Charly es el alma de un chico que había fallecido hace dos años y vagaba en el mundo de los vivos buscando ese algo que lo dejara descansar en paz. David intenta buscarle el sentido a su monótona vida, además de ser el único que puede ver a Charly.
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Al día siguiente Charly había vuelto a desaparecer y no había señales de su paradero.
En medio de la multitud de personas, encontrar a un fantasma merodeando no debería ser tan difícil. Al menos eso esperaba, porque ya llevaba un buen rato sin rastro de Charly.
Recorrió los lugares que Charly solía frecuentar: la biblioteca, la universidad, su casa e incluso el restaurante donde trabajaba Fred, pero no había rastro de él en ninguno de esos lugares. ¿Dónde más podría estar? Lo que era más frustrante es que no podía pedir ayuda a nadie, ya que él era el único que podía ver a Charly.
Solo quedaba un lugar donde Charly podría estar, aunque pareciera extraño.
—¿Por qué estás en el cementerio? —preguntó David cuando finalmente encontró a Charly en ese lugar.
—He venido a verme —respondió Charly con un tono peculiar.
El cementerio parecía ser un lugar que alguien visitaba con regularidad. Las pequeñas plantas a su alrededor estaban bien cuidadas y había un ramo de flores frescas, probablemente colocadas allí el día anterior. Las florecillas amarillas en el césped estaban en plena floración, igual que las que Charly había usado para hacer su corona en el vídeo que David había visto. Se preguntó si habían sido colocadas allí en su memoria.
—¿Vienes aquí a menudo? —preguntó David.
—En realidad, es la segunda vez que vengo. La primera fue en mi funeral. Después evité el lugar. No quería ver a la gente llorando por mi culpa.
David notó el pesar en la voz de Charly. Él tampoco querría que nadie llorara por su causa. Aunque, en su caso, no se imaginaba a muchas personas sintiendo pena por él. Sus amigos, que eran pocos en realidad.
—¿Crees que mi cuerpo aún se ve lindo? —preguntó Charly de repente, con un tono divertido.
—¿En serio estás pensando en eso en estos momentos? Seguro que ya fuiste devorado por gusanos y solo quedan huesos.
—Me siento indignado. ¿Cómo se atreven esos gusanos a arruinar mi hermoso rostro?
—Ellos no te ven hermoso, solo delicioso.
—Bueno, al menos fui delicioso...
David no pudo evitar reírse ante la peculiaridad de la conversación.
—Al menos yo te sigo viendo lindo, ¿no crees?
—¿Y eso importa? —Charly preguntó, cruzándose de brazos con fingido desinterés.
—¿No te importa que yo piense que eres lindo?
—Un poco.
—¿Solo un poco?
—Tal vez —Charly respondió, sin mirarlo.
—Vamos, admítelo. Te gusta que te diga que eres lindo.
—Me lo dicen con frecuencia.
—Vamos, te estoy diciendo que eres lindo.¡Ni a mis amigos les digo eso! ¡No lo tomes tan a la ligera!
—Tus amigos deben ser feos.
—¿Yo soy feo?
—No, me gustas —las palabras de Charly tomaron por sorpresa a David, haciendo que su corazón se detuviera por un momento. ¿Había escuchado bien?—. Quiero decir... No eres feo, eres agradable. Me gusta tu personalidad. Y las personas agradables no pueden ser feas.
David no pudo evitar sonreír ligeramente. No quería admitirlo, pero eso le había dolido un poco.
David estudiaba para uno de sus exámenes tranquilamente cuando una melodía comienza a sonar detrás suyo. Se quita sus audífonos que usaba para suprimir el ruido de su entorno y se encuentra con Charly con una corbata mal puesta —que probablemente había encontrado en su armario— y una margarita en su cabello bailando con L-O-V-E de la forma más sensual y exagerada posible.
—L - is for the way you look at me —canta y le guiña un ojo—. O - is for the only one I see. V - is very, very, extraordinary. E - is even more than anyone that you adore can...
Charly sigue bailando, esta vez más cerca del escritorio de David que incluso tira sus apuntes al suelo para echarse encima del mueble.
—Two in love can make it. Take my heart and please don't break it —Charly se recompone y se sienta en el escritorio de manera dramática—. Love was made for me —se señala a sí mismo— and you —señala esta vez a David.
Baja del escritorio, toma a David de la mano y lo guía a su falsa pista de baile que en realidad solo era la habitación de este. Empieza a bailar con él y David se deja guiar divertido por la situación. A veces lo único que necesitaba era una locura de Charly para subir su ánimo.
—Love was made for me and you —canturreaba Charly.
—Love was made for me and you —lo siguió David.
—Love was made for me and you —cantaron esta vez los dos juntos al final de la canción.
Charly se echa a reír como si hubiera sido la cosa más graciosa que había hecho en años.
—Perdón, me encanta esa canción —confesó Charly—. A mi mamá le encantaba ponerla mientras limpiaba. Siempre bailaba con la escoba y era divertido verla.
—¿Y tu papá?
—A él casi no lo he conocido. Nos abandonó cuando era un niño.
—Lo siento.
—No te preocupes. Hay personas que es mejor que no estén, y entre esas está mi padre —dijo, restándole importancia—. Siempre he querido bailar esa canción con alguien. Lo siento por tirar tus apuntes.
—No te preocupes. Igual no quería estudiar.
—¿Sabes? Hay algo que siempre he querido hacer. Acabo de acordarme.
—¿De qué se trata? —preguntó David, curioso.
—¿Sabes andar en bicicleta?
—Sí, ¿quieres aprender a andar en bicicleta?
—No, en realidad, quiero ir a un lugar. Tenía planeado ir allí con Fred en Año Nuevo, pero ya ves dónde estoy. Está un poco lejos, pero me han dicho que es un lugar hermoso. Podríamos llevar la cámara y tomar algunas fotos.
—Me parece una gran idea.
Al día siguiente, David se despertó mucho antes del amanecer para preparar todo para su excursión. Charly estaba emocionado y no dejaba de moverse de un lado a otro mientras hablaba consigo mismo.
David colgó la cámara alrededor de su hombro y, antes de salir, apuntó la cámara hacia Charly para tomar una foto. Sin embargo, algo extraño sucedió: en el lugar donde debería estar Charly, la imagen apareció borrosa, como si hubiera una silueta tenue de él.
—¿Ya nos vamos? —le preguntó Charly sonriendo.
—Eh... sí. Vamos.
Los dos emprendieron su viaje hacia ese lugar misterioso que Charly tanto quería visitar. A medida que avanzaban, la fresca brisa de otoño les acariciaba el rostro, y el sol comenzaba a asomarse en el horizonte. El paisaje se llenaba de tonos dorados y rojizos, creando una atmósfera cálida y nostálgica que solo el otoño podía proporcionar.