Capítulo 3

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Shiz tardó alrededor de dos horas en despellejar a las cinco liebres. No fue tarea fácil ya que no estaba muy acostumbrada y el olor a sangre la seguía produciendo arcadas. Con cada liebre se replanteaba el por qué había escogido aquella misión. Zenit estaba en su sombra. Una vez terminó volvió a bajar encontrándose a la señora de la posada hablando alegremente con la mujer de antes, Priscila.

- Ese Rubeus, nunca a va cambiar con los forasteros - Priscila soltó una pequeña risa. Shiz dedujo por su apariencia que rondaba los 35 años.

- Tú no te preocupes, es un hombre bueno. Le cogerás el tranquillo a su comportamiento tarde o temprano. - la señora de la taberna parecía animarla.

Priscila apartó la mirada cuando vio a Shiz. La señora se dio la vuelta.

- ¿Dónde le dejo esto? - Shiz alzó la cuerda que unía los cadáveres de las liebres despellejados.

- O, es verdad. - se dirigió hacia ella y los cogió - de veras le agradezco por esto. Hacía tiempo que no comía carne. Prepararé la cena ahora.

La señora se despidió de Priscila y entró a su habitación. Un silencio incómodo se formó en la entrada pues ninguna sabía de qué hablar.

- ¿De donde viene? - Priscila decidió romper el silencio con una pregunta simple.

- De un lugar muy lejano.

Otro silencio se creó. A Shiz se le pasó por la cabeza que fue muy tajante por lo que decidió hablar.

- Gracias por lo de antes.

- ¡Ah! No es nada. Rubeus es así con la gente que no conoce pero llega a ser agradable si se lo propone.

Poco después la señora de la taberna volvió a aparecer.

- Ya los he puesto a preparar. Priscila, ¿quieres alguno? Sé de sobra que ese señor no va a hacer nada por conseguir carne.

- No, tranquila, no hace falta. El huerto va por ahora bien.

- ¿Con estas temperaturas? - Shiz se fue acercando extrañada. ¿Cómo se podía cultivar en estos páramos?

- En mi tierra usábamos una técnica por la cual los cultivos podían resistir.

- ¿Magia? - Shiz estaba cada vez más cerca de Priscila, curiosa.

Un incómodo silencio se formó en la sala. La señora de la posada y Priscila intercambiaron miradas que parecieron de miedo.

- Aquí no practicamos eso... - Priscila se encogió poco a poco asustada.

- Toda la magia aquí está prohibida, Sólo nos ha traído desgracia. - la señora de la posada se cruzó de brazos con expresión de asco.

- Ah - Shiz comprendió su error - Discúlpeme, no era mi intención asustarla. Sólo me sorprendió.

- Si, con unas plantas se puede hacer que las cultivos no se congelen y crezcan con naturalidad - Shiz notó que Priscila se relajaba un poco pero seguía alerta. - Debería ir yéndome. La noche va a caer pronto.

- Si, buenas noches Priscila.

Después de esa incómoda despedida la señora avisó de que la cena estaría lista pronto y Shiz se fue a su habitación. Por lo que parecía, la magia no era bien recibida. ¿Era por la bestia? ¿Algún mago con anterioridad había estado allí y había causado estragos? Muchas preguntas sin respuesta recorrían la mente de Shiz. Al rato, la señora de la posada llamó a la puerta y le entregó una bandeja con un trozo de carne guisada y un trozo de pan. Zenit salió cuando Shiz echó la llave a la puerta y cogió el trozo de pan.

El clan del fenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora