Capítulo 3.

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La verdad es que tengo muchísimas ganas de llegar. Me queda una pequeña raya de batería, y apenas son las 4:36. Intenté dormirme pensado las cosas que podía hacer cuando lleguemos.

A)      Hacer amigos.

B)      Comprar ropa.

C)      Ir a la playa.

D)      Aprender de una vez a surfear.

Sabía que iba a tardar para todo, porque no soy buena haciendo amigos. No me decido para comprar ropa, a la playa era obvio que iba a ir, y no sé surfear, y no sabré nunca. Recuerdo la primera vez que intenté hacerlo. Tenía once años. Mi madre me había pagado una clase de surf, era muy cara así que intenté dar lo mejor que pude. Presté muchísima atención a lo que hacía el profesor, y luego intenté imitarlo. Él estaba en la parte trasera de la tabla de surf. Y yo en la delantera. Para mí, las olas eran gigantes. El remaba y yo también. Me gritó “PÁRATE”, pero como me dio tanto miedo no lo hice, la ola nos alcanzó y me caí de la tabla golpeándome la cabeza con una estúpida piedra. Mi profesor me colocó en la tabla y me llevó hasta la orilla. Mi madre tenía miedo, porque estaba desmayada. A los cinco minutos desperté. No volví a surfear, pero siempre me quedé con las ganas.

Siempre recuerdo ese día. No puedo imaginarme cómo habré hecho el ridículo. ¡¿QUÉ PERSONA LE TIENE MIEDO A PARARSE EN UNA TABLA?! Tenía que ser Emma Michelle, para que me pase semejante cosa.

No puedo dormir aún. Sigo mirando hacia el cielo esperando a que anochezca. Son las 5:15. Falta muchísimo. Nunca pensé que este viaje iba a ser tan aburrido. Entre que mi celular no tenía batería, mi hermano dormía, mi madre me ignoraba, y mi padre manejaba, prefería morir antes que aburrirme.

Después de unos minutos mi hermano se levantó. Yo me reí, estaba todo despeinado.

-¿Ya llegamos? –dijo él.

-No Brad, quedan 6 horas.

Su cara de decepción fue como para tomar una foto. No dejaba de reírme. Y mientras me reía pensaba que como mi hermano se levantó, me iba a aburrir menos. Resulta que no. A los dos minutos volvió a dormirse. Volví a intentar dormirme.

El calor me mataba, sinceramente tenía muchísimas ganas de quedarme desnuda. Pero sabía que era incorrecto así que prácticamente le rogué a mi padre de encender el aire.

-No.

-Oh vamos papá.

-No.

-¡Mamá!

-¿Qué quieres que haga? –dijo mi madre.

-Dile.

-George, por favor. Enciéndelo.

-No.

Mi mamá gritó ‘George’ y yo grité ‘papá’. Fue a coro.

-Gasta la batería del auto.

-Sólo un momento.

Después de rogarle unos diez minutos, logré convencer a mi papá de que lo encienda. Estaba mejor. Muchísimo mejor. Por segunda vez en el viaje logré dormirme.

La terraza. (Screamau)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora