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Arabía.

Agarre la moto de Iván, y sin más salí del rancho, le había pedido a Néstor que no me siguiera, sería una salida rápida, así que no miraba la necesidad.

Llevaba al rededor de 2 horas conduciendo sin rumbo el centro de Culiacán estaba lleno, y sin tomar en cuenta la Tacoma negra con placas de Jalisco que me seguía desde hace 1 hora, todo estaba bien.

-Arabia ¿Estás bien?-  era un mensaje de  Ovidio, no lo tome en cuenta y apague el teléfono.

Iván.

Miraba a Alfredo y Ovidio que susurraban cosas, luego volteaban con Edgar y negaban.

–Ivan– dijo Ovidio nervioso– ¿Sabes dónde está la quinita?– todos me miraban atentos.

–No– dije mientras veía a Vicente con el ceño fruncido.

–De seguro anda con un novio– dijo Serafín, ganándose una mirada de mis hermanos mía, y Vicente.

Solté una carcajada.

–Es más probable que se vuelva buchona a que tenga un novio en este momento– dije riendo a lo que todos en la mesa me miraron sin entender.

-No me digas que es tortillera– dijo Alfredo provocando una carcajada en mí.

–Su novio murió hace dos meses–

Un silencio se formó en la mesa, nadie sabía que decir, Vicente tenía sus cejas elevadas, pero nadie pronunciaba nada.

Arabía.

Eran la 1:40 am, ya iba camino al rancho, pues a las 4 tendría que salir de nuevo hacía el aeropuerto.

Llegué, me dejaron entrar, y todos estaban reunidos en la sala.

–¿Quien se murió?– dije llamando la atención de todos.

–Ay gracias a Dios estás bien– dijo Iván mientras me tomaba la mano y le daba un beso.

Lo miré y le sonreí.

–Ivan, ¿me puedes acompañar a un lado ahorita a las 3?– dije sintiendo la mirada de todos.

–Si mi reina, ¿Todo bien?– dijo mirándome con una ceja levantada.

No sabía cómo iría a reaccionar, por lo que solo asentí.

Edgar tomo mi mano, y sin más salimos de ahí.

–¿Que pasa Ara?– dijo viéndome. A lo que yo solo levanté la ceja sin entender.– ¿por qué has estado tan seria con nosotros?

–Solo estoy cansada– mentí mientras miraba mis manos– Son muchas cosas– sin más me alejé y me fui a mi habitación.

[•••]

Íbamos ya en camino al aeropuerto yo iba manejando, Iván iba de copiloto, y Ovidio, Alfredo y Edgar a quienes había invitado de último momento Iván detrás. Todos venían en pijama sin saber a dónde íbamos.

La canciónes de Ovidio sonaban en la camioneta mientras el tarareaba la canción.

Llegamos al aeropuerto y todos estaban confundidos.

–¿Me acompañan?– dije al mirar a la señora Norma.

Mis hermanos asintieron no muy convencidos, bajaron de la camioneta, pero cuando vieron a la señora, pararon en seco ellos me veían con el seño fruncido, y sus caras eran completamente de confusión, y eso aumento cuando miraron a la niña de 2 años que salió detras de ella.

ResilienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora