Capítulo 18

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Damyan seguía mirándola, esperando una respuesta. Ella sabía que estaba furioso y que lo más sencillo sería contárselo todo. Se quitaría un peso de encima y así podría apoyarse en él. Era lo que más deseaba en ese momento, hablar con alguien de todo lo que ocurría a su alrededor... Pero tenía que pensar en la seguridad de Damyan. Si se callaba, él no lo entendería, quizá pensara lo peor de ella, pero estaría a salvo. Damyan era demasiado impulsivo y Tara estaba segura de que, si se enteraba de lo que estaba sucediendo, movería cielo y tierra para localizar a Igor, a Gael o a quien la estuviera amenazando con tal de protegerla. Y, desde luego, llamaría a la policía.

No podía decírselo, pero tampoco quería continuar mintiendo, así que hizo lo único que creía que era correcto:

—Lo siento, pero no sigas preguntándome o tendré que volver a mentirte y no lo soporto.

Damyan le dio la espalda, fue hacia el sillón y se sentó. Apoyó los codos en las rodillas y se sujetó la cabeza con ambas manos. Tara no sabía qué hacer, no podía ni moverse, quería acercarse y reconfortarlo, explicarle que no estaba viendo a otro hombre. No quería perderlo. Respiró profundamente y, decidida, fue a sentarse a su lado. Le acarició la cabeza. Se miraron fijamente, no hacía falta hablar. Ella le suplicaba que lo entendiera, él la recriminaba que no fuera honesta. Tara rompió el silencio.

—Sé que te estoy pidiendo demasiado, pero necesito que confíes en mí. No es lo que tú te crees. No hay nadie en mi vida que no seas tú.

—Necesito que no haya más secretos entre nosotros —le dijo con tono serio y tenso—. Cuando creo que me has contado todo, siempre siento que hay algo que nos separa, que me ocultas cosas. Podría apoyarte, ser tu compañero en todo lo que te ocurre, pero no me dejas.

—Lo siento, de verdad. —Se levantó para irse, no iba a conseguir que entrara en razón. Damyan la siguió, se colocó a su espalda y la abrazó.

—Lo que te he dicho en la habitación iba en serio —murmuró cerca de su oreja.

—No, por favor, no sigas por ahí.

Damyan creía saber qué le ocurría a Tara. Desde que le contó su pasado intuía que había algo que no se había confesado ni a sí misma.

—¿Por qué no permites que se te acerque la gente? ¿Por qué te pones una coraza? Y no me digas que es porque crees que los pones en peligro. No me lo creo. Hace tiempo, cuando Gael estaba en coma, podrías haber rehecho tu vida de alguna forma y no lo hiciste.

Tara se dio la vuelta y se enfrentó a él.

—¿Qué quieres decir?

—Podías haber ido a otro sitio que no fuera Madrid, lejos de aquí, pero volviste. ¿Por qué?

Lo miro confundida.

—Me negaba a no poder hacer lo que quería y necesitaba volver aquí.

—Sí. Y no lo entiendo: vivir aquí, donde Gael podía encontrarte, no te parecía peligroso, pero tener gente en tu vida sí.

No sabía adónde quería ir a parar, pero se sentía angustiada, necesitaba irse de allí.

—Me voy.

—Huyes, como siempre. —La cogió de la muñeca y la aproximó a su cuerpo—. Esta vez no te irás, ni lo sueñes. Vas a quedarte conmigo esta noche, si tengo que atarte a mi cama lo haré. Hoy no habrá ninguna excusa.

—¿Te crees mi dueño para decirme lo que puedo y no puedo hacer? Estoy cansada de los hombres y sus órdenes.

Quería gritar, desaparecer, no aguantaba más todo aquello.

No he acabado contigo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora