Tara todavía no sabía muy bien qué hacían en aquel lugar. Se quedó mirando las máquinas de musculación, las cintas de correr, los sacos de boxeo y el cuadrilátero. Eso fue lo que más le llamó la atención. Parecía que se había metido en una escena de un entrenamiento de la película Rocky. La diferencia era que en ese momento no había nadie allí. Estaban completamente solos.
—Uno de mis primos tiene este local y entrena a gente. Hoy, al ser domingo, está cerrado, pero le he pedido que nos deje utilizarlo.
Tara se dio la vuelta y lo vio apoyado en la pared.
—No sé qué decir.
—Vaya. Eso es nuevo y algo sorprendente, te he dejado sin palabras. ¿Debería considerarlo bueno o malo?
—Creo que bueno —dijo sonriendo.
—Ve a cambiarte. Los vestuarios están al fondo, a la derecha.
—Pero, ¿qué vamos a hacer exactamente?
Él se aproximó hasta que sintió su presencia muy cerca, pero sin llegar a tocarla.
—Pegarnos.
Tara abrió los ojos, sorprendida.
—¿En serio?
—Sí, ve a cambiarte.
Damyan la vio alejarse contoneando las caderas. La había impresionado. Tara necesitaba liberar el estrés que acumulaba por todo lo que le estaba ocurriendo. Esto sería una buena medicina. A los pocos minutos salió con un pantalón corto y una camiseta de tirantes negra y morada. Tenía algo de escote y se le marcaba la redondez de los senos. Se prometió a sí mismo que no iba a tocarla más. En el coche tuvo que hacer un esfuerzo increíble para frenarse y no besarla. Sintió una fuerte necesidad de acariciarle la suave piel de sus piernas, aunque logró dominarse. No iba a ceder. Ahora sería ella la que sufriera un poco. Estaba dispuesto a lograr que liberara adrenalina por todo lo mal que lo estaba pasando. Pero en lo referente a la otra frustración, esa no pensaba quitársela.
Él también se había cambiado mientras la esperaba. Se puso unos pantalones de deporte amplios que le llegaban hasta las rodillas y una camiseta de tirantes. Cuando Tara lo vio le dieron ganas de saltar encima de él y tocarlo hasta saciarse.
—Toma, ponte esto. —Le dio unos guantes y un casco de boxeo—. Por ahora ponte solo los guantes, quiero que le des unos cuantos golpes al saco.
Tara se puso uno y luego él cogió el otro y la ayudó a ponérselo. Percibía cada toque de sus dedos contra los suyos, y aquel simple roce elevaba su temperatura. Le miró a la cara, pero él seguía concentrado apretando el velcro.
Sabía que la observaba, estaban demasiado cerca y su aroma la estaba asfixiando. Estaba segura de que en ese momento Damyan sentía lo mismo que ella, aunque no hacía el mínimo gesto.
Se estaba cansando de verlo tan frío.
Cuando terminó se fue hacia el saco y Damyan se colocó tras él.
—¿Estás lista?
No contestó y directamente dio un puñetazo a la masa que tenía delante. El primer golpe fue demasiado flojo. No sintió ningún alivio. Al revés, no le veía sentido pegar a un trozo de tela con relleno.
—Vamos, no pares. Vuelve a darle.
Volvió a hacerlo, pero apenas se movió, y no porque Damyan estuviera sujetándolo, sino porque no lo hacía con la suficiente seguridad.
—Más fuerte, Tara.
Otro impacto, y seguía sintiéndose igual de ridícula.
—Esto es una pérdida de tiempo —dijo irritada.
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No he acabado contigo...
Romance"Tara no le conoce, no sabe su nombre y aun así se deja llevar por la pasión en aquella sala de cine. Todo comienza como una erótica fantasía, pero se transforma en algo obsesivo. Lo que pensó que sería un simple juego, se convertirá en algo peligro...