No tenían claro hacia dónde se dirigían. Hellsa solo quería ir hacia el norte, en oposición a su pueblo y al mester que viajaban al sur. Todas las mañanas Harlock le preguntaba: ¿Falta mucho? Parecía un nene que estuviera impaciente por llegar, pero la realidad era que la incertidumbre los envolvía a todos y si bien tenían plena confianza en ella, el cansancio los iba ganando. En algún momento sentiría que el lugar era el apropiado. Tres días viajaron sin parar con el objetivo de tomar distancia de la caravana; luego siguieron diez días cuyo desarrollo fue a una marcha más tranquila, con períodos de descanso normales; parecían unas vacaciones grupales para disfrutar de la vida al aire libre; después fueron cinco días más donde las personas miraban todo el tiempo a su alrededor para ver si no era un excelente lugar para vivir.
Una noche de esas Hellsa convocó a todos los que la seguían. Previamente había hablado con sus amigos más cercanos que la escucharon con aprobación. Mientras se sentaban alrededor del fogón y comían la cena, se paró sobre un tronco caído y les dijo:
- Sé que están cansados de viajar y quieren llegar a algún lugar para establecerse; lo sé porque a mí también me pasa. Pero hay algo que supe hace un tiempo atrás cuando murió mi hermana: precipitar las cosas no nos lleva a nuestro objetivo y después sufrimos las consecuencias. Nuestro destino se da en el momento y en el espacio adecuados, sino se presenta antes es porque no nos conviene.
- Perdón que te interrumpa, Hellsa, pero ¿cómo vamos a saber si es el lugar adecuado? -preguntó Walda dubitativa.
- Lo vamos a sentir. Tenemos que ser cuidadosos al encontrar el espacio donde fundaremos el poblado; tiene que ser un lugar estratégico, donde nuestros enemigos sean visibles si se acercan -explicó con palabras claras e hizo una pausa mientras observaba el fuego.
Todos estaban pendientes de las palabras de la völva; por eso no tuvo que esperar que hubiera silencio para continuar.
- No es casualidad que les hable ahora. Hemos visto que se alzan una serranías frente a nosotros. Si la zona que se extiende detrás de esos cerros son óptimas para llevar una vida comunitaria, nos estableceremos ahí. Por otro lado, quería solicitar la aceptación sobre el nombre que le pondremos a nuestro pueblo.
- Hellsa, estamos acá porque tuviste la idea de emprender un viaje para distanciarte de un grupo humano que ponía en riesgo nuestra vida con una enfermedad fabricada; no tenés que pedir nuestra opinión sobre el nombre. Es tu misión -acotó Kamali, que fue una de las últimas en sumarse a la expedición.
- Mi propósito era tomar distancia de gente nefasta, que nos llenaba de miedo para poder manipularnos a su antojo y que nos arrastraba fuera de nuestras raíces para deshacerse de cualquier elemento que considerasen peligrosos para su supervivencia. Pero esas personas no se van a quedar tranquilas, porque su fin último es la esclavitud y el poder absoluto sobre la vida y la muerte de los otros. Van a venir por nosotros en algún momento...
Alguien, entre la concurrencia, pensó que los nefastos ya tenían sus informantes implantados y que los primeros pasos para la destrucción de los insurgentes ya estaba en marcha: - Mucho más fácil sin el virus se extiende desde adentro.
- La realidad es que están gobernados por seres oscuros y nosotros no debemos eliminarlos con violencia, como harían ellos. Tenemos que formar una comunidad luminosa; no digo que seamos perfectos, pero que nuestra conciencia tienda a guiarnos hacia la luz y no hacia el lado oscuro, así nuestra luz se extenderá e irá contaminando a todos los seres del mundo. Sin violencia, sin miedo... sucederá lo que es necesario que ocurra. Por eso quiero que nuestra comunidad se llame Skuld, como una valkiria en honor a Anie.
Todos se pararon y comenzaron a aplaudir; algunos se acercaron para abrazar a Hellsa y decirle unas palabras. Estaban contentos con la idea de llegar al fin; tomaron cerveza, cantaron y bailaron, pero llegó el momento en que decidieron poco a poco irse a dormir para poder levantarse temprano y seguir el viaje hacia las serranías; querían cruzarlas lo más rápido posible, por lo que al día siguiente los descansos duraron poco tiempo.
La subida fue ardua, pero las palabras de la noche anterior generaron la energía necesaria para hacerlo casi sin esfuerzo. No había senderos que hubieran sido surcados con anterioridad, por lo que al frente del grupo iba un experto en caballos y un gran explorador, que iba buscando los sectores más fáciles para seguir o abriendo el camino para que fuera más accesible a los demás.
De repente la columna se frenó y se escuchó una exclamación de asombro; poco a poco fueron ascendiendo hasta el sitio más elevado, donde pudieron contemplar un hermoso paisaje. En el valle se extendía un amplio lago de un color azul intenso y las laderas eran un manto verde, mientras hacia un costado del agua se alzaba un bosque de árboles antiguos.
Nadie tuvo la necesidad de preguntar. Sin duda, habían llegado a Skuld.