Lugares ocupados

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Ya estaba recuperando las fuerzas normales. Había podido subir hasta el templo de Sunniva, por lo que en cualquier momento iban a comenzar a caer sus clientas habituales; por lo tanto, decidió aprovechar la tarde para ir a tomar unos mates a la orilla del mar. Se preparó su bolsito y se fue feliz para disfrutar del murmullo de las olas y de sus pensamientos. Así fue hasta que llegó a la playa. Se detuvo. Su lugar estaba ocupado por una chica. Estuvo a punto de pegar media vuelta, pero necesitaba relajarse un poco, aunque ya estaba más tensa todavía. Miró con detenimiento. El árbol estaba ocupado; ahí no podía sentarse. Vio unas piedras que estaban más allá que permitían cierta comodidad, pero bajo el sol. No se quedaría mucho tiempo, así que tenía poca importancia.

Mientras pasaba con cierta parsimonia frente a su árbol, la chica que lo ocupaba la saludó con un "buenas tardes". Giró su cabeza y la inclinó levemente como señal de respuesta. Entonces la intrusa aprovechó para invitarla. 

-¿Querés sentarte acá y que tomemos unos mates? -preguntó señalando el bolsito que llevaba.

Pensó que sí, quería sentarse ahí, pero no le interesaba el plural. En fin... tendría que ceder. "A veces hay que salir del círculo de confort para recuperar mi lugar." 

-Hola, soy Jasy. Soy nueva en el pueblo.

-Ah, con razón. Mi nombre es Hellsa.  

-Me mudé a la casa de mi tía Tika. 

-¿En serio? Estás enfrente de mi casa -comentó sorprendida Hellsa.

-Wow... qué casualidad... somos vecinas -acotó la nueva sin vestigio de duda.

Siguieron hablando mientras tomaban mate. 

-Mi abuela está muy mal y no se puede cuidar sola. Por eso Tika se fue con mi mamá y sus otras hermanas para ocuparse. Justo mi marido tuvo un accidente y no podía hacer más trabajo de campo, por lo que Tika nos ofreció su casa y nos vinimos para el pueblo.

-Mirá, vos. No sabía que Tika tenía familia. En realidad, no sé mucho de ella, porque cuando nos cruzábamos, ella te recitaba uno de sus poemas y seguí de largo. Siempre tan alegre...

-Sí, es una gran poetisa.

-Uh... vamos a tener que esperar su vuelta para escuchar sus deliciosos poemas.

En realidad, ninguna de las dos la volvería a ver ni nadie tendría más noticias de ella, ya que su cuerpo se encontraba enterrado en algún lugar de su enorme jardín.

-Tuvimos que hacer un viaje largo. Primero en carromatos que iban en caravana para poder defendernos de los atacantes de camino. Fue una tortura, porque vivía con miedo todo el tiempo, más que nada por mi hija que tiene cinco años. Después el viaje en barco... todo me resultaba complicado, pero por suerte llegamos sin mayores contratiempos. Al principio, me arrepentí de haber iniciado el viaje, pero ahora ya estoy tranquila y creo que valió la pena. Evans, mi marido, ya consiguió trabajo en la herrería y yo puedo ocuparme de la casa y de mi nena. 

-¡Qué bueno que puedas ver el cambio como algo positivo! Va a ir todo bien.

Poco a poco le fue cayendo bien la presencia de Jasy y también le contó algo de su propia historia, aunque la versión que le relató solo se refería a los últimos acontecimientos; no tenía mucho sentido aburrir a la gente con toda una explicación. 

En eso apareció Killa, la hija de cinco años, que apareció con una planta que tenía una flor de un color especial. La miró fijo a Hellsa y le extendió los brazos para que agarrara lo que traía en sus manos. 

-¿Es para mí? -le preguntó a la nena, que solo levantó los hombros y se fue corriendo.

-Sí, evidentemente, es para vos -se rio la madre-. Parece que le agradás, porque no le gusta tener contacto con la gente.

-Ah... ya me compró. La voy a adoptar como mascota -dijo como un chiste, aunque se quedó expectante para ver la reacción de su interlocutora, ya que podía tomarlo a mal. Cuando vio que se reía, suspiró aliviada. Solía hacer comentarios que le salían sin pensar y que podían ser interpretados de forma no muy agradables. Entonces se rieron juntas. 

Cuando volvía a su casa, casi se lleva por delante al hombre raro que había secuestrado a Nuroc. Pensó que podía ser el marido de Jasy, por lo que le preguntó: 

-Disculpá... ¿Vos sos Evans?

-No, me llamo Harlock, pero si querés, puedo tener otro nombre.

Su cara afable pasó a cara reticente y se fue mientras respondía: -Perdón, me equivoqué de persona.





La hechicera rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora