Capítulo 38: El Amargo Adiós (Buen viaje, Marguerite Evolet Trents).

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Para marzo, las hermanas Trents esperaban que el mes se moviera más lento de lo que en realidad se estaba pasando el tiempo; esperaban que las vacaciones de Pascua no llegarán y, cuando llegaron, que estás no se terminarán nunca porque eso significaría que Daisy debía emprender su viaje a su nuevo trabajo el mismo lunes que los chicos volvían a clases.

La primera semana de marzo, las hermanas se tuvieron que despedir de Gabriella, quien volvía a su hogar en Louisiana para atender toda su vida en la parroquia de Rapides, pero había prometido regresar a tiempo para organizar el baby shower de su primer nieto o nieta para julio o agosto. De igual manera, Judy había informado al contacto de Nueva York que Theron estaría peleando con el favorito de la Gran Manzana, Everest Bronson; Judy, Theron y Ferg habían viajado a Nueva York el mismo día que Gabriella partió a Louisiana con la intención de hacer la primera negociación con el equipo de Bronson. Llegaron temprano a la ciudad, mas el tradicional tráfico los hizo llegar media hora tarde al piso que Everest Bronson poseía en Nueva York.

No había lugar más opulento, pero elegante que la guarida del Oso (como se le conocía a Everest); el lugar era completamente negro, a excepción de los ventanales que mostraban la iluminada y energética ciudad. Desde los muebles y los objetos que decoraban la sala hasta el comedor y lo que poco que se veía de la cocina; incluso había una obscura balada gótica que erizaba la piel de quien la escuchaba por primera vez. Judy no podía creer que uno de los mejores peleadores de la WBA fuera fanático de Thirty Seconds To Mars.

_ ¿Vinimos a un sepelio? -inquirió Theron, con burla. Mientras que Judy le insistió en que se comportara, Ferg se río entre dientes al tiempo que disimulaba su sonrisa.

Morgan Ducane, la abogada de Everest, fue quien los recibió en primera instancia en la sala. Era una mujer un poco más pequeña que Judy que tenía el cabello de un castaño rojizo anaranjado en los que formaban bucles alrededor de su rostro en forma de corazón; sus ojos, de un extraño color aquamarina, eran muy expresivos aunque no tanto como para mostrar una expresión más allá de la indiferencia. Tenía un cuerpo muy elegante, curvilíneo sin ser obsceno y que se movía con confianza enfundado en caros trajes de marca y tacones de gran altura.

_ Zabec -saludo Morgan, con una ligera mueca que asimilaba a una sonrisa genuina-, hace años que no te veía -deslizando sus luminosos ojos por el cuerpo de Ferg, Morgan agregó-. Te ves bien.

_ Lo mismo digo, Mo.

Morgan los llevó a la sala, convenciéndolos de tomar algo hasta que Everest apareciera. Theron pidió un jugo de arándano, Judy un Splash y Ferg un Bellini, haciendo que Theron y Judy compartieran una sonrisa entre ambos antes de que Morgan llamará su atención al preguntarles sobre distintos temas que había escuchado sobre el equipo de Theron Degorian. Pasado el tiempo y la música, Bronson apareció con una particular persona que atrajo la atención no solo del equipo Degorian sino también de Morgan.

Se trataba de una mujer muy delgada y alta, con facciones que eran lindas, pero demasiado tristes; vestía igual de elegante que Morgan, pero no resaltaban de ninguna manera en ella. Era como un maniquí que llevaba preciosas prendas y sin ninguna personalidad que deslumbrara por debajo de ellas. Judy se dio cuenta de que la mujer la miraba con una expresión de frialdad y casi asco, como si supiera algo de Judy que ni siquiera ella lo sabía sobre sí misma.

_ Vaya, perdonen la tardanza -expresó Everest, mientras se acercaba con rápidas zancadas a la sala-. Tenía que hablar con Elsie sobre un tema importante.

Cuando Judy finalmente comprendió por qué estaba recibiendo aquella mirada de Elsie, Theron le estrechó la mano para llamar su atención.

_ No pasa nada -dijo Theron, por los tres-. Morgan es una excelente anfitriona.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora