XIV

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  Felicidad.

  Por primera vez en mucho tiempo, el golpe repetitivo de mi corazón contra mí pecho se debía a la ansiada llegada de la felicidad.

  Hoy las flores tenían más color.

  Hoy mis mentiras, delitos y sacrificios valdrían la pena. Ya el detective me había dado la dirección. Solo basta ir, para verla y amarla en persona.
 
  Mi cara había cambiado últimamente. Aparentemente, la cara caída modificaba tus facciones a la larga. Sonreir de esta manera tan sincera me hacía sentir bonita. De repente pensé en cuan cambiada podría encontrarme mi mamá.

  Me arreglé danzando, había puesto una canción de Pharrell Williams de fondo mientras había empezado con 3 horas de antelación, solo para disfrutar el preámbulo. Me puse un vestido rosado y una chaqueta de jeans más tacones porque sabía lo mucho que a mi madre le encantaba verme lucir tan femenina o dulce como ella. No era fan de mis enormes sudaderas o ropa deportiva que usaba para jugar con mis primos. Ella lucia sensual y femenina y consideraba que yo debía seguirle el paso.

  Eché mis hombros atrás ante el espejo, no quería verme encorvada para ella, no.

  Sonreí aún más, no le transmitiría tristeza, no.

  Hoy no serían tan yo, no. Por ella, por su amor, me quitaba hasta el nombre... que, irónicamente, ella me dio.

  Al fin tendría con quién compartir mi verdadero ser, porque ella se fue justo ahí, cuando empezaba a desarrollar más confianza como adolescente con ella.

  Abrí la puerta y caminé los pasillos con una cara a la que le sobraría un letrero de "Ilusionada". Llegué al lobby y a mitad de este encontré la mirada de Charles. Normalmente le hubiera bastado con quedarse unos segundos viendo, casi disimulandolo. Aunque, últimamente no me veía y si sucedía por accidente lo hacía con desdén, ya que seguía molesto o decidido a no tener nada que ver conmigo, eso me había dolido un poco las primeras veces. Incluso me costó dormir la primera noche. Pero, esta vez su cejas se fruncieron con cierta duda y sus pupilas recorrieron los vivazes colores de mi atuendo. No me pareció muy raro, hasta mis labios tenían un naranja jovial y llamativo.

  No parecía loca, lo juro. Incluso podría asegurar que me veía dulce.

  Se acercó, cautelosamente, con sus manos en los bolsillos, como cosa rara tenía la capucha puesta.

  Detrás de él noté a Nathaniell, parecían venir de alguna aventura, compartían algo similar en sus sonrisas. Nathaniell estaba apoyado en el mostrador, me regaló un guiñó de ojo ante de pasear su mirada entre su amigo y yo, luego, volvió su vista a la recepcionista. Parecían tener una buena conversación.

  Charles ya estaba frente a mí:

—¿Eres la hermana gemela de Madeline?

  Su sonrisa tironeo y sus ojos se burlaron.

—No —Mi tono fue directo, pero mi vibra alegre.

—¿Entonces has decidido mostrar tu verdadero ser o algo así?, como siempre te ves hermosa, pero esta vez coloridamente hermosa, ¿A qué se debe?

—¿A qué se debe que me hables? —Mantuve mi sonrisa.

—Decidí darme un tiempo de ignorarte, además, sería hipócrita de tu parte regañarme por curioso.

  Saqué un poquito de aire. Pensé en mi mamá y podría jurar que el rubor aumentó en mis mejillas. Estaba feliz y ni sus comentarios sardónicos podían cambiarlo.

—Adios, Charles —solté con claridad. Besé su mejilla y salí del edificio, sientiendo su mirada hasta que el frió de la calle sacudió un poco mi cabello.

Pusilánime | Caballeros Grises N° 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora