Capítulo 19: Los niños, a veces, son nuestros mejores aliados.

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Mientras Judy conducía de regreso al apartamento de Theron, Lucy y Héctor veían con fascinación el interior de cuero negro del auto y disfrutaban subiendo y bajando los vidrios de sus puertas hasta que Judy les llamó la atención. A su lado, en el asiento de copiloto, Hugh venía durmiendo después de que el efecto de la marihuana empezara a menguar; Judy no sabía desde cuando Hugh la consumía, pero podría apostar que llevaba bastante tiempo en eso, ya que su cuerpo se había acostumbrado a los efectos y no tenían el efecto de duración que en un primerizo.

_ ¿Vamos a casa, Mononoke? –le pregunto Héctor a Judy, al ver que ella empezaba a descender para entrar al estacionamiento subterráneo. Ella negó con la cabeza mientras estacionaba lentamente el auto, esperando no rayar ni golpear ningún centímetro del auto.

_ No –cuando apagó el auto, Hugh de inmediato se despertó y miro a todos lados, desorientado del lugar desconocido que lo rodeaba. Mientras Judy se desabrochaba el cinturón, se volvió para ver a sus tres sobrinos-. Tengo que seguir trabajando y ni Daisy ni su madre iban a regresar temprano a casa hoy.

_ Podemos quedarnos solos en el apartamento. –murmuro Hugh, con una actitud enfurruñada. Judy lo vio fijamente y, hasta que él no le devolvió la mirada, Judy negó con la cabeza.

_ Desde ahora, ninguno de ustedes se quedará solo en ningún lugar. Ni siquiera en el apartamento.

_ Entonces, ¿qué? ¿Nos quedaremos contigo todos los días, hasta que consigas meternos en una nueva escuela o encontrar una solución al problema en que nos metió Hugh? –pregunto Lucy y, en un segundo, el adolescente temperamental se volvió y empezó a gritarle varias cosas a su hermana. Judy vio un segundo aquella escena antes de que gritara en voz alta:

_ ¡YA BASTA! –su grito acalló al de sus dos sobrinos, quienes de inmediato la miraron con los ojos abiertos de par en par. Judy intento volver a estar en paz, pero estaba ya rota. No tenía manera de aguantarse más aquel suceso solo para ella-. Es verdad que fueron expulsados de la escuela los tres, pero eso no es lo que debería de preocuparles.

>> Aparte de lo de la escuela, no tienen un hogar digno donde vivir y cualquier trabajador social que se entere de que están en esa situación, en la que ni su madre ni yo podemos mejorarla por x o y razón, podría retirarlos y meterlos a una casa hogar para que sean luego adoptados por alguna familia que demuestre que puede darles lo que nosotros nunca podremos darles –con el nudo en la garganta al ver las expresiones de miedo de sus sobrinos, Judy no pudo sopórtalo más y empezó a llorar-. Solo les pido que se comporten y mejoren. No por mí, sino por su madre. Ella nunca soportaría ver que se los llevan y no pueda hacer nada.

Tal vez, era porque aún eran muy jóvenes para entender la magnitud y los sentimientos que Judy les estaba presentando dentro del auto, pero los niños solo entendieron una cosa: si algo no se corregía, no volverían a ver ni a sus tías ni a su madre.

Dejando el auto, Judy los llevó hasta el elevador; mientras iban hacía el piso de Theron, Judy se limpió el rostro tan bien como pudo, le quito los mocos de la nariz a Héctor con un pañuelo desechable, le acomodo la coleta alta a Lucy e intento esconder el olor a marihuana de Hugh con un aromatizando de mano que llevaba siempre en el bolso, haciendo quejarse al chico y haciendo reír a los otros dos por los murmullos de protesta de su hermano.

Judy les dijo dónde poner las mochilas mientras ella veía por el pasillo, en busca de alguien del equipo que estuviera en la sala o en la cocina. Mas solo Marla estaba en la cocina, acomodando los trastes limpios en la alacena; Judy les ordenó a sus sobrinos darles las buenas tardes a Marla, pero solo Lucy y Héctor le obedecieron. Luego de eso, les dijo que se quedaran en los sillones con un ademán, a lo que los tres se fueron sin rechistar y mirando todo el lugar con cara de bobos.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora