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❝ Un Encuentro Inesperado ❞
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─Bien ¿Y después qué? ─preguntó Minho mientras observaba el lugar con detenimiento.
─Oigan... ─Aris llamó la atención del grupo─. Recuerdo que Janson mencionó algo sobre un grupo, un fuerte o algo así...
─Es verdad ─susurró Emma─. Brazo Derecho.
─Habían dicho que los localizaron en las montañas ─volvió a hablar el chico.
─Deben estar en contra de CRUEL. Quizá si los encontramos nos apoyen ─dijo Thomas con algo de esperanza.
─¿Personas de la montaña? ¿Ese es el plan? ─preguntó Newt. Se lo veía bastante irritado, incluso enojado.
─Es la única opción que tenemos ahora, Newt.
Un momento de silencio bastante intenso y pesado se hizo presente. Todos tenían dudas, pero de igual manera debían hacer algo.
─Oigan, deberían ver esto ─dijo Sartén, quien estaba un poco más alejado del grupo.
Minho se acercó con su linterna y apuntó hacia dónde el moreno le indicó. Había huellas. En ese momento, dos posibilidades obvias pasaron por la cabeza de Emma:
La primera era que las huellas eran viejas y, debido a que en ese lugar no corría el viento, no se habían borrado.
La segunda era que las huellas eran recientes y que quizá había alguien más allí escondiéndose.
Sin decir nada siguieron las huellas sigilosamente -por si había alguien más allí- y cuando llegaron al final del rastro, encontraron una especie de habitación; en ella había bastante ropa tirada en el suelo, lámparas e incluso algunos zapatos. Al parecer, hubo personas viviendo en el lugar. Los chicos aprovecharon eso; algunos tomaron abrigos y otros las pequeñas lámparas.
─Creo que deberíamos separarnos para ver que más hay ─dijo Thomas colocándose uno de los abrigos─. Nos encontraremos aquí.
─Claro ─dijo Emma.
Los minutos pasaron. Emma se había quedado en esa especie de habitación junto a Newt, Sartén y Teresa.
Ambas chicas caminaban explorando. De la nada, Teresa soltó un chillido asustado.
─Hey ¿Estás bien? ─dijo la chica acercándose a la castaña mientras la apuntaba con una linterna de luz tenue.
─Sí, solo me asusté con los estúpidos maniquíes.
Emma apuntó los objetos mencionados e hizo una mueca de desagrado. Giró su vista y se encontró con una cama llena de ropa encima.
─Oye Teresa, ven ─dijo la chica acercándose a los objetos─. Deberías cambiarte, o al menos abrigarte. El desierto a la noche puede ser helado, además deberás cubrirte del sol en el día.
