Me desperté con la maravillosa sensación de estar en un lugar conocido. Estiré mis piernas todo lo que pude hasta sentir una especie de cosquilleo... y chocaron contra algo, que hizo un ruido raro. Quise incorporar mi torso para ver qué era el obstáculo; un gato dormía sobre mi estómago y lo que había pateado eran otros dos que estaban en la parte baja de la cama. Con razón tenía la impresión de que no me había movido en toda la noche y había sentido la necesidad de desperezarme. Los otros cuatro estaban en determinados lugares de la habitación: dos a los costados de la puerta, uno debajo de la ventana y el otro fuera de la vista.
Cuando me levanté, salí de mi cuarto seguida por todos los felinos y encontré a Yam en la cocina, que había traído galletitas y me esperaba con mate calentito. Debía haber dormido un montón porque el sol ya estaba muy alto.
- Uy, apareció la bella Brunilda -exclamó en cuanto me vio aparecer.
- Dormí de un tirón, sin un solo sueño.
- Se nota. Entré a tu cuarto y estabas toda despatarrada...
- ¿Y los gatos? -interrumpí sorprendida.
- Durmiendo... salvo dos que estaban en la puerta, levantaron la cabeza, me maullaron y se quedaron ahí.
Me senté junto al fuego y disfruté del agua caliente que pasaba por mi garganta. Era como si el líquido fuera despertando cada fibra de mi cuerpo, como si la activara.
Después de hablar de nimiedades y dar vueltas con temas repetitivos, Yam, mientras miraba el agua que caía dentro del mate, se animó a acotar:
- Pasaron cosas muy raras mientras estuvieron de viaje. Las personas dejaron de morirse sin síntomas previos. ¿Te acordás que caían como moscas?
- También fueron extraños los sucesos en el barco. Una mañana me acerqué a la cama de Anie, que estaba durmiendo hacia un costado, y vi manchas en su cara. No tenía dudas de la situación: estaba muerta, pero no tenía los efectos de la enfermedad. Sin embargo, un aprendiz se desplomó mientras armaba la litera, otro se cayó desde un mástil; en medio de estos hechos el capitán me mandó a descansar hasta que recuperara el orden. Así fue como me acosté y creo que volví a renacer.
- Eso también es raro. La cuestión es que acá, con pócimas de Beka o sin ellas, las personas comienzan a decir incoherencias, como que son responsables de gatos.
Se miraron las dos al mismo tiempo y largaron una carcajada.
- Nunca dije que era responsable de estos gatos -respondí entre risas.
- Tenés razón. Por eso se quedaron todos a dormir en tu cama.
- Ya conocés la vieja historia: cuando un gato ingresa a tu casa es porque tiene una misión que cumplir en tu vida.
- Hablando en serio... los infectados no caen inertes, sino que primero dicen frases sin sentido y después les agarra convulsiones. Están los que dicen que es otra enfermedad, porque se manifiesta diferente... y está Beka que dice que su pócima da unos minutos más de vida.
- ¡Es todo una locura!
- Sí, pero algo cambió cuando volviste.
- ¿De qué hablás?
- Fijate. Se corrió el rumor y la gente salió de sus casas para ver Hellsa, que había aparecido entre los cuerpos de la tripulación. Se reunieron para verte pasar, para comentar lo ocurrido, para sacar conclusiones...
Hizo un silencio dramático.
- Están diciendo que volviste de la muerte. Incluso Walda insiste en que venciste a la enfermedad. Sos la elegida para salvar al pueblo.
- ¡Están todos locos! -acotó indignada.
No se lo dijo a su amiga, pero lo más grave de la situación era que alguien la había querido muerta y si el pueblo reaccionaba de esa manera, no iban a permitir que la convirtieran en una semidiosa. Tendría que tener cuidado y desconfiar de todo el mundo. Sin familia cercana, ya sin Anie, debería tomar decisiones sobre su futuro.