Koberstain y Beka se volvieron a juntar. Estaban enojados, furiosos... la violencia se notaba en cada gesto. Se sentaron en el sillón verde, mientras esperaban que Hush entrara con el café que le habían solicitado. Se mordían los labios para no hablar hasta tanto no estuvieran completamente solos. Sabían que cualquier palabra dicha de más ante la sirvienta podía servir para exponerlos socialmente; había temas que podía saber y otros que no. Hush formaba parte del grupo de tareas y por eso recibía un sueldo que no correspondía a su trabajo de mucama. No solo tenía acceso al sector íntimo de la casa, sino también era el nexo con el barrio más humilde de la zona, Villa Betale.
Hush conocía su posición y no era ninguna tonta, aunque tratara de disimularlo. Solo una vez había hecho una jugada grosera, donde pasó del hurto de galletitas al robo de objetos más valiosos. Primero intentó hacerlo pasar por un asalto y luego dejó deslizar una amenaza velada. Fue ahí que no solo consiguió mantener su trabajo, también obtuvo mayores responsabilidades con un aumento de sueldo. La verdad era que salvó su pescuezo porque se había convertido en un elemento necesario. Por ese motivo, en cuanto entró al lugar, se apuró a servir el café y a salir tratando de generar el menor ruido posible.
- La tenés bien amaestrada -acotó Beka en cuanto se cerró la puerta.
- Cuando el trabajo está bien hecho...
- No me vengas con esas pelotudeces que ya tengo a otras personas que me presionan con el tema -saltó Beka al instante.
- La cuestión es que tu pócima no salió.
- No sé qué pasó. Estaban todos los ingredientes.
- ¿Cuál era el resultado? -preguntó Koberstain impaciente.
- Tendría que haber perdido la memoria, no saber quién es...
- No solo sabe perfectamente quién es, incluso hizo el ritual de agradecimiento a Sunniva -acotó Kolberstain mientras sorbía de su taza.
- ¿Y...?
- Sabés que existe una relación entre el linaje Langsa y Sunniva.
- Pero no tiene ni idea.
- Cualquier cosa que la ponga en contacto con su linaje me pone nervioso.
- Sigo sin entender por qué no funcionó.
- Todavía no tenés el manejo mágico.
- Sí, he hecho cosas más complicadas y salieron perfectas.
- La cuestión es que no salió y seguimos con el problema.
- Entré a la casa, la saludé como correspondía, levanté las manos para hacer el gesto indicado... y algo se interpuso.
- Me inclino por una solución definitiva y directa -planteó Kolberstain mientras se acomodaba en su sillón de tapizado verde.
- ¿No entendés que no podemos? -A Beka la exasperaba cuando su hermano no comprendía los hilos que debían manejar; sabía obedecer y actuaba de manera rápida a cuestiones inesperadas, pero cuando se trataba de proyectos elaborados, no podía ver más allá de dos movimientos a futuro-. Ya lo hablamos. Por suerte, el Mester está de nuestro lado.
- Obvio... por más guita que tenga, sabe que nos necesita.
- Cuidado, nunca confíes en un perejil. Se creen importantes y eso los lleva a pensar que pueden prescindir de vos.
De repente se abrió la puerta para dejar pasar a Wayra, la esposa de Kolberstain.
- ¡Qué grata visita! -se acercó a Beka para darle un beso.
- No tan así...
- Ah... me imagino... siguen con el tema de Hellsa. Yo ya te dije, amor. Voy a la casa para saludarla, le inyecto un veneno y chau pichu.
Beka se agarró la cabeza mentalmente: "Otra más que no piensa".
En forma lenta para reforzar sus palabras explicó: - No podemos usarte para hacerle daño a Hellsa, porque puede peligrar el mercado negro de drogas medicinales. Incluso pone en riesgo la venta de mis pócimas... A todo esto, ¿necesitás más?
- No, por el momento tenemos suficientes. Desde que llegó tu primita bajó el público.
- No te preocupes, eso ya está arreglado con el Mester. Mañana decreta la vacunación obligatoria.
- Ah... se me ocurrió otra idea...
- Te agradezco la intención, Wayra, pero prefiero solucionar el problema con mis propias manos -no pudo contener su rictus de impaciencia-. Además, me tengo que ir a algún lado.