Mi madre me levantó. Íbamos a ir a la playa. No tenía muchas ganas, eso significaba estar nuevamente sola. Sin amigos. Aburrida. Mirando al mar, que era lo único divertido.
Me dirigí hacia la mesa, donde había ricas masitas y una leche con chocolate. Mi hermano estaba viendo el noticiero con mi papá mientras mi mamá se cambiaba. Terminé mi leche con masitas y fui a cambiarme yo. Tenía un montón de mallas. Eran hermosas, no sabía cuál usar. Así que hice el famoso “ta te ti” para ver cuál salía.
El ta te ti escogió una hermosa bikini azul con margaritas. Esa malla me la habían regalado el año pasado, no tenía breteles. Me cambié, y me coloqué un short de jean. Salí, con mis anteojos de sol en la mano y mi sombrero de paja.
Luego se cambió mi hermano y luego mi padre.
-¿A qué playa iremos? –Le pregunté a mi mamá.
-Es una que queda cerca del hotel.-me contestó.
Estaba ansiosa. Hace mucho no pisaba la arena, y eso que soy de Lynch.
Estábamos todos listos. Lo único que faltaba era la comida, que íbamos a comprar en la playa, aunque tomamos una heladera portátil con yogurt bebible de frutilla y algunas manzanas. Tomamos las sillas, la comida, y nos dirigimos hacia la puerta del ascensor. Casi olvidaba mi celular así que rápidamente corrí hacia la habitación para agarrarlo. Una vez que lo tenía, estaba más tranquila.
Estábamos por llegar a la playa, yo me estaba sacando fotos, o eso es lo que hice en casi todo el viaje, y luego se las enviaba al grupo que tenía con Noah y Ryder. Ryder es mi mejor amigo desde que tengo memoria.
Una vez que llegamos, bajamos las cosas. Mi papá bajó último ya que tuvo que estacionar el auto. De repente me llega un mensaje de Noah.
NOAH: Sexy lady.
Y al rato me llegó otro de Ryder.
RYDER: Coincido con Noah. ¿Estás en la playa?
Podía ver mensajes, pero no podía contestarlos.
Bajamos las largas escaleras que había para llegar a la playa. Bajé tan ansiosa que me doblé el pie en el penúltimo escalón, pero intenté disimularlo.
Tuvimos que esperar en la administración un tiempo hasta que mi madre consiguiera una carpa. Al rato, vino con el número de carpa. Estábamos en la P12. Era una grande. Frente al mar. Armamos la pequeña mesa que venía incluida con la carpa. Ordenamos las sillas. Colocamos la heladera en la arena, y sacamos las manzanas y el yogurt. Mi madre me pidió que vaya a comprar algunos sándwiches al kiosco. Y eso hice. Tomé dinero de la billetera de papá y me dirigí hacia el kiosco.
Tuve que volver a subir esas largas escaleras, creí que no terminaban jamás. Había tres puertas. La primera puerta era del comedor, la segunda era de los baños, y la tercera era la administración. No encontraba el kiosco. No tenía ganas de volver a bajar y subir las escaleras, así que entré en la del comedor. Me sentía bien, porque era la puerta correcta.
-¿Qué se le ofrece? –me preguntó la chica que atendía.
-Sándwiches de queso. –contesté yo.
La chica se dio vuelta y tomó una pequeña caja llena de sándwiches.
-¿Cuántos quieres? –me miró.
-Doce.
Ella tomó unos doce sándwiches de queso y los colocó en una pequeña bandeja de cartón. Los envolvió y me los tendió.
-¿Cuánto es?
-Doce dólares.
Le di quince dólares. Esperé su vuelto, y una vez que me lo dio, me dirigí afuera con los sándwiches en la mano. Volví a bajar las escaleras que para mí eran un infierno. Escaleras + calor: infierno.
Volví a la carpa después de un rato, estaba mi mamá aun colocando el mantel. Le di los sándwiches y los colocó en medio de la mesa.
-Mi vida, ¿no vas a comprar una gaseosa? Es que no hay. –me dijo.
No, no tenía ganas de ir, pero si no quedaba otra opción debía hacerlo.
Después de ir, y venir ya estaba muy cansada. Se me fue el hambre, pero comí igual.
Terminamos de comer a las 2:14. No había comido más de dos sándwiches. Me levanté de mi silla, y salí de la carpa para acostarme en la reposera y tomar un poco de sol. Mi madre me había alcanzado el protector solar ya que no me había puesto antes. Me pasé por ambas piernas, ambos brazos, los hombros, el cuello y la cara. Estaba blanca de tanto protector que tenía puesto.
A las 4:00 comencé prácticamente a asarme en la reposera. Me estaba muriendo del calor. Así le avisé a mi mamá que iría al mar, pero justo ella me dijo que debíamos volver al hotel, no entendía para qué, pero eso hicimos.