CAPÍTULO 22. MALA HIERBA NUNCA MUERE

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Alessia abrió los ojos en la oscuridad de aquel sitio tan pequeño y asfixiante, tumbada lateralmente, de frente a otra persona. - Por fin abres los ojos. Creía que la habías palmado.

- No sé qué decirte. Mala hierba nunca muere, supongo. - Respondió la chica, susurrando al mismo nivel que su amigo, levantando el brazo, con dificultad, para tocar la húmeda cara de Carlos. - ¿Dónde estamos?

- En el maletero de su coche.

- ¿Y Miguel?

- Va conduciendo. Él le está apuntando.

- ¿Tienes alguna idea de hacia dónde vamos?

- He estado escuchando, creo que nos dirigimos hacia el sur.

- El sur... ¿De vuelta a España?

- Supongo. - La chica asintió.

- ¿Qué hora es? - Carlos movió su pulsera inteligente, iluminando el pequeño espacio en el que estaban.

- Las cuatro de la tarde, más o menos.

- Mierda. Nos hemos perdido el vuelo.

- Tenemos algo más importante que hacer ahora mismo que ir a Italia con esos cuatro, Alessia. Tenemos que sobrevivir a ese capullo.

- Lo sé. - La chica asintió, tratando de pensar. - Hemos debido de pasar ya la frontera con Bélgica, ¿no?

- Y con Francia también.

- Creí que los franceses serían más exigentes con el control en su frontera.

- El bendito espacio Schengen*, ya sabes. Solamente con pagar el peaje de la autopista te vale, sin registros.

- Sí. - Alessia suspiró. - ¿Cómo está tu pierna?

- Bueno, he hecho un intento de torniquete. - La chica le miró con preocupación. - No te preocupes, lo tengo controlado, lo voy aflojando cada poco.

- Más te vale. No quiero tener un bajista sin pierna.

- Mejor un bajista cojo que no tener. - La chica asintió, a punto de llorar.

- Siento mucho que te haya echo esto por mi culpa.

- No es tu culpa que ese psicópata esté obsesionado contigo, Alessia. Tú eres aún una cría, él es un adulto hecho y derecho.

- Debí verlo venir. Nunca debí confiar en él.

- Todos confiábamos en él.

- Ya, pero yo debí darme cuenta, joder. Ahora tú y Miguel estáis en esta situación de mierda por mi culpa. Como la otra vez.

- Bueno, si sobrevivimos y hago un libro de mis memorias, al menos será interesante y se venderá bien. - Rió el chico, intentando relajar a su amiga, mientras pasaba una mano por su rostro, y le apartaba el pelo. - Creo que sigues sangrando.

- Es posible. - Carlos se movió un poco, y colocó lo que parecía un trozo de tela sobre la cabeza de la chica, limpiándola.

- Este tío tenía el coche lleno de trapos sucios. Espero que no te importe el olor a aceite de motor.

- No importa. ¿Sabes si tu bala salió de tu cuerpo?

- Sigue ahí, la muy cerda.

- Hay que sacártela.

- Lo sé.

- Te va a doler.

- Me lo imaginaba. - El chico suspiró, mientras se peinaba con una mano. - ¿Qué pasará si no me la quito?

FEAR FOR NOBODY - MåneskinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora