Capítulo 14

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Voy en coche a trabajar. Podría haber cogido mis carpetas y haberme metido en el metro, pero tengo intención de recoger el resto de mis pertenencias de casa de Ethan cuando salga de la oficina. He estado posponiéndolo toda la semana porque llamó a mis padres. No he hablado con él del tema y creo que no voy a hacerlo. ¿Para qué? No quiero entrar en el juego de dimes y te diré. La verdad es que ni siquiera tengo ganas de volver a verlo, al menos hoy no.

Llego a la oficina a tiempo de ver un ramo enorme de calas sobre mi mesa. Suspiro. ¿Cómo consigue que envíen las flores tan de prisa?

Busco la tarjeta.

ERES UNA SALVAJE Y UNA CALIENTABRAGUETAS.
ME VUELVES LOCO.
TE QUIERO.
BSS, T.

¿Que yo lo vuelvo loco a él? Ese hombre delira. Le mando un mensaje rápido.

<Lo sé. Las flores son preciosas. Gracias por llevarme al... trabajo. Bss, I.>

Arreglo mi mesa y abro el correo electrónico y la lista de tareas pendientes, pero me distraigo en seguida del trabajo cuando me acuerdo de que no me he tomado la píldora. Cojo el bolso del suelo. Rebusco en su interior durante unos cuantos minutos. Finalmente, pongo el bolso boca abajo y vacío el contenido sobre la mesa.

—¡Mierda, mierda, mierda! —Por favor, otra vez no.

—Buenos días, flor. —David entra en mi despacho.

—Buenos días —digo sin levantar la vista, sumida en mi búsqueda inútil. Me merezco una medalla por ser tan descuidada—. ¿Has tenido un buen fin de semana? —pregunto recogiendo un puñado de tickets olvidados que procedo a embutir en la papelera.

David gruñe un par de veces.

—Pues no, la verdad es que no. ¡Mira!

Me fijo en eso que se supone que debo mirar y me olvido de la montaña de basura que hay esparcida sobre mi mesa.

—¿Qué? —pregunto.

Se señala la cabeza con el dedo, así que me levanto de la silla y me inclino hacia adelante de puntillas, pero sigo sin ver nada.

—¿Qué, David?

—Eso. Ahí. ¡Mira!

—David, ¿qué se supone que tengo que ver?

—La calvicie incipiente —me dice, molesto.

Recorro con la mirada su mata de pelo gris plateado en busca de algún indicio de calvicie, pero que me aspen si veo alguno.

—David, no tienes ninguna calva —intento tranquilizarlo.

—La tendría si no me tomara mis vitaminas —gruñe—. Bonitas flores.

—Ah, sí. Son de mi hermano —contesto a toda velocidad. Tengo que hablar con Taehyung acerca de esto de enviarme flores.

—Qué dulce —sonríe, y se va a su despacho.

Mi móvil empieza a bailar sobre la mesa para avisarme de que tengo un mensaje de texto.

<Eres preciosa y sé que lo sabes. ¡Descarada! Te echo de menos. Bss, T.>

Me echa de menos. Me derrito sobre el contenido de mi bolso. Yo también lo echo de menos, pero ahora mismo me preocupa más tener que ir a la consulta de la doctora Mónica por tercera vez. Es ridículo.

Ya que tengo el móvil en la mano, decido hacer la llamada que no me apetece en absoluto hacer. Llamo a Ethan, que espera dos tonos antes de contestar.

—¿Isabella? —Parece contento de oírme. Quiero borrarle la sonrisa de la cara cuanto antes.

—Hola, quiero ir a recoger mis cosas. —Voy directa al grano. Si no necesitara mis cosas, ni me molestaría en llamarlo. Sólo de pensar en él, se me pone la carne de gallina; hablar con él me da urticaria. Estuve con Ethan cuatro años. ¿Qué me ha pasado?

Obsesión // K.TaehyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora