Peligros latentes

19 1 0
                                    

Hellsa estaba rodeada de gente; sin embargo, existían varios grupos que querían deshacerse de ella. Sin saberlo, vivía en una pendiente continua. No ignora la existencia de los peligros, porque ya había sido advertida por Anie, aunque en realidad siempre había tomado las advertencias como un juego de niños hasta que se concretaron con la muerte de su hermana.

Por un lado, estaba el aquelarre de la noche anterior, compuesto por personas de altos niveles de magia negra, dirigidos por un demonio. La hermandad de los oscuros creía que su líder era un brujo, pero ignoraban su esencia demoníaca. Sus familias habían logrado alcanzar un nivel alto dentro de la organización y conocían los planes globales. Sabían que debían deshacerse de un obstáculo que impedía la consecución de sus objetivos. En principio, habían dejado la resolución en manos de una célula local, que tenía llegada directa a través de un familiar cercano, sobre todo porque el jefe no quería quedar expuesto, como había sucedido esta noche. El brujo, con su poder diabólico, solo había conseguido la muerte de una mascota. No quería demostrar su furia, que se pudo entrever en sus ojos rojos; sin embargo, en cuanto quedó solo, arrojó su bola de cristal y la hizo trizas al estrellarla contra la pared. 

Por otro lado, estaba Beka que quería demostrar sus poderes a sus camaradas y también deshacerse de su prima para que nunca pudiera reivindicar sus derechos sobre el territorio que dominaba y sobre las empresas familiares que habían desvirtuado hacia objetivos negativos. Ella y Koberstain habían armado una red entre los miembros de su familia para manejar el legado de los Langsa. Sin embargo, se confundieron; los dos creyeron que el pacto de sangre correspondía a la posesión sobre bienes materiales y financieros, cuando el verdadero poder de ese linaje residía en las fuerzas espirituales. 

No era casualidad que una valkiria y una völva surgieran de esa familia. Tampoco fue fortuita la muerte de Anie; la guerrera debía traspasar al otro plano para poder luchar bajo sus propias reglas. Desde los dos planos, debían enfrentar a sus enemigos y tener la posibilidad de éxito. Los oscuros se dieron cuenta de su error después de haber ejecutado el asesinato. Su agenda se desestructuraba constantemente y debían establecer nuevos parámetros para desarrollar los hilos adecuados para el logro de su hegemonía final. 

También había conseguido llamar la atención de otras personas que no tenían el encono de los anteriores, pero que consideraban que necesitaban tenerla vigilada o bajo control, incluso existían algunos que envidiaban su capacidad de convocatoria y, de alguna manera, admiraban el efecto que causaba en la comunidad. Mientras tanto Hellsa vivía en una nube. Sabía que estaba en peligro, pero no lo percibía; sabía que estaba vigilada, pero no cuán cerca. A pesar de eso, y teniendo en cuenta las vivencias de Anie, ya no confiaba en nadie. ¿Cómo podía confiar en alguien si Anie le había trastocado toda su existencia?

Ya no podía ver su pasado de la manera en que lo había visto siempre. Había aceptado mentiras ilógicas como normales cuando no resistían el mínimo análisis o se contradecían con datos concretos. Su mejor amiga de la infancia, con quien había cursado todos sus estudios, no aparecía en el listado de egresados. Sus parejas de repente desaparecían sin explicación concreta o posibles candidatos encontraban otra persona antes de que surgiera un acercamiento interesante. Situaciones singulares, que siempre había tomado como normales, que todavía seguía pensando como naturales, pero que ahora comenzaban a llamarle la atención. Sabía que no podía comentarlas con nadie, ya que no había forma de hacer entender la secuencia de los hechos sin parecer una loca.








La hechicera rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora