Capítulo 14

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París.

Demián.

- jefe está seguro?- la misma pregunta se formaaba en mi cabeza una y otra vez. Mire el cuerpo de Alaia recostado en el aciento de atrás.

Justo en la oficina de Gómez me había llamado un informante del dorado explicándome que Don Guillermo había apuñalado a la casera de Alaia cual se encontraba en un estado crítico se lo merecía por haberla vendido. Sabía ahora quién fue la mano que se estampó en su cara y era la del bastardo ese, ahora necesita mandarle un escarmiento.

Había solicitado los servicios de un ejecutor irlandés cuales eran tenas, no iba a darle la muerte directa lo colmaria de abundante dolor. Hubiera preferido mil vez hacerlo de mi misma mano convertirme en su pesadilla andante y  acabarlo, ahora tenía que cuidar un oro y diamante a la vez.

- Si!- dije de tajo lo mire con insetidumbre.- Desde cuando dudó en algo?- pregunté enojado.

Marcus miró por el retrovisor para dar vuelta a la esquina y estacionarse al frente del hotel Bella.-  Ya envié la información- indico chequeando su teléfono.- Solo veo que lo está tomando muy personal recuerde...

- Para Marcus no confundas las cosas, ni cuestiones mis ordenes- indique mirando la hora, pasaban más de las dos de la tarde me baje del carro y cheque el segundo carro de seguridad detenerse detrás, abrí la puerta de atrás y mire su rostro.

Un ángel.

Un cuerpo del demonio pero el alma más pura.

Al jalarla hacia mi su suéter subió un poco dejando a la vista el abdomen cual tenía una gota de sangre seca. Herida y de que?

La tome en brazo aún más preocupado. La tuvimos que sedar después del ataque de pánico que sufrió en el aeropuerto a medida que transcurría el viaje le dio un poco de fiebre, por lo cual se llegó a esa solución. Ahora era mi responsabilidad cuidarla y velar por su salud.

Marcus ya estaba en la recepción con llave en mano esperamos el ascensor y subimos a la habitación de siempre.

- Necesito una enfermera inmediatamente- indique y este solo se dispuso a teclear el teléfono.

Quite la mochila la coloque en un lado, colocando su cuerpo en medio de la cama quite sus deportivos y solo me dediqué a verla.

No sé que demonios me sucedía? La necesidad de estar allí pegado de ella me calcomia, mirar su rostro todo magullado hacia encender un fuego insaciable que había cerrado años atrás, cuando aquella noche mis miedos se hicieron presentes.

Aquello no podía ser, aquella mujer me daría muchos problemas y no era el fin.

Sacudí la cabeza olvidando el pasado mientras oí la puerta abrirse.- La enferma está aquí!- dijo Marcus con una mujer china o asiática aún lado.

-Aseala!- exclamé acariciando su muñeca mientras me levantaba, caminé hasta la puerta y la mire.- Cualquier dato me avisas estaré afuera- cogí mi teléfono mientras revisaba unas transacciones.- Marcus!- exclamé mientras me detuve en la sala.- Ah que hora es la reunión con los italianos?- pregunté llendo a la barra destapando una botella.

Otro negocio con los italianos y estaríamos listos para partir a Rusia si todo salía bien dentro de dos días.

- En menos de dos hora-dijo este mientras se sentaba en el sofá del frente.- Anna ha estado llama que llama te recomendaría....

Levante mi mano y lo calle, no quería más complicaciones y aquella mujer era una y grande, muy grande. Me lleve un trago largo y solté el vaso en el mesón de la licorera.- Dejemos ese asunto para después.- llenando el vaso de nuevo y caminando al ventanal, con la otra mano en el bolsillo.

Alaia: El Demonio Ruso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora