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El tibio rayo de sol de las cinco de la tarde caía provocando un halo de luz en las teclas de blanco marfil, donde los dedos del vampiro se deslizaban intermitentemente, alternando con el bolígrafo negro y dorado que trazaba nota tras nota en el p...

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El tibio rayo de sol de las cinco de la tarde caía provocando un halo de luz en las teclas de blanco marfil, donde los dedos del vampiro se deslizaban intermitentemente, alternando con el bolígrafo negro y dorado que trazaba nota tras nota en el pentagrama, sólo después de verificar el sonido adecuadamente.

Yoongi se encontraba trabajando en la canción que usaría con Jimin en su proyecto. Era sábado y el clima estaba espléndido afuera, no obstante Min Yoongi estaba trabajando desde temprano en la mañana, sin más descanso que un par de animales muertos cuando su alrededor comenzaba a marearse, y cigarros para sacarse el mal hedor bucal dentro de lo que cabe. Sí, también cepillaba sus dientes y colmillos con regularidad para tranquilidad ajena. 

Sin embargo hacía mucho tiempo que Yoongi no se tomaba la música tan en serio. Sin quererlo, en medio de algún compás terminó por recordar la pasión que le traía, y realmente se esforzó en volverla a revivir. Tal vez porque resultaba ser, más allá de todo, su primer amor. Era como el abrazo que tanto necesitaba cuando la noche lo embriagaba en un bucle de ansiedad sin salida.
Pero incluso de su único compañero se había saturado.

Hace unos años, cuando eso todavía no había sucedido, pensó que sería una buena idea dejar el legado de su pasión en los jóvenes. Su vida era eterna, pero cada vez se permitía cuestionarse más la metodología de los vampiros. Si dejaba de beber sangre, quizá moriría. No podía explicar cómo es que sus padres lo habían hecho. Con suerte, sus genes infectados se habrían transmitido a él, y la eternidad dejaría de ser algo seguro, como el sol o el agua del planeta. 

 ¿Por qué no puede querer a las personas? ¿Por qué olvidó a su piano?

Entonces incluso podría olvidarse de Jimin al día siguiente, y tendría que pasar de página otra vez, como tantas veces se había obligado en la vida, sin tomarse el tiempo de leer lo que había en ella.

Se obligó a volver a la música. Ahí estarían tantas respuestas como la cantidad de borradores que había completado, volcando cada pedazo quebrado de su alma. Tenía tres obras hechas y una encaminada. Todavía no podía decidir cuál elegir, porque eso dependería de la escritura de Jimin.

Cada obra, en realidad, transmitía un sentimiento diferente. Podría resumirse del siguiente modo: la primera obra, interpretaba los labios de Jimin. La segunda, sus ojos. Y la tercera, la que más le estaba costando, buscaba hablar del sonido dulce que emitía verlo reír. Optó por avanzar de esa manera, parte por parte de su cuerpo, trozo por trozo como si estuviera deshojando una margarita. Hasta que, finalmente, pudiera crear una obra completa, donde en cada nota aislada estuviera algo distinto, una parte de Jimin que, no obstante, recién se comprendería al oír la pieza en su totalidad. Porque la pieza sería Jimin en sí mismo.

Esa era su meta ahora mismo. Y no podía pensar en nada más que eso. Porque para hacer una obra capaz de hablar de Jimin en su totalidad, tenía que conectar primero con cada uno de sus fragmentos.

4 ᴏ' ᴄʟᴏᴄᴋ  - ʏᴍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora