9

2.2K 379 238
                                    

Las hojas caían lentamente de los árboles, danzando al compás de una brisa fresca que susurraba secretos de temporada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las hojas caían lentamente de los árboles, danzando al compás de una brisa fresca que susurraba secretos de temporada. David y Charly, atrapados en su propio mundo, compartían un momento especial bajo el manto dorado del otoño.

Charly, con su voz impregnada de curiosidad y ansias de respuestas, había planteado una pregunta que se burlaba de David.

—¿Tan rápido quieres deshacerte de mí, David?

David, con una mirada profunda y sincera, respondió con una calma que reflejaba su cambio de perspectiva con el pasar del tiempo.

—No, en realidad no. Al comienzo pensé que sería bueno que desaparecieras y hasta hace poco lo seguía pensando, pero ya no. Me centré tanto en querer ayudarte que olvidé la razón por la que lo hacía. Creo que te he ganado un poco de cariño, Charly. No eres tan molesto después de todo.

Charly sonrió en respuesta. Era lo más lindo que le decían en mucho tiempo. Aunque en parte fuera doloroso. Ahora que David le había cogido cariño, ¿no le dolería tener que dejarlo ir?

—Entonces... ¿me seguirás ayudando?

—¿Qué es lo que tú quieres, Charly?

La voz de Charly adquirió un matiz de vulnerabilidad mientras compartía sus deseos y temores.

—Quiero irme y terminar con este ciclo, pero tampoco quiero dejarte. Estos últimos días han sido los mejores desde mi muerte. No sabes por cuánto tiempo me he sentido solo y ahora que te tengo a ti, alguien con quien hablar, siento que va a dolernos tanto a ti como a mí cuando me marche.

—Aún hay tiempo. Seguimos sin tener la menor idea de qué es lo que te tiene atado aquí. Disfrutemos el corto o el largo tiempo que nos queda, y tú, ve pensando lo que más deseas.

Charly, sintiéndose emocionado y agradecido, se preocupó por la carga que David estaba asumiendo.

—¿Y tú? —preguntó Charly con cierta preocupación—. Tú también tienes una vida y no puedes estar todo el rato ayudándome.

David, sin titubear, expresó sus sentimientos más sinceros.

—Puedo hacer ambas cosas. Antes de conocerte no hacía mucho en verdad. Puede que esto suene un poco tonto —las mejillas de David se tiñeron de un color carmesí, aunque la escasa luz del otoño ocultaba su rubor—, pero siento que has venido a salvarme. Me siento más vivo que nunca y nuestras aventuras juntos son las mejores que he tenido en años. No sé qué explicación científica tenga esto, pero no me importa porque siento que de alguna forma estábamos destinados a encontrarnos; tú para salvarme y yo para ayudarte.

Charly, divertido y sincero, no pudo evitar bromear. David no solía hablar de sus sentimientos y le gustaba que empezara a hacerlo.

—Después de todo no eres un amargado —se burló Charly—. Tú también me estás salvando. Cada vez que estoy a tu lado me siento vivo. Me hubiera gustado conocerte en vida.

El amor de mi muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora