Acabábamos de llegar al rancho de los Guzmán, ya que Ovidio nos invitó a desayunar.
Entramos a la casa y lo primero que vimos fueron las pantuflas de peluche de la pequeña Maya.
–¿Alguna vez te imaginaste ver juguetes de bebé en esta casa?– me pregunto serafín mientras jugaba con un Nenuco.
–Hay cosas que nunca imaginé ver– dije viendo cómo le cambiaba de ropa completamente animado.
–¿Que rollo chavalos?– Edgar llegó saludandonos muy sonriente.
–Que rollo mijo– dije abrazándole.
–A qué hora llegaron Chente– dijo Iván mientras bajaba.
–Acabamos de llegar– dije dándole un sape a Serafín quien aún seguía entretenido con el muñeco.
–Buenos buenos–dijo Ovidio bajando cargando a la pequeña, quien al vernos soltó una carcajada.
–Ora tu pinche cahamaca– le dijo Iván cargándola–Pareces una guacamaya con todas las greñas despatriadas mija– dijo riendo.
–Yo ví un truco en Tiktok, onde peinan a las plebes con una aspiradora– dijo Alfredo mientras le agarraba los cachetes.
Ovidio y Serafín se dieron una rápida mirada y sin más corrieron para uno de los cuartos.
–¿Y estos locos?– dijo Iván y antes de que alguno de nosotros pudiese contestarle, Ovidio llegó con un paquete de ligas, mientras que Serafín cargaba la aspiradora.
–Ora si mija, pa que vea su madre como se debe de peinar– Ovidio cargo a la niña y la sento en el sillón.
Todos estábamos atentos cuando la aspiradora prendió.
–Si hacen llorar a la plebita, les voy a meter un chingadazo– dije viéndoles.
Ambos asintieron nerviosos y sin más Ovidio comenzó a juntar el cabello de la bebé afigurando una coleta. Serafín acercó la manguera de la aspiradora y literal le aspiro el cabello.
–¡Ya quedó!– grito Iván al ver que aún seguían aspirando.
Ovidio amarro la pequeña coleta, que al final termino siendo un chingo y sin más miro a la niña sonriendo.
–Tito– dijo ella Viendo a Iván haciendo que este la cargará y le besara la cara.
–Me das miedo cuando estás con Maya– Alfredo lo miro y le dió la razón a Edgar.
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–¿Que no ves a la niña tan chula que tengo yo, verga?– dijo Iván acomodando su vestido.
–¿Tienes?– juro que me salió del corazón esa pregunta.
–Si– contesto seguro mientras me veía fijamente– Así como mis hermanos también tienen–