Capítulo 35: El azúcar de mi café

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Brandon:
Brandon:

Al fin llego el último día de clases, el ultimo día que tendré que estar caminando por los pasillos de la universidad. Bueno al menos durante dos meses enteros.

El verano ha llegado y todo el mundo está pensando solo en fiestas o en playas, yo por el momento solo quiero ir a casa para olvidarme de todo, realmente necesito descansar han sido horas y horas de estar sobre los libros de mis colegas, Freud, Piaget, Bandura y entro otros tantos psicólogos del pasado que han dedicado su vida creando teorías y más teorías de cómo entender la conducta humano. Y siendo sincero ni leyendo todos los libros podre entender la conducta humana.

Me dirijo a la secretaria de la universidad para entregar el formulario de inscripción de la especialidad, después de mucho pensar he optado por la psicología educativa. Estaba más para ir por clínica, sin embargo, siento que mi lugar en el mundo dentro de unos tres años es estar en un salón de clases preparando a los futuros profesionales de la psicología educativa.

Hago un repaso de todo lo ocurrido este año mientras camino por los pasillos de la universidad cruzándome con varios alumnos quienes ya definitivamente se van a casa contentos porque tendrán vacaciones. Otros no por que dejaron materias pendientes por rendir en verano lo cual la afectado a bastantes estudiantes.

Salgo al patio en donde diviso pocas personas en el campus, en dos meses atrás esto estaría lleno de jóvenes estudiantes.

Vaya por un momento recuerdo que por ese lugar me distraje y terminé chocando con:

—Laura.

Recreo la imagen de una chica asustada quien abrazada a sus libros dispara una carrera perdiéndose entre los demás, sin embargo, tan bueno fue el destino conmigo ya que termino olvidándose de su libro. Ese libro que nos llevó a tener una tarde en el café juntos, bueno primeramente rechazo mi invitación huyendo nuevamente de mí, pero luego logre entender el porqué de su actuar, el porqué de sus inseguridades, el porqué de sus miedos. Aunque lastimosamente no me pudo llegar a contar aquel suceso que la dejo tan mal, iba a hacerlo, pero paso todo lo de Margot y bueno aquí estoy triste, solitario, sin chica caminando hacia la secretaria que por cierto está bastante alejada de las edificaciones principales de la universidad. Estúpidos arquitectos que estuvieron a cargo de la construcción, digo porque no construir todo en una parte y no estar separando las oficinas.

Abro la puerta de vidrio, ingreso a la sala de espera y me encuentro con dos alumnos que no conozco, uno de ellos es un chico de rubio quien está viendo algo en su celular, esta con el auricular puesto. Después esta una chica pelirroja de cabello rizado quien está mirando sus uñas, supongo que está pensando en el próximo tinte que va a usar.

—Hola chicos—saludo para intentar ser amable el día de hoy.

—Hola—me corresponde el saludo la pelirroja mientras que el chico me mira por un momento luego regresa su vista a su celular.

—¿Hay alguien adentro?

—No, tan solo estamos aquí por diversión—me contesta el chico, aparentemente me escucho a pesar de sus auriculares—. Claro que hay alguien adentro.

—Una chica, lleva más de media hora allí—comenta la pelirroja quien aparenta ser más amable.

Tomo asiento en uno de los sillones quedando frente a frente con ellos.
Mientras aguardo en la sala, saco mi celular de mi bolsillo para revisar algunos mensajes, no hay muchos solo algunos de Emma avisando que el encuentro en el restaurante será para las siete y no para las seis como estaba pactado anteriormente.

Luego veo otro mensaje de Justin que dice:
—Bro, mi padre vendrá hoy, tiene algo para nosotros. Va a estar en las cuatro en el departamento.

Yo le contesto con un:

—Ok, estaré ahí.

Verifico la hora y veo que apenas son las una de la tarde por lo que al salir de ahí voy a tener suficiente tiempo para pasar por el café, han pasado mucho tiempo, y me gustaría estar en ese lugar ya que lo más probable es que mañana tenga que ir a Sheffield.

La puerta de la secretaria por fin se abre dejando salir a una chica a la cual identifico de inmediato ya que es mi compañera de clases. No la conozco mucho, solo sé que se llama Amanda, lo sé por qué nos tocó exponer un trabajo en el mismo grupo, aparte de eso no se nada mas ya que ni hablamos mucho, de hecho, ni siquiera hablamos.

—¡Al fin! —espeta el chico poniéndose para entrar a la sala.

Ella ignora completamente al chico y solo me mira a mí ya que me ha reconocido o eso creo.

—Hola Brandon—me saluda ella al pasar.

—Hola—le contesto, sin embargo, ella ya se ha ido.

Ahora solo quedamos la pelirroja y yo, ella ahora está jugueteando con sus dedos como si estuviese nerviosa, sin embargo, se rostro refleja mucha tranquilidad. A ser sincero el silencio resulta algo incómodo que hasta quisiera iniciar una conversación, pero no se me ocurre nada que decir. Capaz le pregunte como está el sol, aunque pensándolo bien eso sería bastante ridículo así que decido mantenerme en silencio.

—¿Vienes a elegir una especialidad de tu carrera verdad? —me pregunta de repente.

Levanto la vista y noto que la chica me está mirando. Su mirada des extraña, hasta aterradora diría yo.

—¿Cómo lo supiste?

Ella se encoge de hombros—No lo sé, por eso te he preguntado.

—De hecho, ya he elegido mi especialidad—contesto—. Solo vengo a entregar los papeles.

—Estudias psicología.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo lo sabes? —ella levanta su ceja izquierda—. ¿Me has estado investigando? ¿Eres una agente del gobierno?

Suelta una risa—Tranquilo, no te he estado investigando ni soy agente del gobierno—contesta—, solo lo sé porque tu mochila tiene la etiqueta de la facultad de Filosofía.

Ah cierto, lo había olvidado. La etiqueta de la facultad que me dieron en primer año.

—Me había olvidado que tengo la etiqueta pegada por la mochila, entres tantas cosas.

—Descuida.

—¿Y tú a que vienes? —le pregunto.

—A reinscribirme.

—¿A qué carrera?

—Psicología—su respuesta me sorprende, bueno, aunque eso explica lo de su mirada analítica, pero aterradora—. Tuve que dejar la carrera hace dos años.

No contesto nada ella mira hacia la puerta de vidrio por un momento.

—Ahora mismo estaría terminando la especialidad—explica—. Sin embargo, la muerte de mi madre lo cambio todo, tuve que hacerme cargo de mis hermanitos porque mi padre es un alcohólico de mierda. Ahora que he conseguido un buen empleo junto a una media beca decidí volver para terminar la carrera.

—Vaya, lo lamento mucho.

—Descuida.

—¿Y qué especialidad vas a continuar?

—La Psicología Educativa.

—Yo también—espeto con algo de emoción—. Esto es increíble.

—Eso es estupendo, creo que nos vamos a llevar muy bien.

—Yo creo lo mismo.

En ese momento la puerta se abre y el chico sale con unos papeles en su mano.

—Adiós perdedores—masculla y desaparece por la puerta de vidrio.

—Por cierto, mi nombre es Amalia—me dice antes de entrar.

—Un gusto Amalia, soy Brandon.

—Un gusto Brandon—comenta y entra junto a la secretaria.

Vaya en cuestión de minutos he iniciado una nueva amistad, creo que es una muy buena manera de cerrar el año. Aunque me hubiese gustado cerrar este año con ella, toda la hora pienso en ella, la extraño, y me duele con toda el alma fingir una sonrisa mientras por dentro me esté derrumbando a pedazos.

Rayos, de estar celebrando una nueva amistad ya estoy nuevamente sufriendo por ella.

Ojalá pudiera hacer un borrón en mi cabeza y olvidarla, pero ni rebobinando todo mi sistema seré capaz de olvidar ese bello rostro que tanto amo.

Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás y arreglar todo. Sin embargo, ya no puedo y tengo que seguir.

Amalia sale de la secretaria con una sonrisa.

—Adiós Brandon, fue un placer conocerte nos vemos el próximo año.

—Adiós Amalia, el placer fue mío. Que tengas un buen verano.

Sin decir más ella sale así que decido entrar a la sala, allí la secretaria me aguarda sentada en su escritorio de lujo.

—Buenos días—saludo amablemente.

—Buenos días. Su nombre por favor.
—Brandon Rogers.

Teclea su computadora, supongo que está buscando en el sistema.

—Veo que todo está en orden señor Rogers—me avisa—. Ha mantenido sus calificaciones por lo que aun mantendrá su beca vigente durante el próximo año. Así que tan solo debe entregar el formulario sobre la especialidad que desea abordar el próximo año. ¿Lo trae consigo?

—Sí, aquí esta—le entrego el formulario ya completo.

Ella le echa una ojeada rápida y vuelve a teclear en su computadora.

—Muy bien, ahora es oficialmente un alumno de Psicología Educativa.

Eso significa que me ha registrado en el sistema, bien ahora ya está todo en orden ya me puedo ir y por ende me pongo de pie, pero ella me detiene:

—Aguarde un momento—me vuelvo a sentar—. Le tengo una noticia muy buena señor Rogers.

—¿Qué cosa?

—Pues la beca de la universidad proveída por la entidad Etihad han decretado que todos los alumnos que mantengan su beca vigente recibirán una carga monetaria en su cuenta bancaria.

—¿Es enserio?

—Claro que sí, diez mil euros a su cuenta.

—Vaya eso no me lo esperaba.

—Es el fruto de la máxima dedicación al estudio señor Rogers y desde aquí esperamos que siga por el mismo camino. Me agradaría mucho tenerlo como compañero de trabajo aquí algún día.

—Lo mismo digo Señora Parris.

—Bien, hemos acabado. Que tenga un buen verano.

—Lo mismo para usted—me despido y salgo de allí rumbo al café.

Una vez allí caigo en la cuenta de lo que me ha pasado. Diez mil euros, eso no me lo esperaba, para nada, mama va a estar muy emocionada con esto, y ni que decir papa. Aunque aún no sé qué hacer con este dinero, pero ya se me ocurrirá algo. Es mucho, jamás había manejado tanta cantidad de dinero.

Ordeno un capuchino para lleva, ya que había estado ahí más de una hora dimensionando la noticia.

Se siente raro estar en el café y no estar sobre uno de mis libros. Aunque siempre es bueno estar aquí, voy extrañar venir aquí durante el verano.

Llego al departamento y abro la puerta, adentro me encuentro con el señor Anderson presente ya.

—Brandon, ven hijo te estábamos esperando—me dice.

—Hola—saludo acercándome veo que Justin también está allí.

—Hola—saluda Emma quien emerge de la cocina.

—Ya estamos todos—anuncia Justin.
Tomo asiento en el sofá junto a Emma y Justin.

—Bien ya que estamos todos, quisiera decirle algunas palabras y entregarles unos obsequios—comienza el señor Anderson—. Ha concluido otro año universitario para ustedes y estoy muy orgulloso por todo lo que han aprendido este año—se dirige a Justin y a mí—. Y por ende quisiera entregarles esto para que sigan estudiando siempre.

Nos da dos cajas, al recibirla sé que se trata de una computadora portátil nueva. Esta de lujo.

—Muchas gracias señor Anderson.

—Gracias papá.

—Emma, no pienses que me olvide de ti—saca otra caja—. Sé que has pasado tiempos muy difíciles por lo de tu hermana. Admiro mucho la fortaleza que tienes niña, esto es para ti—le entrega también una computadora portátil.

—Gracias señor Anderson, esto esta increíble—agradece ella emocionada.

Él sonríe complacido.

—Sé que tal vez este sea el último día que estén los tres juntos—el señor Anderson parece estar emocionado—. Y tal vez no los vea en mucho tiempo a ustedes dos—nos señala a mí y Emma—, quiero que sepan que son como mis hijos y estoy consciente de que Justin los quiere como hermanos. Les deseo lo mejor en sus vidas, y si algún día necesitan algo no duden en llamarme. Ahora vengan acá.

Ambos no dudamos un segundo y nos levantamos para abrazarlo al mismo tiempo. Justin no pierde tiempo y se une al abrazo.

—Bien ya tengo que irme—nos dice al separarnos—. Si sigo aquí voy a llorar.

Todos reímos ante su comentario.

—Hijo tu madre y yo estaremos esperándote en el departamento.

—Está bien papa. Estaremos allí en una hora—le contesta Justin.

Después el padre de mi amigo se va.

—No sabía que tu padre podría ser tan sentimental—bromeo.

—Ni yo lo sabía—contesta mi amigo.

—Fue muy gentil—espeta Emma—. Y creo que ha cambiado mucho y para bien.

Los dos asentimos porque estamos totalmente de acuerdo ante eso. El señor Anderson ha cambiado bastante.

Hecho una ojeada rápida al departamento, está casi vacío. Emma ha estado empacando las cosas todo el día, eso me da una clara señal de que se va mañana o esta misma noche.

—Bueno chicos ¿Cómo va la cosa ahora? —inquiero sobre el tema del encuentro de esta noche.

—Pues yo tengo que ir con Camile junto a mi madre. Ella quiere verla ya saben—anuncia Justin.

—Yo mientras tanto, estaré preparándome en mi habitación. Jackson vendrá por mi, Brandon tu puedes ir con nosotros.

—Claro, me parece bien.

Los tres nos quedamos sumidos en un breve silencio.

—¿Todo acabo verdad chicos?

—Así es—afirma Emma—. Nos toca seguir caminos diferentes ahora.

—Nunca los olvidare chicos, ustedes son lo máximo—musita Justin.

—Ni yo a ustedes.

—Ni yo a ustedes—me sigue mi amiga.

—Los buenos momentos siempre quedaran.

—Y aunque lejos estemos.

—Unidos estaremos siempre—completa Justin la frase que inventamos cuando llegamos aquí.

Ya en mi habitación comienzo a ordenar algunas cosas para comenzar a empacarlas. Justin ya se ha ido a recoger a su novia, Emma está en su habitación. Guardo algunos libros en una de las cajas por la cantidad de libros tuve que requerir de dos cajas para guardarlas todas. La mayoría de mi ropa ya está en la enorme maleta que tenía guardada en la esquina de mi cuarto. Creo que tendré que contratar un Uber para que me lleve con todo y mis cosas hasta Sheffield, aunque eso me costara algo caro.

Reviso mi celular y no me sorprendo al ver que no tengo ningún mensaje, ahora que las clases terminaron no creo que mis compañeros escriban en los grupos. Antes solo lo hacían para pedir las tareas.

Ya prácticamente todo está empacado por lo que mañana mismo podre ir a Sheffield con mis cosas y todo. Emma toca la puerta

—Brandon, Jackson estará aquí en cinco minutos.

Eso es más que suficiente para estar listo.

Preparo una camisa azul, unos jeans negros junto a unos championes, después voy al baño para darme una ducha rápida. En cuatro minutos ya estoy de nuevo en mi habitación atando los cordones. Tomo mi celular que estaba cargando y salgo a la sala donde me encuentro con mi amiga ya lista.

—¿Lista?

Ella asiente.

—Tenemos que bajar. Él ya está aquí—avisa mirando su celular—. Vamos.
Los dos salimos al pasillo y nos dirigimos al ascensor, Emma pulsa los botones y ya estamos descendiendo.

—Tres años pasan volando ¿no?

—Pasan volando, es como si fuera ayer cuando llegamos aquí—comenta ella con clara nostalgia.

—¿Qué hora te vas? —le pregunto queriendo cambiar el tema que yo mismo empecé. Genial Brandon.

—Mañana, a las ocho.

—Excelente.

—Nataly y mama ya están allí. Nosotros iremos a la casa de la mama de Jackson y después nos vamos.

—Vaya, veo que han retomado su relación con toda la misma seriedad.

—Si jamás pensé que iba a suceder de nuevo—musita con una sonrisa.

Estaba por decir algo más, sin embargo, el ascensor se abre, salimos al pasillo de la planta uno para luego salir a la calle. Ahí nos esperaba Jackson recostado por su auto.

Nos subimos al auto y nos dirigimos al restaurante, durante el camino la mayor conversación se centra entre ellos que hablan de muchas cosas y situaciones que yo desconozco por completo por lo que me toca guardar silencio en el asiento trasero recostado mirando por la ventanilla viendo como está cayendo la noche en la ciudad.

—Llegamos—anuncia Jackson.

—Esto va a estar bueno, el señor Anderson fue tan generoso que nos reservó la terraza—espeta Emma con suma emoción.

—¿Es enserio?

—Sí, Justin me lo dijo ahora, ellos ya están allí.

Bajamos del auto y esperamos en la entrada a que Jackson estacione. Después los tres entramos y camarero nos dirige hasta la terraza del segundo piso.

Al llegar nos encontramos con Justin y Camile quienes se acercan a saludarnos al notar nuestra presencia. También está un chico que desconozco totalmente.

—¿Quién es él? —le pregunto a Justin.

—Es Daniel, un amigo nuestro—me contesta—. Según se sale con la amiga de Laura.

—¿Con Alice?

—Si con ella—realmente no sabía que Alice estuviera saliendo con alguien—. ¿Quieres algo de tomar?

—Si.

Justin me pasa un vaso blanco, miro su contenido el cual está lleno de una bebida de tono amarillenta, pruebo un sorbo y no está nada mal. De hecho, esta delicioso.

—¿Ya estamos todos? —pregunta el echando una ojeada al lugar.

—Aun no, faltan dos personas—le contesta Emma.

¿Quién serán esas dos personas?

Me encojo de hombros y sigo bebiendo, dos cameros vienen dejando comidas en la enorme mesa larga que está situada en el centro mismo del lugar.
Han pasado casi cuarenta y cinco minutos desde que llegamos al lugar, yo me la he pasado conversando con Justin y Camile, mientras que Emma y Jackson han entablado una animada conversación con el chico Daniel. Me acerco al barandal para observar desde allí, realmente la vista es muy buena, se puede ver mucho de la ciudad que está en pleno movimiento en esta hora de la noche.

—Ya estamos todos—anuncia Emma.

Me giro para ver quienes han llegado y todo el pecho comienza a vibrar desesperadamente.

Es ella.

Ella está aquí acompañada de Alice.
Definitivamente es ella, lleva puesta una blusa color beige junto a unos jeanes negros, y su cabello está hecha una trenza que cae a un lado de su rostro. Se ve hermosa. Es la primera vez que la veo así sin chaqueta y sin su cabello atado en una enorme coleta.
Emma se acerca a ellas para recibirlas, Camile también se acerca envolviendo a Laura en enorme abrazo.

En este momento siento la terrible necesidad de ir a envolver mis brazos a su cintura, sin embargo, estoy consciente de que aquello es más que un simple anhelo.

—Chicos vengan—nos llama Emma.
Sin darme cuenta Justin, Daniel y yo nos hemos quedado cerca mientras las chicas estaban saludando a las recién llegadas.

Con mi vaso en mi mano me acerco a la mesa y tomo asiento, ella también se acerca y no sé si decir desgraciadamente o afortunadamente, pero ella toma asiento quedándose frente a frente conmigo.

Y pareciera que la tierra dejara de girar cuando nuestras miradas se juntan una vez más.

—Hola—suelto el saludo sin más.

—Hola—contesta ella con una leve sonrisa que me hace explotar por dentro.

—Bien, pueden servirse a gusto—avisa Emma poniéndose de pie—. Así que disfrutemos de este momento juntos iniciando con un brindis—todos tomamos nuestras copas—. Por este bello grupo de amigos que hemos formado. Por los amigos.

—¡Por los amigos! —decimos todos al unísono levantando nuestras copas.
La cena pasa rápido y tranquila, entre animadas conversaciones, risas, una que otra broma y miradas cruzadas que hacen palpitar al corazón a más de cien latidos por minutos.

Es lo que me pasaba cada vez que Laura y yo cruzábamos una que otra mirada.

Ahora la mayoría están tomando bailando mientras que ella está mirando sujetada del barandal, está mirando a lo lejos. La noto pensativa. Ahora recuerdo que tengo una conversación pendiente con ella, me armo de valor comienzo a caminar junto a ella en cuestión de segundos estoy parado a su lado mirando al vacío.

—Hola—me apoyo en el barandal—. Estas muy bella esta noche.

Lo suelto sin más, a este punto ya no tengo más nada que perder.

—¡Gracias! —me contesta sin voltear la mirada—. Tu tampoco te ves mal.

Instantáneamente los dos volteamos al mismo tiempo cruzando miradas.

Luego volvemos la vista al frente manteniéndonos en pleno silencio, solo escuchamos el alboroto que están causando los chicos atrás.

—Laura.

—¿Si?

—Necesito hablar contigo—le suelto sin más, tenía que decirlo y no quería estar dando vueltas y vueltas al tema.

—Está bien—accede ella—. ¿De qué quieres hablar?

—No aquí—espeto—. Quiero hacerlo a solas.

Ella asiente y los dos empezamos a alejarnos, no sin antes decirles a los demás que ya nos vamos. Sinceramente ya quería irme del lugar, a pesar de estar con los chicos ya me sentía bastante cansado, aparentemente. Laura se sentía igual.

—Vaya casi todos están ebrios—comento mientras bajamos por las escaleras.

—Si, en especial las chicas—concuerda ella.

Bajamos a la primera planta la cual está prácticamente vacía, miro mi reloj y me doy cuenta de que ya son las dos y media de la mañana.

—¿Te parece si te acompaño hasta tu departamento? —le pregunto.

—Me parece bien, tendremos suficiente tiempo para hablar hasta allí.

—¿Qué harás mañana? —inquiero.

—Nada, tendré que ir a la casa de los Henderson, luego iré a la casa de mi madre—contesta—. ¿Y tú?

—Pues me iré a Sheffield bien temprano.

—¿Cómo te sientes ahora que sabes que vivirás solo el próximo año? —me pregunta mientras doblamos una calle.

—Bien, los voy a extrañar mucho, pero voy a estar bien—ella asiente—. ¿Han pasado tantas cosas no?

—Bastantes diría yo.

—Sí, todo era tan aburrido antes de chocar contigo—le recuerdo, en estos momentos siento que las palabras empiezan a fluir sin más, no si es por el efecto del poco alcohol que consumí—. Mi vida era tan monótona, sin embargo, un día apareciste y todo cambio.

—Vaya, no sé qué decirte—baja la mirada—. Ese día no quería saber nada de nadie y salí huyendo.

—Pero olvidaste tu libro—sonrió al recordar aquello—. Y fue lo mejor que pudo pasar.

Nos quedamos en silencio mientras seguimos avanzando, el departamento de Laura no que tan lejos por lo que llegaremos en unos diez minutos.

—Todo paso muy rápido—musita—. Sin darme cuenta invadiste todo mi ser.

—Lo mismo digo yo, te metiste en mi mente y no pude sacarte nunca más. Ni siquiera ahora.

Ambos detenemos el paso y nos quedamos frente a frente.

—No hay día en que no piense en ti—le digo entonces—. Los días sin saber algo de ti son realmente horribles. Te he extrañado mucho, no sabes cuanto.

—Brandon—susurra y tomo su mano—. Yo siento lo mismo, también te he extrañado.

Me acerco acortando distancia entre nosotros.

—Yo más aún, si pudiera volver a atrás y enmendar todo, te juro por Dios que lo haría porque te extraño y mucho.

Estoy a tan solo centímetros de ella que puedo oler perfectamente el aroma de su perfume.

Sique extrañaba esto, estar cerca de ella, sentir su cálida mano con la mía y más aún besarla. Me acerco más a ella con la intensión de unir nuestros labios, pero ella se aparta.

—Sin embargo, no puedes volver atrás. Todo está hecho.

—Lo sé—asiento tristemente—. Y estoy más que destrozado por ello.
Se suelta de mi mano y volvemos a caminar manteniéndonos en pleno silencio. Sin darnos cuenta ya estamos frente a los portones de su departamento.

—Llegamos—dice ella.

Yo la miro una vez más, a este punto ya no sé qué decir, estuve pensando tanto en que decirle, pero ahora simplemente estoy en blanco, mi cerebro me está fallando de nuevo.

—Vaya, estas increíblemente bella esta noche—le digo acercándome más a ella, su aroma me hace volar a otra dimensión.

—Eso ya me lo habías dicho hace rato.

—Y te lo volvería a decir una y mil veces más.

Sin pensar más en nada me acerco a ella quedando a centímetros de sus labios. Estoy a punto de besarla.

—Brandon.

Y sin más la beso.

Dios, he extrañado tanto esta sensación, es como si estuviese flotando al espacio exterior. Nos separamos, yo la miro directamente a los ojos y le digo:

—Solo déjame decirte algo antes de que te vayas—musito y ella asiente lentamente—. Fuiste lo mejor que me ha pasado, no solo este año sino en toda mi vida. Mi vida antes de que tu llegaras era tan aburrida, luego apareciste y todo cambio.

Veo que una lagrima se desliza por su mejilla. Trago grueso y sigo:

—Simplemente te convertiste en el azúcar de mi café, no podría ser feliz sin ti, pero si tú eres feliz sin mí, pues eso está bien para mí—siento un nudo en mi garganta—. Te amo.

Ella me mira fijamente y me dice:

—Te amo.

Luego se gira y se va caminando, sin embargo, se detiene a unos metros del portón del edificio, luego se gira nuevamente me mira fijamente y camina rápidamente hasta llegar a mí para abrazarme y plantarme un beso en los labios. Nos separamos, yo no entiendo que está pasando.

—No sé qué me hiciste maldito idiota, pero tampoco podría ser feliz sin ti.

—¿Lo dices enserio? —pregunto.

Ella me vuelve a besar.

—¿Eso quiere decir que..

—¿Qué si vuelvo contigo? —me interrumpe ella—. Pues si Brandon, estoy aquí y es lo único que quiero, es lo único que quise cuanto me fui de tu lado porque te amo cuatro ojos.

En ese momento sentí que volvía a respirar, en ese momento volvía a vivir por la que ella estaba conmigo en mis brazos nuevamente.

Saco mi celular para mirar la hora.

—Aún falta algunas horas para amanecer—anuncio—. ¿Qué quieres hacer?

Ella lo medita durante unos segundos hasta que dice:

—¿Qué te parece si vamos a mi departamento, preparamos unos cafés y nos subimos a la azotea?

—Me encantaría.

Ella toma mi mano y me guía adentrándonos no al edificio. No me importaba que íbamos a hacer, en ese momento no me importaba nada porque estaba con ella y eso era más que suficiente para sentirme la persona más feliz en la tierra.

FINAL.








Una Tarde en el CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora