Capítulo 4

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No fue hasta que sentí mis talones helados del frio que volví en sí.

El infierno terrenal se acosijaba de mi tristeza, la noche se reía de mis lágrimas y el cielo oscuro absorbió mi alma. La sangre hervía en mi interior, quería gritar y golpear algo o alguien, quien demonios fuera. Solo sé que quería sacar toda la ira acumulada por más de veinte años.

Me abrace tan fuerte, era como si quisiera fundirme en mi mismo cuerpo.

-Corre muchacha- grito una señora gorda y pequeña pasar por mi lado como si la estuviera persiguiendo el mismísimo demonio.

Mis ojos fueron con ella hasta que la vi desaparecer por donde se había marchado mi amiga.

Fue cuando vi a muchas más personas correr y hacer el mismo patrón que la señora gorda, otros chocaban entre sí. Y fue cuando oí disparos, tras disparos. Parecía una tonta clavada en medio de la calle, viendo como si fuese una película de acción.

bum, bum, bum.

Era una balacera si señores, una jodida balacera. Aquí en las minas eso era normal, pero para las personas que aún estaban haciéndose un espacio en aquel lugar era una tortura. Mi cerebro reacciono y mi cuerpo obedeció, cuantas personas no habían muerto por una bala fría? Un porcentaje no tan alto pero, si había casos.

Corría al portón mientras daba vuelta y lo traje a mí para pasarle candado cuando de pronto.

Lo vi.

Oh santa madre de Dios.

Cayo del cielo a mis brazos? No, cayó de la calle a mis brazos. Aquel desconocido tomo el portón sujetándolo con fuerza como que del dependiera el universo, sentí sus nudillos quererse fundir en él,  como si necesites ese salvavidas para nadar. Mi instinto fue sostenerlo, pero de pronto mi cordura se apodero.

Como demonios aceptaba un desconocido caer así porque así a mis brazos? Alaia estas jodidamente loca.

-Si esta borracho esto no es lugar para que se quede- musite mientras intentaba alejarme del, pero aquel jodido hombre vestido todo de negro y tan alto como pie grande no me soltaba- Amigo, por favor suéltame- agregue empujándolo del hombro y pegándolo al portón.

Un gemido de dolor salió de su boca y no fue hasta que vi mi mano derecha cubierta de sangre. Tape mi boca para no gritar, mientras veía la figura masculina deslizarse desde el portón al suelo.

Santo cielo.

Aquí iba un ataque de pánico, mis manos picaban y mi pecho se hundía buscando oxígeno. Las luces de la residencia se apagaron por si sola, eso pasaba todos los días inquicando que eran ya las ocho de la noche. Respire y solte, respire aun mas profundo y solte.

Aquella figura quedo allí descompensado. Que haría? Ir aun hospital? No, Ir a donde la guardia? No, jodidamente no, Ir para donde iria? Mierda. Una parte de mi gritaba que lo sacara inmediatamente de allí, mi vida podría estar en riesgo o peor aun me meteria en un gran lio con los del sindicato, mientras mi otra parte gritaba que lo ayudara era un ser humano y necesitab una ayuda.

Oscuridad absoluta, una oscuridad nos abrazo.

Me arodille y busque su rostro, le palmee su mejilla buscando que reaccionara y nada, su cara cai ileza aun lado. Tome su brazo derecho el que no estaba sangrando, lo lleve a mi cueyo e hize mucha, muchísima fuerza sobre humana, aquel era un mastodonte. Dos intentos mas después de dos falliados y cuando el logro volver en si un poco, nos levantamos del cemento duro.

Su olor era una mezcla de sudor, sangre y menta, era mucho mas baja que el por lo cual quedaba perfectamente metida en su cueyo. Faltaba poco para llegar a mi cuarto en el intento trastabillamos muchas veces.

Alaia: El Demonio Ruso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora