Capitulo 16.

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Lo despertó el familiar picotazo en la mejilla. Obito gruñó y se tapó la cabeza con la sábana. Se suponía que estaba de vacaciones y no había podido dormir todo lo que quería ni un solo día.

Escuchó un aleteo, seguido de un peso extra sobre su hombro.

—Suzaku-chan...

Agitó el brazo y oyó otro aleteo. En el fondo sabía, que Suzaku no se iba a dar por vencido. Nunca lo hacía. Varios segundos después estaba tirando de la sábana. Obito dio otro tirón hacia el lado contrario, incapaz de creer lo fuerte que se estaba volviendo y aún no se había hecho adulto.

—¡Agh, está bien! —Obito se levantó malhumorado y salió de su cuarto a grandes pasos. Suzaku se posó en su cabeza—. Podías quedarte un rato más durmiendo. ¡Es verano! ¡Es malo para la salud madrugar!

Si tan sólo quisiera comer lo que Zetsu o Guruguru le daban, el problema acabaría. Pero Suzaku sólo aceptaba la comida que le diera él o Deidara. Por suerte, Madara había accedido a que se visitaran tal y como hicieron el año pasado. Obito había estado esforzándose mucho en su tarea para poder obtener el permiso.

Pasó a la cocina, tomó el cuenco de madera y sacó la caja de semillas de la despensa. Echó un puñado en el cuenco. Luego agregó también unos cuantos arándanos como postre.

—Tus favoritos -canturreó al agregarlos.

Verlo comer hizo que se le pasara el mal humor. Obito notó que estaba saliendo un poco de pelusa azul en su cresta, además de la roja y amarilla que ya estaba. Conforme pasasen los meses, más y más tonalidades aparecerían en su plumaje, Deidara le había enseñado montones de fotos y dibujos de hoo-hoos adultos y en crecimiento.

En cuanto Suzaku terminó de desayunar, Obito lo dejó en el jardín en compañía de Tobi y fue comer algo.

La oclumancia era lo que mejor se le estaba dando. Lo dejaba fatigado, pero había estado haciendo muchos ejercicios por su cuenta. Jamás dejaría que su profesor particular se enterase de que le gustaba Deidara le daba pánico solo el pensar que  se lo pudiera decir a Madara.

Tendrían que torturarlo para sacarle el secreto.

En cuanto llegó de Hogwarts, llamó a Guruguru en secreto y le pidió que le trajese todos los libros de oclumancia que pudiera encontrar. Los leyó en el transcurso de los siguientes días y mientras no se sintió listo, fue capaz de convencer a su profesor para probar otros hechizos primero y dejar la oclumancia de lado por unos días. Al menos hasta que sintió que los escudos de su mente eran lo suficientemente sólidos como para resistir un intento de traspaso no muy agresivo. Además, eso le había permitido pasar más tiempo practicando otras cosas.

Deidara llegaría en unos días más a pasar dos semanas con él y Obito quería asegurarse de que había progresado lo suficiente como para impresionarlo. Tanto en hechizos como en su rutina de ejercicio diaria de flexiones y abdominales que todo guardián que se preciase debía seguir.

La hora de sus clases se acercaba y Obito subió a su habitación a cambiarse. Al quitarse la camiseta, se miró en el espejo.

Los músculos de su brazo y su abdomen estaban cada vez más definidos. Se preguntó si Deidara se fijaría en eso y si le gustaría o no.

Se preguntó si sería suficiente para contrarrestar las cicatrices en su cara.






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Obito cerró los ojos. Pensó en todas las veces que entrenó junto a Deidara. En el abrazo que se dieron tras la victoria de Gryffindor contra Ravenclaw. En todas las veces que despertó a su lado ese verano a punto de acabar. En aquel beso que le dio en un sueño y que le supo mejor que todos los dulces juntos.

—¡Expecto Patronum! —exclamó Obito, girando la muñeca.

Un hilillo plateado brotó de la punta de la varita. Nada que pareciera al principio demasiado impresionante. Al menos hasta que no empezó a brillar más y más fuerte, iluminando la oscura estancia. Obito contuvo la respiración.

Ya estaba empezando a pensar que una vez más había fallado. La esfera de luz giraba en el aire mientras se moldeaban sus formas y se definían sus detalles. Luego levantó la cabeza y extendió las alas. Los ojos de Obito se abrieron mucho.

—Katsu...

Una lechuza blanca. La lechuza de Deidara.

Obito no se dio cuenta que se le había caído la varita de la mano hasta que esta golpeó el suelo. En lugar de recogerla, retrocedió unos pasos y chocó con una mesa baja. Dio un gritito agudo mientras agitaba los brazos intentando recuperar el equilibrio.

Pensó tanto en presumir su patronus con Deidara y no se le pasó por la cabeza ni una vez que eso podría ocurrir. Obito se llevó las manos a la cabeza.

Demasiado obvio. Demasiado transparente. Sus sentimientos ahí expuestos en un animal hecho de luz. ¿Cómo le iba a explicar eso ahora?

Uno de los retratos se aclaró la garganta.

—Eso es un patronus.

Obito miró atrás, buscando cual de ellos lo había dicho.

—Tío Izuna —murmuró.

—Es un hechizo complejo. ¿Por qué te avergüenza haberlo dominado?

—Bueno... —Obito se esforzó por no apartar la vista de aquellos ojos casi rojos. Era solo un retrato. Un retrato—. ¡Supongo que la emoción me confundió!

Su risa salió más aguda de lo que calculó. Izuna ni siquiera hizo el amago por sonreír un poco. Obito paró de golpe.

—Es un ave. Igual que el halcón peregrino de Madara y mi garza. Un buen patronus Uchiha —dijo su difunto tío.

—Exacto. No tiene nada de peculiar. ¡Nada!

Con renovada confianza, salió a buscar a Madara para contárselo. Al menos con esa información, a él sí lo podría convencer de que no había nada raro ahí.











971 Palabras.

Una Aventura Por Hogwarts. Obi/dei (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora