XXI

20 0 0
                                    

Vagar se volvió mi pasatiempo favorito, ir a lugares que no conocía solo para observar qué sucedía jamás hubiera estado en los planes de mi yo del pasado, pero ese ingenuo ya no está.

El frio recorría mis brazos y me acurruqué dentro de mi gabardina. Transité ante un callejón y me detuve a ver cómo un gato perseguía a un ratón. Me detuve al pensar lo simple que era la vida a ese nivel; Ese gato jamás sería catalogado como asesino ni el ratón como víctima, nadie les iría a avisar a la familia del ratón que debían ir a recoger sus restos y darle un sepulcro digno, al mismo tiempo era poco probable que a la familia del gato le interesara que esté había comido. Era un ratón que dejaba de existir porque el gato debía subxistir.

Seguí caminando hasta volver a la cafetería del hotel. Empezé a escribir:

Lejos de todo, quizás tras una puerta, justo cuando el ruido cesa, encuentro un rincón donde la incertidumbre se asienta.

Es aquí, en este refugio, en dónde sin sentirme a salvo me gusta estar solo, envuelto en el silencio. No sé si realmente lo disfruto, o si simplemente me adapto, prefiriendo este aislamiento al caos del mundo exterior.

En este espacio no me siento oprimido, pero la tristeza me envuelve como una sombra.

El silencio pesa y aunque no sé qué hacer con él, siento que debería encontrar un propósito en su inmensidad.

Cuando te vas y la soledad llega, me doy cuenta de que no sé estar solo.

Me he acostumbrado a mentir, a fingir sonrisas, mientras por dentro solo quiero llorar y jurar que no volveré a lastimarme.

No sé si mis decisiones son correctas; lo único que sé es que ya no quiero decidir.

Así, cuando me alejo de todos, tras esa puerta que me separa del mundo, encuentro un silencio que, aunque denso, se siente mejor que el estruendo del caos exterior.

Raye la hoja y sin ideas me fui a buscarlas en la biblioteca. Recorría los mejores títulos con mis dedos cuando una sueva y dulce voz familiar me habló de la nada:

-Esta bien, que no quieras hablarme está bien... solo no dejes de amarte. Suena tonto pero cada vez te veo estar peor -Mordió sus labios un momento-. Creo que estas sobrepensando lo malo, como si olvidarás lo cursi de esta vida; lo lindo de estar vivo...

-¿Qué mierda me dices ahor-

-Sueno estúpido, lo sé -me interrumpió-, pero dime cada cuánto recuerdas cómo se siente el calor del sol después una larga noche, ¿Cada cuánto?, seguro podría preguntarte cuántos incidentes automovilísticos han ocurrido entre ayer y hoy y me tendrías un número, pero si te pregunto cúan feliz estás por tus pequeños logros no existiria número. Mírame, si yo que soy un desastre de ser humano puedo borrar de mí mente cuán de la mierda está todo realmente por cinco minutos para estar a tu lado; ¿Por qué no puedes hacer eso por las personas a las que amas?

-...Yo no amo a nadie.

-Eso te haría todo más fácil, ¿No?

Me encogí de hombros.

Está chica está sacudiendo mi corazón.

-Quisiera ser cómo tú, poder ignorar mis errores nunca ha sido mi fuerte -Intenté no mirarla. Su perfume llegó a mí e intenté pasar por alto que competía con el olor de chocolate que venía de su cabello.

-¿Crees que "ignoro" mis errores? -bufó, mil cosas en mente en la punta de lengua-. Sabes que me comen mis errores, pero soy capaz de echarlos a un lado cuando debo, ¿Podrías intentar hacer eso?... podria ayudarte.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 17 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Pusilánime | Caballeros Grises N° 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora