8.- 𝐋𝐈𝐌𝐏𝐈𝐄𝐙𝐀

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Al día siguiente la pelinegra fue despertada por Hermione, quien había encontrado la manera de entrar a su habitación. En cuanto la despertó le contó toda la platica que habían tenido ayer, platica que antes le hubiese interesado, pero ahora no; después de aquello, no.

Ambas habían sido de las primeras en levantarse por lo que junto a Molly, prepararon el desayuno. Tiempo después los demás fueron despertando, desayunando en su respectivo momento. Después tuvieron que volver a lo de siempre, limpiar.

Todos se ataron un pañuelo en la parte de atrás de la cabeza, que les cubría la nariz y la boca. Cada uno llevaba en la mano una botella muy grande, que tenía un pitorro en el extremo, llena de un líquido negro.

—Tápense la cara y agarren un pulverizador —ordenó la señora Weasley a Harry y a Ron en cuanto los vio, señalando otras dos botellas de líquido negro que había sobre una mesa de patas muy finas—. Es doxycida. Nunca había visto una plaga como ésta. No sé qué ha estado haciendo ese elfo doméstico en los diez últimos años...

—Kreacher es muy viejo, seguramente no podía...

—Te sorprendería ver de lo que es capaz Kreacher cuando le interesa, Hermione —afirmó Sirius, que acababa de entrar en el salón con una bolsa manchada de sangre llena de algo que parecían ratas muertas—. Vengo de dar de comer a Buckbeak —añadió al distinguir la mirada inquisitiva de Harry—. Lo tengo arriba, en la habitación de mi madre. Bueno, a ver... este escritorio... —Dejó la bolsa de las ratas encima de una butaca y se agachó para examinar el mueble—. Mira, Molly, estoy convencido de que es un boggart —comentó Sirius mirando por la cerradura—, pero quizá convendría que Ojoloco le echara un vistazo antes de soltarlo. Conociendo a mi madre, podría ser algo mucho peor.

—Tienes razón, Sirius —coincidió la señora Weasley.

Ambos hablaban en un tono muy educado y desenfadado que la de ojos avellana pudo deducir era por su discusión de la noche anterior.

En el piso de abajo sonó un fuerte campanazo, seguido de inmediato por el mismo estruendo de gritos y lamentos que Tonks había provocado la noche pasada al tropezar con el paragüero.

—¡Estoy harto de decirles que no toquen el timbre! —exclamó Sirius, exasperado, y salió a toda prisa del salón.

Lo oyeron bajar precipitadamente la escalera mientras los chillidos de la señora Black volvían a resonar por toda la casa. JJ quería sacar ya el cuadro de esa señora.

𝐉𝐀𝐃𝐄 𝐘 𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍 𝐃𝐄𝐋 𝐅É𝐍𝐈𝐗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora