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El suave susurro del viento otoñal acariciaba las hojas doradas que se balanceaban en los árboles, creando un murmullo melódico que llenaba el ambiente de tranquilidad

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El suave susurro del viento otoñal acariciaba las hojas doradas que se balanceaban en los árboles, creando un murmullo melódico que llenaba el ambiente de tranquilidad. La luz del sol se filtraba a través de las ramas, pintando el paisaje con tonos cálidos y acogedores. Era una mañana típica de otoño, en la que el mundo parecía sumido en una quietud serena.

David se despertó en su acogedor departamento, donde los tonos cálidos del tapiz de las paredes y los detalles decorativos otoñales creaban una atmósfera acogedora.

—¿Sigues aquí? —preguntó David mientras frotaba sus ojos con sus puños, tratando de despertarse por completo.

Charly, estaba presente tal como la tarde anterior. Había estado a su lado desde que había aparecido en su vida de manera inesperada y no parecía tener intenciones de dejarlo libre tan fácil.

—Muertito y culeando —respondió Charly con una sonrisa traviesa.

—Es "vivito y coleando" —corrigió David con una leve risa.

—No estoy vivo —se encogió de hombros Charly, divertido por la situación.

—Culeando tampoco.

—Por ahora —añadió Charly con un guiño juguetón mientras daba palmaditas en el hombro de David.

David sintió las palmaditas de Charly y se sorprendió. Era raro sentir el contacto físico viniendo de Charly. Según él, no eran cosas que pasaban con los fantasmas. Aunque Charly parecía ser un fantasma bastante particular.

—¿Qué fue eso? —preguntó David, intrigado por la experiencia.

Charly miró la palma de su mano como si hubiera descubierto algo nuevo.

—Pude sentirte otra vez. Espera... no te muevas.

Charly acercó la palma de su mano hacia el hombro de David nuevamente, pero esta vez traspasó su cuerpo como solía hacer normalmente.

—Oh, ya no funciona. Eso es raro.

David consultó la hora en su celular y se dio cuenta de que tenía que apresurarse. Estaba a punto de llegar tarde a la universidad, y tenía una prueba importante ese día.

—¿A dónde vamos? —preguntó Charly mientras seguía a David por el departamento.

—No sé tú, pero yo voy a la universidad.

—¿Te puedo acompañar? Prometo ser silencioso, ni siquiera notarás que estoy ahí.

David suelta un largo suspiro. No tenía tiempo para discutir con él, por lo que no le quedaba más opción que aceptar. ¿Qué era lo peor que podía hacer?

—Está bien.

Charly había aceptado quedarse en silencio, pero su curiosidad y necesidad de interacción humana lo llevaron a intentar tocar a David de vez en cuando, aunque sus esfuerzos resultaron inútiles.

El amor de mi muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora