Capítulo 6

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Llevaba poco más de veinticuatro horas despierto. Su cuerpo iba respondiendo muy despacio a los estímulos, aunque todavía no veía con claridad. Cuando se despertó todo fue demasiado confuso; oía voces a lo lejos y sentía calor. Necesitaba moverse, pero le era imposible. ¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido?

Intentó enfocar la vista para lograr ver los rostros de esas voces que escuchaba a su alrededor. La primera imagen que captó fue la de aquel policía sentado en un sillón a los pies de la cama. Con pequeñas ráfagas le fueron llegando los recuerdos: la cárcel, la paliza, el hospital... Y después se volvía todo negro. Hasta ahora, que había vuelto a despertarse.

Lo siguiente que recordó fue a aquella mujer, juró que ajustaría cuentas con ella, ya que era la culpable de cada una de sus desgracias. Si la hubiera podido matar aquel día...

Quería levantarse, salir de esa cama y huir de allí. Bajo ningún concepto deseaba volver a la cárcel; sabía que si volvían a encerrarlo la gente que le había dado aquella terrible paliza se encargaría de eliminarlo definitivamente. Además, él tenía otra tarea pendiente. Matarla. Sí, tenía que vengarse, y no lo haría rápidamente, al revés, disfrutaría con ello. Después de despertar del coma, y pasado todo ese tiempo, todavía seguía obsesionado, hasta el punto de que creyó verla en el hospital. Una mujer delgada, con gafas de sol y una gorra, entró en su habitación y por un momento creyó que era ella. Pero aún no veía demasiado bien y lo más seguro era que se hubiese equivocado. Además, ella no se habría arriesgado tanto...

Tampoco sabía cómo iba a escapar. Apenas le quedaba gente en la que poder confiar, y ponerse en contacto con alguien sería complicado. Ya se le ocurriría algo. De momento no tenía que fingir por su estado físico, pero llegado el caso intentaría alargar todo lo posible su estancia en el hospital hasta que lograra huir de allí.

                                                                                              ***

Damyan permanecía callado apoyado en la puerta, esperando a que ella le diera alguna explicación, pero no lo hacía. Seguía con los brazos cruzados y mirando al suelo. Tenía ganas de tirarla en una de las literas, besarla, tocarla y saciarse de ella, aunque en esos momentos era mayor la necesidad de saber. Iba a intentar ser suave y paciente.

—Tara, por favor, háblame. Necesito que te abras a mí. ¿Qué te ocurre? ¿Qué haces aquí?

Al utilizar ese dulce tono de voz logró llamar su atención y ella lo miró:

—No puedo decírtelo. Es mejor que lo dejemos así.

—¿No puedes o no quieres?

—Las dos cosas.

«Joder, qué cabezona es», pensó Damyan. Se apartó de la puerta y lentamente se fue aproximando hacia ella. Tara iba dando pequeños pasos hacia atrás.

—Lo de grabarte fue una tontería. Lo siento si te molestó, si quieres puedes grabarme tú a mí y estaremos en la misma situación —le dijo sonriendo.

Llegó hasta la ventana y no pudo seguir alejándose de él. Damyan la alcanzó y le acarició la mejilla, mientras que Tara cogía su mano evitando que siguiera tocándola.

—No Damyan, es mejor que paremos.

Tara no quería ponerlo en peligro; Gael se había despertado y Damyan era el enfermero que lo atendía. Si ese hombre se enterara de que tenía alguna relación con ella...

—Quiero seguir viéndote —le dijo al mismo tiempo que se zafaba de su mano y volvía a acariciarla, esta vez perfilando sus labios con un dedo, para después seguir bajando hacia el cuello—. No quiero que vuelvas a huir de mí.

No he acabado contigo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora