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C h a r l e s   T h o m a s.

  Estaba callada, derecha y con sonrisa confiada. Nunca me dio aires de ser muy sociable, o por lo menos no del tipo que le hacía frente a un grupo nuevo así como así. Por eso no entendía porqué quería seguir aquí, dónde no conocía a nadie.

  Oh, bueno, lo sabía: Quería seguir de metiche en mi vida.

  Madeline era curiosa o estúpida. Nunca lo sabré.

  Ella quería probarme que no le daba miedo quedarse, porque ella hacía lo que se le antojase. Era fuerte y social, según ella.

  Estábamos en un bar, con varios amigos, solo que ya no eran míos, sino de Sophie y Nat. Hablaban con ellos, de mí se apartaban. Me parecía hipócrita molestarme por ello, yo así había dirigido las cosas. Aún me trataban, pero con menos confianza, como si nuestras relación hubiera acabado hace 5 años y no hace 1.

  Sophie fue a cantar al karaoke con Eddy, o Edward ya que ya no usaba su diminutivo. Nathaniell fue por más bebidas para la mesa. Madeline fingía que algún día terminaría la que había aceptado por no desentonar.

  Había alguien entre nosotros, pero decidió ir a bailar con una chica. Me senté junto a Made.

  Observé cómo le sonreía al grupo.

  La música aumentó y noté cómo todos en el bar parecían más ebrios. Ellos habían logrado pasar un examen importante, así que esto se debía a ese logro. Se veían más relajados.

  Risas, porras, tintineos.

  Darla quiso hablar con Madeline, pero se aburrió de ella cuando notó que no estaban bajo el mismo efecto y que Madi no era tan ruidosa como ella.

  Madeline apretó sus puños, parecía ansiedad social. Siempre noté un poco de eso ella, la manera en que sus ojos se movían, como si los mil y un pensamientos de inseguridad la bombardearan. No obstante, yo no debía sacar suposiciones de ella o intentar conocerla sin su permiso, eso me había dicho.

  Enderece mi postura y bebí del vaso de vidrio.

—Cálmate, Madeline —susurré sin verla.

  Pareció desubicada por un momento.

  Tomó de su vaso, o quizás solo fingió que lo hacía. Sonreí ante eso y no pude evitar verla. Era tierna como una niña, una extraviada.

—Entonces, si sabes mi nombre —masculló a modo de indirecta.

—Madison o Madeline, seguramente respondias a cualquier.

  Me miró de mala gana para luego rodar los ojos y mirar hacia otro lado. Nunca le creí eso de haberse confundido, pero, sino era eso, ¿Por qué ocultar su nombre? Tal vez ella había dicho la verdad.

—¿Qué haces aquí?

—Me divierto.

  Me reí al bufar:

—Ten cuidado, los excesos no son buenos.

  Me regaló otra mirada cansada.

—¿No quieres que este aquí?

—Lo que no quiero es que me andes persiguiendo.

  Quiso hablar pero pareció confundirse o retractarse. Bajó la mirada. Apoyó sus codos en la mesa.

—No sé qué haces aquí —espeté.

—Sophie me invitó —Alzó la barbilla y movió las cejas, más segura.

—Por educación, porque te encontró conmigo. Debiste haber dicho que no

—¿Por qué?

—Son mis amigos, ¿O tus los conoces?

Pusilánime | Caballeros Grises N° 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora