Charly es el alma de un chico que había fallecido hace dos años y vagaba en el mundo de los vivos buscando ese algo que lo dejara descansar en paz. David intenta buscarle el sentido a su monótona vida, además de ser el único que puede ver a Charly.
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El otoño había sumido la ciudad en una atmósfera melancólica y dorada. Charly, solitario en su paseo nocturno, solía vagar por las calles, en su mayoría solo, pero esa noche, algo distinto lo impulsó a caminar acompañado por David.
No era demasiado tarde. En realidad había alguna que otra persona regresando del trabajo a sus casas, y entre ella estaba Fred. Llevaba la cámara que le habían devuelto hace unos días colgando desde su hombro, mientras vagamente veía su celular.
Las luces eran tenues, pero el silencio era tan grande que Fred podía sentir las pisadas de alguien detrás suyo. Por precaución se dio la vuelta, encontrando al mismo chico que le había devuelto su cámara y que por razones que no sabía conocía a Charly.
—Hey —saludó Fred, más por cortesía que por genuina alegría de ver a David.
—Hey —respondió David tímidamente, acompañando el saludo.
—Sé que esto puede sonar descortés, pero realmente no puedo quedarme con esto —dijo, refiriéndose a la cámara—. No me trae buenos recuerdos, y estaba esperando verte de nuevo para devolvértela. Lo siento.
David aceptó la cámara, curioso por la razón por la que Fred lo hacía.
—Gracias.
Sin embargo, David no pudo evitar quedarse con la curiosidad y decidió indagar un poco más.
—¿Puedo preguntarte algo más?
Fred, dubitativo al principio, finalmente accedió.
—Bien, solo una pregunta.
—¿Cómo murió Charly? —preguntó David, ansioso por conocer más sobre el pasado de su amigo.
Fred reflexionó un momento antes de responder, consciente de que revelar detalles personales podría ser delicado.
—Accidente de tránsito. Algo muy común. ¿No lo sabías? Pensé que eras algún amigo suyo.
David pensó en sí debería contárselo, pero al final desistió.
—Es que... es difícil explicarlo.
Fred, sin profundizar más en el tema, decidió seguir su camino.
—Entiendo. Nos vemos...
—...David —pronuncia su propio nombre.
—Nos vemos, David.
Separaron sus caminos y caminaron en silencio durante un rato. Charly, desde su posición, no pudo evitar intervenir en la conversación.
—¡Tenías razón! ¡Morí de forma estúpida! —exclamó, exasperado—. ¡Mi yo vivo era realmente estúpido!
David, acostumbrado a las bromas de Charly, no pudo evitar responder con humor.