En sus brazos

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Los días siguientes fue como si se acelerarán. Por un lado, se sentía más relajada y tenía una actitud más confiada hacia los demás. Cada tanto se juntaba con Jasy para tomar mate y charlar en "su" lugar cerca de la playa, donde jugaba con Killa como si fuera un gato y había conocido a Evans, con quien había confundido la primera vez a Harlock, por lo que cada vez que lo veía no lograba contener la sonrisa ya que eran muy diferentes. 

Hellsa se sentía más libre y logró tener una actitud más espontánea con Harlock. Por supuesto, no contaba todo lo que debía contar y en ese sentido fue como madurar de golpe, debido a que antes era una persona que contaba absolutamente todo y mostraba su interior como un espejo sin ningún ocultamiento, en tanto ahora había cuestiones que se reservaba en una actitud de individuo adulto.

La invitaba a tomar cerveza, salían a caminar por el bosque o cabalgaban por distintos lugares, tomaban mate, jugaban a los dados o le ofrecía una cena en su casa. A veces Hellsa sentía que aparecía demasiado y comenzaba a sentir un cosquilleo incómodo; sin embargo, daba la impresión de que le leía la mente o la conocía mejor que ella misma, ya que de repente desaparecía unos días para volver a la carga de manera sorpresiva. 

Como hubiera dicho Yam: Vayamos al punto. 

Harlock había tenido muchas oportunidades para darle un beso y no había aprovechado ninguna. Por eso Hellsa comenzó a pensar que era probable que le gustaran los hombres y ya estaba por pasarlo a la "friendzone" cuando la sorprendió con un comportamiento nuevo. Volvían de tomar una cerveza en el bar de siempre, ya habían llegado a la puerta de la casa de Hellsa y cuando había cerrado sus ojos para recibir el beso en la frente (algo que al principio le había parecido muy tierno, pero ahora la exasperaba), sintió la presión de los labios en los suyos. De forma instintiva, retiró la cabeza. Se miraron a los ojos y Hellsa apoyó su cara en el hombro. Él le levantó la barbilla con sus dedos y se lanzó para darle un beso profundo y electrificante. Esa noche no pasó nada más. Harlock se fue hacia su casa, mientras ella se quedó mirando cómo se iba desde la puerta, ya que a duras penas sus piernas podían sostenerla, las sentía débiles y temblorosas. En cuanto se recuperó, pudo entrar a su casa, donde los gatos la esperaban detrás de la puerta.

Se siguieron viendo como siempre, pero ahora se sumaban los besos, las caricias, momentos de intimidad con largas charlas sobre el pasado y sobre el futuro. Una tarde jugaban a los dados (lo normal era que Hellsa ganara con el cubilete y Harlock con los naipes). Antes de empezar ella lo desafió: "Si ganás esta partida, tenés un premio especial." Había pensando en decirle que estaba a su disposición, pero su naturaleza controladora le impidió hacer ese ofrecimiento.

Ella consiguió hacer una generala en seguida y estaba relativamente feliz por su victoria. A pesar de eso, Harlock no se desanimaba. En una vuelta, tiró una vez y sacó todos los números disponibles, pero no era una escalera; de la bronca metió todos los dados en el cubilete, lo sacudió mientras lo mantenía tapado con la otra mano, luego sopló como si fuera una velita de cumpleaños y lanzó los dados sobre la mesa... cinco, cinco, cinco, cinco, cinco: generala servida. Saltó de la silla con los brazos en alto para festejar a los gritos. La levantó en vilo y cuando la iba bajando, aprovechó para besarla eternamente.

- ¡Ahora quiero mi regalo especial!

- Para mí hiciste trampa. 

- ¡Que trampa ni que trampa! Gané con todas las de la ley.

Hellsa se reía del festejo que había armado Harlock por el simple hecho de haber ganado a la generala, sin saber cuál era el premio especial. En su interior ella había tomado una decisión y había dejado el resultado al destino. Una vez que vio que la euforia de la victoria se calmaba, lo acercó tomándolo de las solapas, puso su dedo índice sobre sus labios mientras musitaba un leve shhh. Acto seguido, le agarró la mano derecha, se giró y lo llevó a su habitación. Al darse vuelta y mirarlo, no pudo evitar notar el bulto que había crecido entre sus piernas y se felicitó. Comenzó a desvestirse con lentitud, pero la interrumpió para hacerlo él mismo. Mientras eliminaba tela, recorría su cuerpo con besos y caricias. Su mundo se puso de cabeza en el momento en que la penetró.


La hechicera rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora