VI

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  Pasaron unos días, Charles y yo nos sentíamos más cómodos con él otro, aunque solíamos mantener nuestros muros. En especial cuando él me preguntaba sobre mi vida personal o cuando yo le preguntaba de su libreta o por su verdadera casa.

  Admitía que, estando tan sola, me agradaba cuando me visitaba a mi habitación, pues me ayudó a ordenar algunas cajas y me daba charla. Seguía siendo odioso e incluso la última vez acusó de inmaduro mi gusto literario, por lo que, ahora recorremos la biblioteca del hotel en busca de libros para recomendarle al otro.

—Madeline, ven.

  Me acerqué. Él hojeaba un libro mientras su desordenado cabello caía sobre sus cejas, se veía animando.

—Esta historia trata de un León que se come a todos solo por temor a que se lo coman a él primero. Muere sólo.

—¿Y?

—Me recuerda a ti.

  Lo miré mal y conteniendo una risa amarga señalé el libro que recién había tomado para él:

—Este trata de alguien que finge ser un detective solo porque no quiere saber más de su vida, así que inicia una investigación que no le corresponde y se apropia de los datos que recolecta para crearse una nueva vida. Termina loco e indigente.

—Seguro es de Paul Auster. Eres tan predecible—

—Me hizo pensar en ti, ¿Cuánto te falta para terminar loco e indigente?, ¿A cuentas datos en tu libreta de ser el nuevo indigente bajo el puente?

  Rio sarcásticamente, guardo él libro en su puesto. Yo llevé el libro que traía a su pecho y él lo sostuvo. Parte de mí no quería que él leyera que sí, era de Paul Auster.

—¿Aún sueñas con leer mi libreta?

Tal vez.

—Algún día me enseñarás tu novela.

—No es una novela.

—Seguro es una melosa novela erótica y te da pena mostrarmela.

  Bufó y sacudió su cabello. Estuve apunto de ofrecerme a peinarselo.

—¿Qué vamos a hacer hoy? -solté con curiosidad, llevando mis manos a mi cintura.

—¿Quieres pasar la tarde conmigo? —Enmarcó una ceja.

—Sí —Sellé mis labios con sutil inocencia.

  Él lo pensó y miró tras la ventana. Últimamente había llovido mucho, pero particularmente hoy el sol había estado radiante y el ambiente fresco.

—Aprovechemos el buen clima —Aconsejé.

  Él lo dudó, dijo que llovería, yo le dije que hasta al clima él le quería llevar la contraria.

  La verdad, quería salir a distraerme, a aprovechar mi estadía en este bello continente. Además, estaba de buen humor porque el detective estaba bastante cerca de traerme la dirección de mi mamá.

—De acuerdo, Made.

  No sonó muy entusiasta, pero, me bastó.

(...)

  Tiritó y aceptó la humeante taza de chocolate:

—No te vuelvo a seguir la corriente, Made.

  Me arrope mejor con la cobija y después de tomar un poco llevé mi taza a el centro libre entre mis enlazadas piernas:

—Sabemos que sí, le estoy dando trama a tu aburrida vida —bromeo y él no pareció verle chiste a la situación—... Lo siento, nunca le atino al clima, debí advertirte —Lamenté antes de soltar una pequeña risa nerviosa y volver a saborear el chocolate.

Pusilánime | Caballeros Grises N° 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora