Capítulo 18

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<<Había decidido vestir lo más bonita posible, pues iba a perder mi virginidad aunque no estoy del todo segura pero, si lo había decidido después de casi un año y de tanto Alex decirme que ansiaba  mi cuerpo, cual idolatraria y valoraría como nunca antes lo había hecho aquellas palabras fueron suficientes para terminar de enamorarme.

Era tan guapo.

Alex Ramírez fue la sensación en mi Liceo y luego la sensación de mi barrio. Nunca pensé que se fijaría en mi hasta aquel día.- Lo siento!- exclamé al chocar con su pecho duro. Mientras revisaba mi bolso en busca del dinero, baja las escaleras de mi calle y no mire cuando caí en su pecho.

Mi pulso se aceleró y sentí mis mejillas arder.

Oh mierda!

Oh Santísimo!

Oh Santa Cachucha de Don Ramón!

Sentí que un ataque se avecinaban por lo cual, me aleje un paso y avane mi rostro.- No te preocupes- dijo recogiendo el dinero.- Ten es tuyo.- estiro su mano y mi mano rozo la del.

Y una mirada me lleno de mucha felicidad.

Y así había empezado un noviazgo tipo arcoiris para después volverse de un color mierda despreciable.

Solo me utilizo.

Solo quería mi vagina.

Solo quería lastimarme y lo logro, había entregado mi corazón y mi virtud aún ser tan despreciable, aún ser que jugó con mis sentimientos y los positivo como si fuese un insecto.

Pero, no me dejaría vencer y sali de aquel hoyo.

Me marco tanto física como emocionalmente pero, ya tenía decidido dejar de una vez por todas aquella relación.>>

Abri mí ojos bruscamente al recordar parte de mi pasado tormentoso. Nunca me dejaría en paz?

Me levanté poco a poco al recordar lo sucedió hace que? Busque la luz cual quería que me ayudara a ubicarme en el tiempo y el espacio porque lo último que recordé fue al enorme hombre calvo querer matarme.

Sentí mis mejillas bañadas de lagrimas.

Lleve mis manos al pecho y me vi  un top de algodón gris, retire el edredón un poco y mire un shorts a juego con este.

Llore y llore.

Era buena y nunca había hecho mal a nadie, bueno si había cometido un asesinato por luchar por mi vida y creía que había un Dios grande, por lo cual no quería creer que este era su castigo por haberme saltado un mandamiento. Lleve mis rodillas a mi pecho mientras enterraba mi cabeza en ambas.

Me sentía tan sola y vacía, quería volver a sentirme llena de paz, quería volver a sentirlo a Él.

Mi mente hizo acopio a lo último vivido y me vino su voz, su voz áspera y firme pero con una preocupación impalpable, quizás fueron cosas mías por caer desmayada, aún sentía sus brazos firme sostener mi cuerpo y su voz una y otra vez.

-Alaia!

Su voz, oh Dios bendito su endemoniada voz. Cual llenaba mi cerebro del más puro regosijo y haciendo mi cuerpo arder.

Alce mi rostro encontrándome con aquellos ojos azabaches tan oscuros como la noche, me miraban tratando de analizarse y sucumbir en mi interior, no me importó.

No me importó absolutamente nada, por qué al ambas miradas chocar fue como si las mismísimas puertas del purgatorio fuesen abiertas.

Me levanté como huracán desbocado.

Alaia: El Demonio Ruso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora