día.

No era un debate sobre interés sexual o emocional, ya que nunca antes había tenido problemas con mi atracción. No había tenido enamoramientos o había estado clavada con un actor. Como dije, mi ojo era más analítico, y miraba lo que otros no miraban. Me atraía aquello que tiene un algo que no siempre se puede comprender. Como los calcetines con bordados, las uñas pintadas de rojo, el olor de los recuerdos, los cabellos trenzados. La belleza para mí, estaba en los pequeños detalles.

- Elisa, ya casi pido la cena-

Habló Ingrid desde su habitación. Yo estaba dibujando mariposas en la pared mientras divagaba en mi mente. A veces, no logro notar cuánto tiempo puedo estar sin decir una sola palabra. Mi mutismo siempre es un refugio, cuando simplemente todo es caótico, encuentras un lugar seguro en el silencio.

Limpié mis manos y bajé las escaleras, pero algo estaba distinto. Sentí un escalofrío extraño en el cuerpo, como si el ambiente de repente, fuera hostil. Casi por naturaleza, me puse en guardia, más bien en alerta, cuando alguien tocó la puerta de la entrada principal.

Ingrid abrió con extrañeza, con cautela, mientras yo veía desde una esquina de las escaleras.

- ¿Es usted Ingrid Salvatore?-

Preguntó un hombre muy alto de apariencia extraña. Era pálido, delgado, extraño y inexpresivo. Se veía sin vida, me causó repelús.

- Si, soy yo, ¿Se le ofrece algo?-

- Estamos haciendo una junta de vecinos cada fin de semana y soy uno de los encargados de darle la bienvenida-

Pasó a la casa, sin más. No pidió permiso para entrar, se me hizo extraño y perturbador. Miraba a todas partes, como buscando algo.

El Círculo de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora