XI

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M A D I S O N   S P R O W E L L

  A solas, yo era el centro de su atención, pero cuando lo encontraba a solas en la cafetería o biblioteca, ni me miraba para no cortar la fluidez en su escritura. ¿Qué era más importante, lo qué escribía o yo?

—¿Te importa más los que escribes?

  Imité su pose y lamí mis labios.

—Sí.

  Seguía sin mirarme, solo tecleaba algo en su laptop que parecía ayudar con lo que escribía.

—¿Por qué?

—Porque tú te irás —En una pausa me miró—, esto se quedará y hablará de mí —Volvió su vista a la pantalla.

—Ah, entonces sí escribes un libro —Sonreí victoriosa.

—No.

—Pero eso es lo que diría un escritor de su libro.

—Made —Detuvo sus dedos y para enfatizar sus palabras me miró con sonrisa socarrona—, no estoy escribiendo un libro.

—¿Entonces? —Insistí en un mohin.

  Ensanchó su sonrisa y soltó una corta y áspera risa que me resultó tierna por sus hoyuelos.

—Dime primero —Relajó su postura. Su sonrisa era retadora—... ¿Por qué te interesa tanto —Remarcó "Tanto"— saber qué escribo?

—Quisiera saber qué y por qué te interesa tanto —imite su enfatizada pronunciación— escribir ahí.

—¿Por qué te interesa tanto saber lo que podría interesarme?

—¿Por qué no? —Me encongí de hombros para restarle importancia.

  Empezó a observarme con divertida sospecha. Ladeó su rostro, evitando sonreír.

  ¿Qué pensaba?... ¿Era muy raro que yo le insistiera?, ¿Me veré desesperada o interesada... en él?... ¡¿Y si cree que yo podría gustar de él?!

—No es que me importe mucho —Desvíe mi vista a la mesa al bajar mi voz.

—No es que le importe a muchos —murmuró en respuesta y volvió a su postura inicial, centrado en transcribir o indagar en la laptop.

  Bramé y me eché atrás con desgane.

—Eres —De pronto se calló y pareció arrepentirse de lo que diría. Guardó silencio para verme— ¿Te podrías ir? —En su elegante tono había hastío.

  Oír hastío en su tono me molestó.

—Con gusto, gran soberbio.

  Tras un ademán y un gesto de indiferencia con una de mis cejas, me levanté brusca pero sin prisa.

  Giré sobre mis talones cuando escuché una leve risa antecedida por mi nombré.

  Volví a verlo ceñuda.

—Ten —Me extendió una de las notas que había en su libreta mientras sonreía sencillamente.

  La miré y, a punto de leer, su voz me hizo volver a mirar hacia él:

—El día en que me hablaste por primera vez trazaba en esto —Me mostró una servilleta con letra cursiva pero descuidada en ella—, pensaba botarlo al pasarlo a mi libreta, pero se me olvidó; botalo por mí ya que vas de salida -Su mirada pasó a la pantalla y yo pasé a ofenderme-, por favor.

  ¿Quería que botara su basura?

  Blanqueé los ojos y cerré mi palma fingiendo que no cuidaría del papel. Giré y me fui.

Pusilánime | Caballeros Grises N° 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora