Pusilánime | Caballeros Grises N° 1

XV

  Nuestro entorno se teñía de zul, morado, negro y blanco.

  Los muros eran de ese básico color grisáceo, sin embargo, apegada al muro y estando en el suelo, notaba más de cerca todo el negro y verdusco que se esparcía en él.

  Charles, vestido de negro y no tan elegante como era usual, me miraba con las manos en los bolsillos y la mirada llena de curiosidad, ladeando su rostro.

—Madeline.

  Su voz le hizo acopio al viento, deslizándose sin mucha fuerza pero con firmeza hacia mí.

  No me inmute, ese ni siquiera era mi nombre, no el que mi mamá me había dado. Llevé mi rostro a mis flexionadas rodillas y mirando a mi izquierda, oculté mi rostro para limpiar mis lágrimas. Coloqué mi antebrazo derecho bajo mi rostro, disimulando incluso mi estado.

—¿Qué sucedió?

  No respondí, no lo quería aquí. Él nunca fue parte de mi plan, tampoco debía importarle el fracaso del mismo. Algo quemaba en mí, no me importaba si él se quedaba, no quería compartir esta sensación.

  Yo había dado todo de mí. ¿Sabes lo que es el delito de usurpación de identidad?, Acepté poner en riesgo mi libertad por encontrar a mi madre.

  Charles no dijo nada, pero podía sentir su presencia, solo viendome y pensando en algo.

  Ante tanto silencio estuve a punto de mirar hacia donde lo había visto, pero escuché sus pasos hacia mí, el frio pavimento sonaba a sus pies.

  Llegó a mi lado y se sentó junto a mí, con piernas cruzadas y mirando al frente, su vista estaba algo perdida. Habían unos cuantos centímetros entre nosotros.

  Unos segundos resistí antes de mirar de soslayo cómo jugaba con sus labios. Volví mi vista a la izquierda. Jugué con el flujo de aire que transitaba en mí. Él seguía en silencio, a mi lado. Necesité verlo, no hacía más que respirar, pensativo.

  Él me regresó la mirada y cambió su expresión cansada por una sonrisa reconfortante por segundos.

—Dime qué te sucedió, por favor, dime si estás bien.

—No pasó nada.

—Saliste chispeante de alegría y has vuelta hecha lágrimas, debe ser por algo más que un "nada"

—¿Te importa?

  Se quedó callado, algo tenso viendo al frente.

  Sí, había utilizado sus mismas palabras. Quizá estaba siendo maleducada con una persona que solo se preocupab... ¿Se preocupaba o solo buscaba información para su tonta libreta?. Ser amable o no con alguien no era de mi total interés al llegar, pero, además de haber aclarado que Charles no contaba como solo un "Alguien", ya ni siquiera tenía razón para no socializar, ya mi plan había fallado.

  Le di otro trago seco al café.

  Él sacó algo de aire, para romper un poco mi burbuja mental.

—Jamas te había visto llorar.

—Pues te felicito, es tu primera vez.

  Eché mi vista a mi izquierda. El concreto parecía de un azul grisáceo a esta hora.

—No sabía que me dolería a mí —Fruncí mi ceño, incrédula, no sabía si no había escuchado o no había entendido bien. Lo miré y nuestros rostros se encontraron—, tus lágrimas son tan contagiosas como tu risa, eso no es justo.

  Lo miré. El frió nos bordeó. Esnifé. Miré mis brazos, recordando la risa de mi mamá, ¿Ya no la escucharía?

—¿Qué sucedió, Madeline?, ¿Puedo ayudarte?, ¿Alguien te hizo algo?