Capítulo 20

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Tara se agachó rápidamente para coger el móvil. Le temblaban las manos.

—¿Hola? —preguntó nerviosa.

—Vaya, qué pena, creía que te habías desmayado de la impresión.

Agarró con más fuerza el teléfono, aquella voz prepotente y bronca era inconfundible. Como en el pasado, la forma en que dijo «querida» volvió a hacer que sintiera escalofríos.

—¿Dónde está Sonia?

—Me está haciendo compañía, es buena y servicial.

—¡Cabrón!

—No, no, no, querida, no estás en posición de insultarme. No estás en posición de nada. Vas a hacer todo lo que yo te pida. —Las últimas palabras sonaron con dureza y llenas de rabia.

—¡Suéltala! Me quieres a mí, no a ella.

—¿Y perderme la diversión? He esperado mucho tiempo para esto.

«Tranquila, tienes que mantener la calma», se dijo a sí misma. Si daba un paso en falso podría poner en peligro a Sonia. Gael era rencoroso e impulsivo, por lo que tenía capital importancia andarse con mucho cuidado.

—Quiero que nos veamos.

Ahora fue él quien se quedó callado. Estaba segura que lo había sorprendido.

—Vaya, me has estropeado la sorpresa. Claro que nos vamos a ver, y antes de lo que esperas. Tenía pensado amenazarte, pero veo que no va a ser necesario.

—Quiero hablar con Sonia.

Escuchó cómo se reía al otro lado del teléfono.

—Yo también quiero muchas cosas, pero poco a poco, Ariadna. Debes pedírmelo por favor.

Tara se mordió el labio, sentía una furia imparable contra él.

—Ponme con ella, por favor.

—¿Cómo? No te he oído bien.

«Imbécil», pensó.

—Por favor, necesito hablar con ella.

Se hizo el silencio.

—¿Tara? —La voz de Sonia se escuchaba muy baja.

—¡Sonia!, ¿estás bien?

—Tara, por favor, sácame de aquí.

—¿Te ha hecho algo? ¿Dónde estás?

Nadie contestó.

—Lo siento —contestó Gael—. No paraba de llorar, así que he tenido que hacer algo para que se callase durante un rato.

—¡Hijo de puta, si la tocas te mato!

—No me amenaces. Te advierto que me queda poca paciencia.

El corazón latía cada vez más rápido en su pecho.

—¿Dónde estás?

—No te preocupes por eso —contestó despacio y tranquilo—. Ahora deberás esperar a que te vuelva a llamar y te diré dónde quedamos.

—¿Cuándo?

—Que te quede claro que eso lo decidiré yo. Te avisaré cuando me apetezca.

—Eres un cobarde, si tuvieras lo que hay que tener quedaríamos hoy mismo.

—Veo que no lo has entendido.

En ese momento escuchó un grito agónico. Era Sonia. A Tara se le pusieron los pelos de punta.

No he acabado contigo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora