Capítulo 24

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Narradora omnisciente.

Sábado 25 de junio.



Eran las 10:00 a.m. La mañana parecía ser perfecta, no había rastro de nubes grises y el sol que empezaba hacerse un poco fuerte tampoco era tan irritante.

El chico de cabello color miel se movía de un lado a otro acomodando varias cosas en un bolso, observó una manta que estaba en cama y la tomó entre su mano cuestionándose en si llevarla o no.

No dio muchas vueltas y envolvió la manta para meterla en el bolso, el cual se terció y agarró las llaves de su moto para salir lo más rápido que podía.

-¿Saldrás? -la mamá de Dante interrumpió su caminata y él se giró sobre sus talones para dedicarle una mirada tierna y asentir-

-Saldré un rato con April -pronunció y en sus ojos color verdes apareció un brillo, brillo el cual su madre lo notó se acercó y acarició su mejilla-

-Ve con cuidado cielo -mencionó dejando un beso en su frente-

Aunque el chico ya tenía dieciocho años y dentro de dos meses cumpliría los diecinueve, para su madre él seguía siendo su bebé, el niño el cual no dejaría que nada malo le pasara o al menos eso intentaría, porque él como sus otros hermanos. Eran los tesoros de mamá.



...



La moto dio un gran rugido al ser encendida de una sola patada.

La moto de color negra que era la adoración de Dante, una moto dónde no subía a nadie y la cual solo la utilizaba para cosas importantes o solo para él.

La moto que había sido testigo de todas las escenas románticas que el chico estaba viviendo con la castaña, la chica que le dio un giro a su mundo sin que él se diera cuenta.

Pero que claro estaba que él no se arrepentía de ello, ella era su luz, su pequeño tesoro y él para ella era su cielo, su universo.

Porque no importaba que tan oscura fuera la noche o que tan triste fuera su vida al no poder disfrutar de ella; él pintaba estrellas en su cielo oscuro y dibujaba sus más grandes sueños en su mente y en su corazón, él era el pintor que llenaba su vida de color.



...



La moto al haber llegado al lugar, Dante se bajó dejando su casco sobre la moto y se dirigió al arbusto que había debajo de unos grandes árboles, se quitó el bolso y saco las cosas que traía para dejarlas ahí y volver al frente para sentarse en el pequeño morro que ofrecía una hermosa vista a la ciudad.

-Berlín -susurró- me ofreciste un lindo comienzo aquí, un comienzo luego de dos años. Y lo agradezco, pero ¿cómo le explicaré a ella que en octubre debo de volver a Italia? Que al no revelarme y no aceptar entrar al negocio de mis padres me veré obligado a viajar a Italia y arreglar lo que comencé.

Soltó un gran suspiró y entrelazó sus manos que colgaban de sus rodillas, bajo la cabeza y al momento volvió a subirla para poder hablar.

-¿Si me llevara conmigo estaría bien? -cuestionó en voz baja mirando hacia la ciudad- no creo que su mamá se oponga. ¿O si lo hará?

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