XIX

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  Señor Doritos y yo cruzábamos el pasillo mientras él recibía mis caricias en su pancita.

  Era hermoso, pequeño y de risitos negros, aunque su pelaje era de color caramelo alrededor de sus ojos y en sus patitas.

  Alcé mi vista cuando sentí a alguien cerca. Era Nathaniel, quién se acercaba a mí con una sonrisa. Tenía una mano en un bolsillo de su jean oscuro. Traía una chaqueta negra que le iba bastante bien, la verdad.

—Hey, Margarita —Me mostró sus dientes en una amigable sonrisa ladeada.

  Sonreí, conteniendo un poco la risa ante ese nombre.

—Hola, Nat —Era la primera vez que le decía así, aunque todos le decían TL—, ¿Cómo estás?

—No tan bien acompañada como tú —Dijo antes de empezar a sacar al cachorrito de mis brazos y pasarlo a los suyos—. ¿Tuyo?

—Síp —Sonreí. Él le daba mimos—, acabamos de venir del veterinario; ya tiene todas sus vacunas —Comenté con alegría —, justo estaba por ir a ver Charles para decirle.

—¿A Charles? —Enmarcó una ceja al verme, mientras acunaba a el Sr. Doritos—, ¿Crees que eso le interese?

—Bueno...

—Espera, ¿Lo crían entre los dos o algo así? —Su vista chispeó ante la idea.

—No, exactamente... Es decir lo adoptamos juntos, pero el certificado está a mi nombre, aunque ambos pagamos la mitad; él insistió en que fuera así —Me encogí de hombros brevemente—. Supongo que no le molestará saber que ya está vacunado —Sujeté mis manos al frente al oírme tan ridícula.

  Él me volvió a mirar sonriendo con condescendencia:

—Sí, supongo —Se detuvo a bufar escondiendo una pequeña risa—. ¿Cómo se llama?

—Señor Doritos.

  Me vio raro:

—Está original, me gusta. ¿Qué opinó Charles?

—Me llamó inmadura, pero creo que también le gustó —Sonreí al recordar el momento.

—Bueno —Empezó a devolverme al cachorrito, este ladró un poquito—, me encantaría que lo involucres más en esto de la paternidad, deberían ir a comprarle ropita y cosas así.

Reí y me apresuré a aclarar:

—¡No es el padre! Y técnicamente no soy su madre; solo su cuidadora.

—Como sea; es como su hijo adoptivo y debo comentárselo a Shopie.

—No, Nathaniell.

—Ya puedes decirme TL, Margarita —Volvió a sonreírme enternecido—. Siempre y cuando logres que Charles forme parte de la sociedad normal, tú y yo somos como un equipo.

—Siento que nunca me dices qué sucede con él realmente.

—Es que con él nunca se sabe qué pasa, hasta que pasa.

  Y con eso me dejó pensativa por mucho tiempo.

(...)

  Toqué la puerta y esperé pacientemente hasta que un despeinado, pálido y sin camisa Charles abrió.

  Fuerza, Mad.

—Eh, ehm, eh —Balbuceé manteniendo mi vista en su cara. Él solo mantenía la mano en el pomo y me veía con cara somnolienta. Abrió más la puerta y se echó a un lado dejándome pasar.

  Di unos cuantos pasos.

—¿Qué pasa? —soltó con voz ronca.

—Ehm —El movimiento del Sr. Dorito me recordó a qué vine—. El Señor Dorito —Alce el perrito hacia a él— ya tiene todas sus vacunas.

Pusilánime | Caballeros Grises N° 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora