Aceptarse como una völva no fue tarea fácil. En ese viaje, también contrajo la enfermedad que había llevado a la muerte a su hermana y a toda la tripulación que transportaba el barco. Sin embargo, sobrevivió. Durante catorce días navegó en la inconsciencia. Nunca supo cómo había hecho para mantenerse en un estado viviente; debió haber entrado en algún tipo de letargo, donde su cuerpo mantuvo los ritmos mínimos para utilizar la energía en la curación. Fue cerrar los ojos en un momento para saltar y despertar tiempo después. Nada en el medio.
En el momento en que volvió a abrir los ojos, no tenía fuerza ni para mover la boca. Su lengua estaba pastosa y sólo podía emitir unos sonidos raros que apenas parecían palabras. Volvió a perder la conciencia, pero esta vez surgieron sueños y pesadillas. Se veía correr por una zona oscura y de repente aparecía en una fiesta con personajes disfrazados, o bien, se veía levantarse para tomar agua hasta saciar la sed incontenible. En medio de un sueño sintió que alguien la levantaba del piso y ella se resistía; no entendía qué pasaba porque la somnolencia persistía.
Poco a poco la confusión de su mente fue cediendo. Se encontraba en una cama y dentro de un barco; percibía la suavidad que la envolvía y los movimientos que producía el agua. Intentó retirar la sábana, pero su brazo casi no le respondía; hizo un manoteo, como si chapotease sobre la tela y desistió, porque se volvió a dormir.
Notó que humedecían sus labios y pudo abrir los ojos. Se trataba de Walda, una vecina de su pueblo. Se quiso incorporar, pero la detuvo con su brazo.
- Tranquila. Te estás recuperando, aunque todavía estás muy débil. Vaya a saber cuánto tiempo estuviste tirada sobre cubierta. Encontramos tu barco a la deriva y todos muertos. Incluso estábamos por prenderlo fuego para descanso de las almas, cuando vi que algo se movía; no sé si fue real, pero me llevó a que revisara tu pulso, casi inexistente.
Fue un milagro que Walda y su familia pasaran con su pesquero. Les llamó la atención que la embarcación no tuviera las velas bien atadas y que el viento las revoleara para cualquier lado; si no hubiera sido por eso, habrían seguido su ruta hacia el pueblo. Se emocionaba cada vez que venía a darle de comer, ya que había jurado que era imposible su recuperación.
El proceso fue lento. Sin embargo, para la fecha en que la costa del pueblo apareció en el horizonte, ya podía dar unos pocos pasos y volver a acostarse. Por eso logró salir por sus propios medios cuando llegaron a puerto. Mientras salía, acompañada por Walda, se habían juntado un grupo de marinos que observaban asombrados. Al llegar a tierra firme, conformaban una multitud que iba surgiendo de las calles aledañas. La historia de su viaje se desparramó con mucha más agilidad de lo que ella podía avanzar por el muelle.
Los primeros rostros la miraron con asombro y pena. Después aparecieron otros que se alegraban al verla y gritaban frases de apoyo. También surgieron aquellos que se acercaban con cierta incredulidad. De alguna manera, todo el pueblo se enteró de su regreso.
Jens, el marido de Walda, la llevó con su carro hasta su casa. Cuando abrió el pórtico del jardín, el ruido produjo que vinieran corriendo de diferentes lugares un montón de gatos. Mientras caminaba hasta la puerta de entrada, maullaban, se restregaban entre sus piernas e incluso uno se trepó hasta su brazo. Jens y Walda trataron en vano de echarlos; al abrir la casa, entraron todos antes que ningún humano.
Una vez que logró sentarse en una silla y descansar, contó cuántos eran. En total habían aparecido en la casa siete gatos. Ellos habían percibido su esencia de völva. Había regresado a la vida.
Personajes del capítulo:
Hellsa: la protagonista
Jens: pescador, esposo de Walda
Walda: vecina del pueblo, esposa de Jens