Capítulo Treinta Y Dos

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Al día siguiente me levanté al rededor de las 8.

Lindo día para ser sábado.

Podría haber dormido más, pero los gritos de afuera se hicieron más escandalosos.

Me levanté y ¿cómo no despertar? Si estaban peleando frente a mí habitación.

— ¿Se pueden callar? — les grité — es sábado y es muy temprano ¿Por qué pelean ahora?

— Romeo tiene mis airpods y no me los quiere entregar — Se quejó River.

— Él me los obsequió la semana pasada — aclaró Romeo.

— Sí, pero la semana pasada aún éramos amigos, ya no.

Dios, santo.

— Ya madura, River, se lo obsequiaste y punto, ahora son de él  — cerré la puerta fuertemente y grité : — Y espero no escucharlos de nuevo o lanzaré ese estúpido aparato a la piscina.

No sé si era por el dolor de cabeza, porque detestaba a River o por el hecho de que estaba madrugando después de tan ajetreadas horas de trabajo, pero la valentía para hablarles así tuvo que salir de algún lado.

Como no pude dormir más, me levanté y fui a hacer mi desayuno.

En la sala estaba Leon haciendo abdominales, así que me tomé unos momentos para admirarlo.

— Si nosotros le hiciéramos eso a una chica, sería acoso — me asusté al escuchar la voz

de Heister.

— Sí, así es, aunque el hecho de que ustedes lo hagan es aún más asqueroso, igualmente voy a pedir perdón — le sonreí y caminé hacia Leon — Hola, Leon.

— Oh, hola, Dove — se levantó y tomó una toalla en el respaldo de uno de los sofás que se encontraban allí, para posteriormente secar su rostro.

— Hola, Leon — dije sin apartar la mirada de aquella toalla que ahora pasaba por su pecho.

Carajo, sueno como una calenturienta acosadora.

Leon rió — sí, eso ya lo dijiste.

Salí de mi trance y lo miré a los ojos.

— Oh, sí, es que quería disculparme por... por verte mientras... mientras te ejercitabas, eso estuvo mal y... — la risa de Leon me hizo callar.

— A todos los hombres nos encanta que las chicas nos miren ejercitarnos... bueno, todos los chicos hetero — rió de nuevo.

— ¿En... en serio? Pero si Heist...? — volteé a ver donde estábamos Heister y yo antes y lo pude observar riéndose. Lo miré mal y volví a mirar a Leon — Igual creo que no a todos les gusta.

— Lo importante aquí es que a ti te gusta observar — por el tono en que lo dijo, el doble sentido era claro.

— Bueno, yo no diría...

— ¿Me ayudas, Dove? —me interrumpió de nuevo extendiéndome aquella toalla.

— PO.... por supuesto — murmuré tomando la toalla.

Leon se dio la vuelta mostrándome su esculpida espalda.

Acerqué la toalla a su Hemitorax posterior izquierdo, mi mano estaba temblando, lentamente empecé a secar su espalda.

Estaba nerviosa por el silencio sepulcral.

Muy nerviosa.

— ¿Y qué tal vas de amores? — preguntó rompiendo aquel silencio.

¡Una gorda en Kingma Beta! (+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora