Capítulo 2

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 Después de aquel intenso momento que habían vivido, de nuevo estaban viendo la película. Él agarraba su mano y, de vez en cuando, acariciaba sus dedos. De no haber sido por el calor que seguía teniendo su cuerpo y porque todas sus terminaciones nerviosas estaban en tensión, haciendo que se sintiera sensible y receptiva, Tara habría pensado que nada de aquello había ocurrido.

 La situación no era muy cómoda. Ahora que ambos habían saciado sus instintos quedaba el «después». No sabía ni su nombre, ni si se volverían a ver; y solo pensar que no podría tocarlo de nuevo la angustiaba de una forma que no comprendía. Todo lo que envolvía a este hombre hacía que se sintiera extraña, salvaje, confusa y excitada. Demasiadas sensaciones juntas.

 En la pantalla apareció la palabra que en ese momento más temía: «Fin». No podía evitar preguntarse si era también el «fin» de todo aquello. Tara decidió ser ella quien pusiera punto y final a esa situación. Le soltó la mano y se levantó para irse. Él la siguió. Percibía su arrolladora presencia en su espalda.

 Salieron las parejas que quedaban y la soledad los rodeó a ambos en el pasillo del cine. Tara vio el cartel de los aseos y pensó que los utilizaría como excusa para escaparse de él:

 —Bueno, encantada. —Se dio la vuelta y le dio un rápido beso en la mejilla. No le dejó decir nada más.

 Sintió de nuevo su mirada clavada en la espalda mientras se dirigía al baño. La puerta se cerró y se acercó al lavabo. Se miró en el espejo, tenía las mejillas rosadas, el pelo algo alborotado y los labios levemente hinchados. No sabía ni su nombre y quizá nunca lo sabría. «Menuda locura», se dijo. Decidió que se lo tomaría como una fantasía, no le daría más vueltas. Acercó las manos a la cara para retirarse el cabello y el olor a él le atravesó el pecho. Se había quedado impregnado en sus manos y Tara se las acercó al rostro e inhaló su aroma, cerrando los ojos, como si así pudiera absorberlo más profundamente. Tan sexy y masculino. Le hubiera gustado retener ese olor para siempre.

 Cuando pasaron cinco minutos salió del baño con la duda de si estaría todavía allí. No había nadie y se sintió algo aliviada, pero a la vez un poco decepcionada. «Qué tonta eres Tara, ¿por qué le has dejado irse?».

 Ya eran casi las dos de la madrugada, y al salir a la calle notó la calurosa brisa de la noche que contrastaba con el aire acondicionado del centro comercial donde se encontraba el cine. El verano en Madrid era muy caluroso, incluso por las noches. Había aparcado el coche algo lejos, ya que no había hueco en ninguna parte cuando llegó. Otros dos vehículos acompañaban al suyo y apenas se veía a gente por allí. Avanzó más rápido para meterse cuanto antes en el coche. Solo se oía el sonido de sus tacones repicando contra el suelo. Buscó las llaves en el bolso y, justo cuando iba a abrir la puerta, un cuerpo fuerte y duro la empotró contra el coche.

 —Te dije que no había acabado contigo —le dijo susurrándole en el oído.

 El corazón retumbó salvajemente contra su pecho, una mezcla de miedo y lujuria la invadió.

 —Me has asustado —logró decir.

 Él se apartó un poco de su cuerpo y ella se giró.

 —Perdona, no quería asustarte —contestó mientras le acariciaba la mejilla—. Sinceramente no pretendía hacer las cosas así, pero cuando te he tocado...

 Tara vio algo de preocupación en sus profundos ojos oscuros y, de nuevo, el brillo del deseo. El miedo que brevemente había sentido se evaporó. Si alguien le hubiera contado que haría todo aquello lo hubiera negado hasta quedarse muda. Podía ser un loco o algo peor, pero, aunque era extraño, no tenía miedo. Inexplicablemente sentía una gran conexión con él.

No he acabado contigo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora