Han pasado varios días desde que David comenzó a leer los diarios de Charly, esperando encontrar alguna pista que los ayude a avanzar en su situación. Sin embargo, hasta el momento, todo sigue igual, y David se siente cada vez más frustrado por la falta de avances. Mientras tanto, Charly parece encontrar formas ingeniosas de entretenerse en el mundo de los vivos.
David se encuentra sentado en la sala de estar, inmerso en la lectura de uno de los diarios de Charly. Repasa una y otra vez las páginas en busca de alguna información que haya pasado por alto. El ambiente en el departamento está lleno de un silencio inquietante, roto ocasionalmente por el sonido de David pasando las hojas del diario.
Mientras tanto, Charly, en su forma etérea, se encuentra en la misma habitación, pero está lejos de sentirse aburrido. Ha creado una especie de pista de obstáculos improvisada utilizando los zapatos de David. Charly se divierte mucho, como si estuviera disfrutando de un juego de niños en el parque.
—¡Charly toma la delantera! ¡Oh no! ¿Qué fue eso? ¡Se ha caído! —comienza a narrar Charly para sí mismo mientras salta por encima de los zapatos y hace gestos exagerados como si estuviera compitiendo en una carrera de obstáculos de verdad.
David, finalmente, cierra el diario y observa a Charly con una sonrisa. La alegría y la energía que Charly irradia mientras juega son contagiosas, y David no puede evitar sentirse un poco más ligero a pesar de la situación complicada en la que se encuentran.
—¿Te gustaban los deportes cuando estabas vivo? —pregunta David, rompiendo el silencio.
Charly se detiene en seco y se gira para mirar a David, con una expresión nostálgica en su rostro.
—Sí, aunque con el tiempo lo dejé... Siempre quise ganar una carrera.
—¿Nunca ganaste ninguna? —inquiere David con curiosidad.
—No, es muy triste. O sea soy alto y tengo piernas largas, se supone que debería correr rápido, y lo hago, pero siempre a mitad de camino se me desatan las zapatillas. Yo creo que es mala suerte o el universo sabía que tenía futuro como deportista, pero como iba a ser demasiado bueno no dejó que ganara ninguna carrera.
David siente una punzada de empatía por la frustración de Charly y una idea surge en su mente.
—Ahora no necesitas amarrar las hileras de tus zapatillas. Podríamos hacer una carrera.
—¿Solo los dos?
—Le puedo preguntar a Sam si se quiere unir.
Charly se entusiasma ante la idea y hasta se toma el tiempo de tomar un megáfono imaginario.
—¡Bienvenidos a la competición anual del Charly Championship! —grita Charly con entusiasmo, aunque solo David puede escucharlo.
—Hasta se tomó la molestia de crearle un nombre —comenta David, divertido, y Sam no entendía nada.
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El amor de mi muerte
RomansaCharly es el alma de un chico que había fallecido hace dos años y vagaba en el mundo de los vivos buscando ese algo que lo dejara descansar en paz. David intenta buscarle el sentido a su monótona vida, además de ser el único que puede ver a Charly. ...