Capítulo 14

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Él seguía encima de su cuerpo, contemplándola, intimidándola con la intensidad de su mirada mientras le acariciaba suavemente la mejilla. Tara no era capaz de apartar sus ojos de él. Le estaba pidiendo una explicación, le estaba rogando que no se fuera, no con palabras, pero sí con sus gestos. Pero no quería pensar en lo que él sentía: estaba bastante cabreada por su actitud. Al final siempre terminaban teniendo sexo como locos y él la convencía de cualquier cosa.

Lo empujó para que se quitase de encima. El hombre lo hizo, y la ayudó a levantarse. Cuando estuvieron de pie, frente a frente, él la abrazó. No quería sus cuidados, se dijo, tenía que irse de allí. Por su bien y por el de ella misma.

—Tengo que irme.

Damyan se volvió a tensar.

—¿Por qué eres tan cabezota?

—¿Y tú por qué no me dejas a hacer lo que me dé la gana? —dijo a la vez que se separaba de su lado.

—Porque hay un puto lunático que quiere hacerte daño. ¿Te parece razón suficiente?

—Lo único que te estoy diciendo es que no voy a vivir aquí contigo, pero podemos seguir viéndonos.

—¿Y quién te va a proteger? ¿Y si te pasa algo? No entiendo por qué has cambiado de opinión. Pensé que ibas a quedarte conmigo.

—¿Qué te hace suponer que al final iba a quedarme?

—Carol me dijo que...

—¿Carol? —dijo interrumpiéndole.

—Sí, la he conocido.

Tara no salía de su asombro.

—¿Cómo? ¿Cuándo?

—Vi la bolsa tirada en la puerta de mi casa, con ropa tuya y me volví loco. Fui a la comisaría más próxima para denunciar tú desaparición. —Tara abrió los ojos un poco más—. Nadie me hacía caso, me dijeron que tenía que esperar setenta y dos horas. No estaba dispuesto a esperar tanto, así que dije que buscaran a Carol. No te voy a decir cómo, pero al final apareció y hablamos. Por cierto, hay que llamarla. Está muy preocupada, todos los policías de Madrid te están buscando... Voy a llamarla.

—No. Yo la llamaré cuando llegue a casa. Por hoy ya te has metido bastante en mis asuntos.

—Está bien, vale... Tranquilízate.

Tara intentó calmarse. Cuanto más intentaba mantenerlo al margen, más se metía él en su vida. Y lo peor era que cada vez se clavaba más profundamente en su interior. Él se acercó de nuevo para tranquilizarla, pero lo apartó bruscamente.

—¡No! No puedes hacer siempre lo mismo; empiezas con besos, me tocas y al final termino haciendo lo que tú quieres. Esta vez no.

—De acuerdo, no te tocaré más.

—No he dicho eso.

—Pero yo sí —espetó furioso—. Yo también estoy cansado de tener que ir detrás de ti todo el tiempo. Se acabó. Si quieres que te toque, me lo pedirás tú.

—Perfecto.

—Bien.

—¡Bien! —gritó Tara a la vez que cogía una camiseta de su bolsa y se la ponía por encima.

Tara tenía los nervios crispados, llevaba veinticuatro horas con la tensión por las nubes. No solo se había escapado Gael, sino que también su enemigo la había secuestrado y para colmo discutía con Damyan. No se lo estaba poniendo nada fácil.

Corrió a la puerta y salió como una exhalación, sin darle tiempo a reaccionar. No quiso perder un segundo esperando el ascensor y bajó corriendo las escaleras. Quería gritar o golpear lo que fuese para poder desahogarse.

No he acabado contigo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora