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Arabía

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Arabía.

Al fin Maya estaba dormida, había pasado toda la tarde sollozando y llorando. Tal parece que Maya había entendido perfecto la situación.

Mire la foto que estaba recargada en el buró, y de nuevo las lágrimas comenzaron a salir.

Me cambié, y sin más bajé para abajo donde estaban mis hermanos.

–Ovidio– dije llamando su atención y la de todos.

–Quina– dijo mientras se acercaba –¿Estás bien?– me miró preocupado.

–¿Te puedo encargar a Maya un rato?– dije mientras lo veía. El asintió y sin más salí de ahí ignorando los llamados de Iván, Edgar y Alfredo

Subí a la camioneta y salí del rancho sin permitir que alguien me siguiera.
Pensaba todo lo que había pasado en estos años, en mis planes nunca estuvo el ser madre, no quería serlo, pero el lo deseaba y yo lo amaba. Sin embargo ahora amo a mi bebé, es lo más valioso que tengo.

Llegué a una licorería, y no me contuve con las botellas de tequila.

El que yo me sintiera de este modo era realmente irónico, mi papá me enseñó a no llorarle a nadie, mucho menos a ningún cabron, pero no podía contenerme.

Le di el primer trago a la botella haciendo que  ardiera mi garganta, mis lágrimas no habían parado de salir.

Las canciones sonaban, haciendo que mi corazón se rompiera aún más de lo que ya estaba.

¿Que me faltó, para que te quedarás otro rato a mi lado?

Ese escribo de la canción era lo que más me había llegado. El tenía a su mujer, a su hijo, y yo aquí llorando.

–Si que estás pendeja Arabia– me dije limpiando mis lagrimas mientras me paraba en el semáforo, escuchando la canción que traía la troca de al lado.

"No sé quién tuvo la culpa pero ya ni viene al caso, devuélveme mi corazón aunque sea en pedazo"

Iván.

Llevaba más de 1 hora dónde Alfredo y yo habíamos salido a buscar a Arabía mientras que Ovidio y Edgar se habían quedado cuidando a Maya.

–Salio enfierrada– decía Alfredo–Le a de haber calado o dolido mucho.

–Pos si we– dije viéndolo– es el papá de su hija, quien se decía que era algo así como su amor– dije mientras miraba las calles atento aver si se miraba la Silverado por algún lado.

–¿No es aquella?– dijo Alfredo señalando a la troca blanca que estaba estacionada.

Nos estacionamos detrás de la camioneta, nos bajamos y en cuanto lo hicimos la música retumbó en nuestros oídos.

–No mames ya es preocupante– dijo Alfredo acomodándose la gorra cuando escuchamos cantar a Arabía.

Nos acercamos pero como la troca estaba polarizada no podíamos ver por dentro.

Abrí la puerta del copiloto con Alfredo a mi lado.

–Mirate nomás quinita– dijo Alfredo mientras negaba.

–¡Archi!¡Jesús!– dijo ella sonriendo mientras tenía todo el rímel corrido y sus lágrimas salían.

–Vamos a Casa Ara– dijo Alfredo ayudándole a bajar.

Cuando Arabia estaba abajo, pudimos observar las botellas de tequila ya vacías.

–Tiene aguante la hija de la chingada– dijo Alfredo mientras me veía asombrado.–Yo me llevo la camioneta, tu llévate a la Quinita, carnal.

Asentí y cuando quise caminar con ella de la mano, me di cuenta que no podía sostenerse. La cargué y la subí a la camioneta.

Ella seguía llorando mientras miraba a la nada.

–¿No soy suficiente Archi?–

"Archi"

–Eres más que suficiente Quina– dije antes de encender la camioneta para seguir a Alfredo.–Eres la mujer que cualquier hombre quisiera tener a su lado.

–Nos dejo, el tenía a otra mujer a otro hijo Iván– decía mientras agachaba la mirada.

En el camino nadie más hablo, yo no sabía que decirle, nunca imaginé verla así, desprotegida, decaída, incluso estoy seguro que  vulnerable.

Llegamos al rancho y ella solo estaba callada, volví a cagarla, y al momento de que llegamos a su habitación, la mire, y cambie el rumbo para ir ahora a mi cuarto.

–A dónde vamos– dijo mientras se aferraba más a mí.

¡Ay Arabiaa!

–Vamos a bañarte– dije mientras la dejaba en la cama y prendía la regadera, abriendo la llave del agua fría.

Cuando volví al cuarto, la mire a ella despojándose de su pantalón, quedando solo en ropa interior.

–Es hora de bañarte– dije mientras la cargaba de nuevo.

La metí debajo del agua y sin más salí del baño.

–Ivan– dijo ella en una voz neutral–¿Tú me vas a querer Siempre?–

–Si Joaquína, pero apúrate que Mayita te está esperando.– dije mientras comenzaba a recoger su ropa, y al mismo tiempo yendo a buscar algo mío que le pudiese quedar.

–¡Ay! Si cierto, no mames se me olvido– dijo haciendo que yo riera. –Soy la peor madre–

–Eres la mejor madre Ara–

–¿No has visto como la peino acaso?–

Nadie de mis hermanos y yo habíamos querido decir algo, pero Maya si parecía una guacamaya cada que era peinada por su madre, o sea siempre.

–¡Iván!– grito Ovidio– La media hambre.–

–Por favor dime qué no acabaste de llamar media a Maya Ovidio– dije mientras escuchaba la carcajada de todos, incluso la de Arabia y la de mi bebé.

–Es que Edgar le dijo Mayita, pero suena más chingon Media– dijo Ovidio mientras entraba al cuarto seguido de mis hermanos y la bebé que traía el en brazos.–Asi cuando esté grande será como una clave secreta. La Media– dijo mientras sonreía orgullo.

– Mejor no le digas nada– dijo Arabia mientras salía con una sudadera mía y... Y solamente la sudadera.

–Dichosos los ojos– dijo Vicente mientras entraba por la puerta.

–Tan agradable como siempre– dijo ella mientras se metía debajo de las cobijas de mi cama, haciendo que todos estuviésemos confundidos.

Al parecer a Vicente no le agrado nada el que ella hiciera eso, sin embargo a mí sí.

–¿Vamos a un antro o qué?– dijo Serafín mientras arruyaba a Maya.

Todos habíamos dicho que sí, Arabia por obvias razones había declinado, por lo que sin más nos fuimos del rancho, dejándolas a ellas ahí.


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