El caos

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Mientras Hellsa y Harlock disfrutaban de su relación y se divertían, en el pueblo sucedían otras cosas no tan agradables. La pócima de Beka no funcionaba, porque la gente se seguía muriendo igual, incluso si se habían puesto ese líquido parecía que generaban un contagio a sus familiares que también lo habían hecho. Si antes estaban aterrados, ahora parecían hormigas a las que se les hubiera esparcido veneno. Un grupo de vecinos se agolparon contra la puerta de la casa del Mester, violentaron la entrada y destrozaron todo lo que encontraron a su paso. Ante el miedo a la muerte, no tuvieron mejor ocurrencia que utilizar la violencia, ya que se sentían desprotegidos y consideraban que el gobernante los había expuesto a la enfermedad; necesitaban un chivo expiatorio.

En realidad, no habían pensado desacertadamente en el culpable más cercano. Los oscuros habían enviado la orden al Mester. Por un lado, necesitaban los muertos como abono para sus cultivos, pero en esencia lo que más les interesaba era la sangre, ya que en sus rituales la absorción de la vida se producía a través del líquido vital. Si en épocas pretéritas los guerreros tomaban la sangre de su enemigo para integrar en su cuerpo las cualidades del otro, en este momento se lo consideraba el elixir de la vida. Había un grupo selecto de oscuros que exigían el pago de un tributo a los diferentes gobernantes a cambio de poder y fortuna; así como en Creta el impuesto era pagado con jóvenes para el minotauro, en este caso se secuestraban chicos, menores de once años, que eran enviados a las cuevas, donde eran sacrificados en un altar; se les producían ciertos cortes en lugares precisos para desangrarlos mientras fluía hacia unas canaletas que terminaban en una pileta, donde los oscuros se bañaban y bebían hasta que su mente quedaba obnubilada de placer, mientras escuchaban los lloriqueos o los gritos de sus víctimas. Por otro lado, requerían la sensación de miedo porque disfrutaban de la energía que eso generaba, pero también porque es la mejor manera de tener control sobre los individuos; terror a una enfermedad desconocida, aceptan cualquier decisión si representa la posibilidad de no morir, aunque sigan siendo mortales.

El poblado seguía perdiendo personas. Así como se habían volcado a la violencia, había otros grupos que se aislaron en sus casas y evitaban todo contacto con elementos externos, lo que comenzaba a provocar recelos entre los miembros de la misma familia; cada uno quería cuidarse y se desconfiaba del hermano o tomar distancia de los padres. Además, existían fracciones que se agrupaban en las iglesias, mientras unos pocos, debido a circunstancias cercanas, trataron de acercarse a Hellsa, a quien suponían invencible ante la enfermedad. 

Hellsa tardó un poco en darse cuenta de la situación y fue Yam quien la alertó de que la gente la estaba buscando como milagro para sus males. Al mismo tiempo, Hellsa que ya se reconocía como völva sabía que vivir cerca de sus familiares implicaba un serio peligro para su vida. Le había costado asumir la información y había llorado por sentirse una paria; por momentos rechazaba el pensamiento de que sus seres queridos fueran su principal enemigos, pero cuando al ir atando cabos no había forma de pensar de otra manera. Sabía que necesitaba tomar distancia y recuperar su poder interno, pero no entendía cómo debía proceder, hasta que una noche, mientras acariciaba a Arya, le surgió una idea. Tenía que irse a vivir a otro territorio, como lo había tratado de hacer Anie, aunque por cuestiones diferentes. ¿Realmente diferentes?

Sin embargo, no logró concretarla, sino recién cuando el Mester tomó la resolución de que el pueblo debía trasladarse, porque la enfermedad estaba en la tierra. En poco tiempo dio la orden para que se armaran dos caravanas que estaban diferenciadas por las personas que habían tomado la pócima y las que la habían evitado. Todos estaban obligados a ese exilio, quisieran o no. Este autoritarismo sin sentido llamó la atención de Hellsa, quien consideró que debían buscar deshacerse de uno de los grupos, debido  a que no le encontraba lógica a la separación en dos grupos según esos parámetros. 

Fue ahí que decidió efectivizar su idea. Si las caravanas iban hacia el sur, ella se iría hacia el norte. No solo tomaría distancia de su familia y de mandatos descerebrados, sino que establecería su dominio en un espacio sagrado para formar una comunidad con gente confiable que tuviera la libertad de unirse a ella con el objetivo de armar fuerzas lumínicas para combatir las hordas oscuras que pretendían gobernar el mundo. No tenía la menor noción de cómo hacerlo, pero confiaba en su nueva capacidad para construir un nuevo pueblo desde el cual extender las energías de alta vibración que haría surgir una época dorada. 

La luz tiene más fuerza, hace desaparecer la oscuridad.





La hechicera rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora