Enemigos a la vista

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Todavía estaba muy débil y casi no podía caminar. En realidad, no tenía problemas de manejarse por el interior de la casa, donde los pasos eran contados y no había mucho esfuerzo para hacer. Sin embargo, cuando salió al jardín y quiso dirigirse al manantial que discurría por los fondos de su terreno, la situación fue diferente. Sentía las piernas pesadas; levantarlas era como tener que subir un ancla de barco en plena tormenta de agosto; comenzó a sudar frío y su respiración se volvió entrecortada.

Yam la acompañó con tranquilidad hasta la mesa del jardín y se sentaron a charlar. Los primeros días la conversación giró sobre situaciones cotidianas y comentarios graciosos que hacían que se rieran, incluso de una hoja que volaba sin precisión a la deriva del viento. Hellsa estaba feliz de estar viva, todo le parecía maravilloso y sentía que la gente le brindaba su amor y su apoyo. Algún desconocido habría pensado que la muerte de su hermana no la había afectado o que se había fumado una especie de narcótico que la alejaba de la realidad. Pero ella no podía dejar de pensar en que estaba viva y de sentir la compañía de la gente que se acercaba para brindarle su cariño y todo el mundo era bueno y todo brillaba con colores luminosos.


En tanto Beka se reunía con Gullstain para conversar sobre las últimas novedades. En realidad, tenían mucho para hablar porque el plan que habían proyectado se había venido abajo. Hellsa estaba otra vez en el pueblo. Si bien se había conseguido la muerte de Anie, la presencia de la hermana mantenía pendiente el asunto. Mientras Hellsa no intentara hacer averiguaciones de ningún tipo, el pacto de sangre serviría para que nunca llegara a su conocimiento el poder de su familia y ellos pudieran seguir disfrutando del dominio del territorio. 

Sentados en un sofá de un color verde loro, Gullstain no podía dejar de mostrar su rostro preocupado, mientras Beka, habiendo dejado la escrupulosidad sobre sus movimientos, se presentaba en una actitud poco delicada para ella. 

- Estaba todo perfectamente encadenado... manejado incluso con una precisión milimétrica. ¡No había forma de que alguien se salvara! 

- ¡La vela mal atada! -rumió Koberstain.

- No podemos arriesgarnos a dejarlo inconcluso. 

- Si le sucede algo ahora, cualquiera puede entrar a sospechar...

- No, si usamos magia.

- Estás en un nivel bajo de magia. Te creés que por vender una pócima de cuarta que me dieron en Altazor sos una experta. 

- Los oscuros me dijeron que tenía un don. El otro día aprendí a hacer un sortilegio para que se pierda. Tengo que practicar... 

- Sigo pensando que es muy arriesgado. 

- Vos querés seguir viviendo y mandando en tu territorio, así que más vale que hagamos algo y que nadie se entere. Es cierto... tuvimos un breve traspiés, pero nada más.

- Por algo salió mal. Lo que digo es que vayamos con pie de plomo.

- Dejame a mí probar esto. No hay manera de que alguien lo asocie a nosotros. Somos su familia y estamos ahí para acompañarla en todo lo que necesite.

- Eso también me molesta. Tener que estar a su disposición para que la gente vea que nos ocupamos de ella.

- Ay, Koberstain, tampoco es la muerte. Lo hacés una vez con una acción bien visible, a tal punto de que ella misma comente a otros lo bueno que fuiste. Por ejemplo, fui la primera en entrar a la casa para ofrecer mi ayuda. 

- Sí y para saber.

- Y ahora todos se dirigen a mí para preguntarme cómo está mi queridísima prima, porque consideran que soy cercana a ella.

- Los asesinos regresan al lugar de la muerte.

En eso ingresó Hush que traía el café que habían solicitado. En segundos Beka recuperó su postura controlada y su timbre de voz dulce y delicado que usaba siempre.

- Somos familia y las tragedias son el momento para que nos unamos más. Hellsa nos necesita y ahí vamos a estar para que el duelo no sea tan fuerte.

Sin dudar en interrumpir la conversación, Hush preguntó: 

- Disculpe, señora Beka, la indiscreción, pero quería saber cómo está su prima.

- ¡Hush! -largó Koberstain ofuscado contra su mucama que siempre tenía algo que decir.

- Ay, pobrecita... Pero ¿sabés qué me dijo? Beka, y me agarró la mano con fuerza, ahora vos sos mi hermana. Por supuesto, le respondí entre el llanto que no pude contener. 

En cuanto salió Hush, Beka miró a su hermano: Hay que aprovechar cualquier ocasión para construir nuestra imagen y nunca, ni siquiera en momentos más personales, podés dejar de actuarla o todo se viene abajo.










La hechicera rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora